Este Covid-19 va acabar con nosotros sin salir de Venezuela que, conozco a Pampatar de vaina porque, lo he oído mencionar que también tiene mucha agua salada.
Tenemos varios días encerrados y, que de cuarentena viral que, ya no puedo con la panza que la ropa no me queda de lo flaco que estoy y además, de lo feo que me veo con mi barbijo azul que cada vez que me veo en un espejo: me parezco un murciélago ojeroso y me doy miedo.
Y por falta de hambre no es, porque me espanta pasar frente a la nevera de la casa que ella sola se abre como mágica, para que vea que está vacía y entonces me maldigo con la boca tapada por ser pobre y ahora preso sin hacerle daño a nadie y como nadie me visita es peor y, todos los días al mediodía me baño, me perfumo y me visto y después, me siento a la mesa y nadie me sirve y, me levanto con una flojera después de soñar que he ido al Barrio Latino de París a echar un sueño.
Nadie me llama, nadie me toma en cuenta que a veces pienso: será que estoy muerto de miedo en otro mundo y, si esto sigue, no quisiera pensar qué vendrá después, porque más castigo del que estamos sometidos no tiene comparación que, cuando uno tiene hambre come y lo peor para mí es que el hambre es permanente como si nunca hubiera comido y, menos mal que no soy el único.
A veces creo que lo que me pasa es que me estoy o, que me están volviendo loco cuando, juego el escondite solo a ver si me consigo y como estoy solo nadie me consigue: ni me soledad y, peor es cuando pregunto: ¿qué vamos a almorzar hoy?: Quiero comer tortuga guisada. Espero, afino el oído y nadie me respondo y, entonces, lo digo en inglés: I want to stewed turtle, a ver si engaño, nada y, lo digo en francés: Je veux manger une tortue mijotée, y espero, y entonces recuerdo que muchos años atrás cómo que viví en otro mundo y, no me desconsuelo porque algún día, la comeré, las veces que quiera sin coronavirus que me lo impida, ni el gobierno tampoco y sin toque de queda, y me saboreo y, me seguiré saboreando este mal rato entre estas cuatro paredes que me contienen.
No lo han de creer, pero a veces me entretengo con unos cuantos Padres Nuestros que me los sé de memoria y ahora más que, algún día la mesa esté bien servidas y es posible que tenga hasta invitados que, tortuga no comeremos, pero quién dice que no que hasta una buena botella de vino en mi caso argentino y, recordemos que de paciencia también se vive que, lo que no puede ser hoy a lo mejor es mañana y, posible es que, los embates margariteños soplen de buena brisa y sean tantos los productos marinos que tengamos en nuestras mesas que lo más seguro, un arroz a la marinera es lo primero que me voy a comer en Juangriego cuando pueda caminar libremente sin ninguna tapa odiosa que me aparte de mis amistades y de mis seres queridos
A veces uno mismo se mete en problemas y si no tienes con quién desquitarte como me pasó a mí en uno de estos días de encierro en que, me peleé conmigo mismo y fue bien difícil separarnos y nos dijimos de todo y, por más que le saqué el cuerpo caímos en lo que es nuestra realidad -quiérase o no- y nos dijimos lo que teníamos que decirnos, aunque con hambre es fácil perder nuestras composturas conformistas y me dijo y, le dije, y después cansados de decir lo que se siente, nos dio por reírnos y olvidarnos que un mal día lo tiene cualquiera y, seguimos siendo uno para el otro por el mismo "yo" que nos une, pero aprendimos que hay que soltar lo que uno siente para desprenderse de tantos males odiosos como amargos que arruinan y afean nuestra existencia y, fue como si nos hubiéramos dado un buen baño de limpieza espiritual sin molestar a nadie.
Aunque el jefe de la OMS alerta con decir, que lo peor del coronavirus está por venir, qué nos queda esperar, si viene lo peor que, no vaya a ser y diga que es que todos los políticos del mundo se van a contaminar y a enfermar. Eso es bien difícil pues, el coronavirus como que muy poco se mete con los parásitos hasta los momentos.
Margarita con el coronavirus no ha perdido sus encantos, pero lo que pasa es que nadie los ve, no hay tiempo para eso que, para evitarse problemas con los responsables de nuestra seguridad mejor es arroparse de brío y soñar, soñar mucho que ahora hay más tiempo para dormir, mientras que el toque de queda trata de reparar los disparates que otros cometieron que nos tienen sufriendo de lo que no queremos.
Pero, sin compromiso ninguno: como yo más de uno estaremos pensando que, cuando se acabe esta cuarentena del Covid-19 nos vamos a echar una escapada -con gasolina o, sin gasolina- que van haber muchos que van a ir a parar a la luna, pero yo flaco como estoy con todas las ganas de vivir más de 100 años: me iré a donde no haya alguien que hable más del coronavirus, tal como lo hace Trump y nuestro presidente que, si no le dan el premio nobel a uno de los dos por el coronavirus, Maduro debe botar a Jorge Rodríguez por enredador.