Los margariteños duermen con tapabocas azules y sueñan sin roncar

Margarita que no hace mucho era una lágrima en un coral de tapabocas azules la han convertido los alcaldes y hasta el gobernador que nada hacía por ella desde, que se puso de moda que hoy día hay que andar con la boca tapada para prevenir lo que se pueda prevenir que no pase a hacer daño a los organismos, él anda de lo más coqueto y discreto con su boca tapada: dando órdenes y movilizando el buen funcionamiento de los tapabocas como correcto proceder de los margariteños que como si estuvieran en una pasarela de modas se ven más atentos y entregados a sus deberes y, precavidos como están de actuar apegados a la higiene de su uso como esfuerzo a la prevención del coronavirus para que no cunda el pánico en estas horas difíciles del mundo en defensa del sistema inmunológico del cuerpo humano.

Caminar por las calles de margarita y entrar a los negocios que venden mercancías es como un ritual de años, en que la atención es de maravilla que el que no quiere comprar tiene que comprar por tan grata atención de los tapabocas cerrados que atienden como si fuera una promesa al buen comportamiento de te atendemos y tu nos compras y, es que el panorama se ve como la acción de una escuela donde funcionan los modales de enseñanza-aprendizaje de una forma increíble y, ese comportamiento de vendedor-comprador es digno de realzarlo como algo poco visto en la educación del margariteño que, de la noche a la mañana se ha adaptado con tanta facilidad a ese mundo de los desprevenidos que ha entrado en calor con calor margariteño.

Y así como el gobernador ha entendido que gobernar no es nada difícil al ser alumno de la misma escuela política de Guaidó, aunque él es un adeco que se expresa muy mal bien alejado de Ramos Allup, que con esta avalancha de tapabocas en acción también se ha esmerado en soltar ideas que está exigiendo que a Margarita no debe entrar aviones ni ferris que no traigan comida que debemos permanecer nada contagiados del coronavirus, y sigamos en la ruta de sanos hasta la muerte cuidando a los niños y a los ancianos por igual que CDI es lo más que tenemos y médicos cubanos, aunque escasos, los hay y con nuestra brisa acogedora viviremos en paz sin que extraños nos molesten al venir posibles contaminados que, es lo que perturbaría nuestra suerte de salir airosos como sanos de voluntad sin compromiso.

Menester es decir que tanta felicidad junta del margariteño con su tapabocas no podemos tapar que aún con tapabocas los hay ordinarios y groseros que parece que no quieren entrar por el aro de la cuerentena casera que es lo inmediato por nuestro bien: oímos de pasada en Juangriego cuando un funcionario le reclamaba a otro por prestarse al contagio de su boca y al desplante de no verse con su tapabocas puesto tratando siempre de prevenir antes que lamentar lo batuqueó con ordinaria petulancia cuando le dijo, y tu tapaverga dónde está y el otro resuelto de avidez lo escupió de inmediato de fiereza: es que el mío es rojo-rojito y me da pena usarlo como rompe grupos.

Y así es el mundo del margariteño con sus incongruencias que a veces olvida sus modales de fino ciudadano y revienta el momento de púrpura inocencia que se presta a los malos entendidos que se salen de la ruta de la convivencia: de luchar por el mismo saneamiento del margariteño que hasta los pescadores para tratar con los peces usan sus tapabocas como un régimen que pasa de lo secundario a lo displinado, que con el fervor de cantar victoria pronto la gente se presta a contribuir con lo mejor que puede y, no tengamos que decir como dicen ahora los italianos en un lema que precisa contradicciones que, "A nuestros abuelos les pidieron que fueran a la guerra. A nosotros solo nos piden que nos quedemos en casa", bien clamoroso su contenido en esa lucha que tienen ellos con muchas muertes y más de gentes de la tercera edad y los más jóvenes luchando por su vida en favor de su estado inmunológico, por lo que el margariteño dirá en un futuro no muy lejano, todos nos quedamos en casa y por eso estaremos a salvo por el bien de la Patria: riéndonos sin tapabocas azules.

 



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Esteban Rojas


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