Quizás a esta hora y en este instante, esté falleciendo algún semejante en el mundo producto del coronavirus, o simplemente del virus llamados así por su forma, que tiene una especie de corona alrededor del virión del núcleo, y que se le ha diagnosticado en esta nueva sepa que ataca al ser humano, como nuevo Covid-19, derivado de un salto genético que viene de los animales y que ha traspasado las barreras de protección natural del hombre para convertirse en una entidad que ataca las vías respiratorias y que, ante la falta de una cura inmediata y radical, termina por agrietar el sistema inmunológico humano y con ello, en ocasiones, producir el fallecimiento de quien lo fallece. Es una nueva tragedia para la humanidad, que en el mundo científico ya se venía conociendo como SARS-CoV-2 y el MERS, pero que la filosofía política de los Estados en donde se ha presentado, ante decisiones erradas y para nada prácticas, ha derivado en una pandemia mundial que no solamente ataca al ser humano de manera biológica en su salud corporal, sino en las superestructuras de los Estados Nacionales que hoy están fracturadas desde sus economías nacionales hasta sus capacidades de salubridad para dar respuesta a todos los potenciales casos que surjan.
Cuando esto empezó, en la ciudad china de Wuhan, en la provincia de Hubei, China, surgió entre compradores del mercado de animales, para algunos estudiosos desde esta condición se dio el salto en la cadena evolutiva del virus; algunas pruebas arrojaron un análisis filogenético que los murciélagos podrían ser el huésped original de este virus, el cual es una especie exótica vendida en el mercado mencionado y de allí se detonó todo esto. Para acuciosos en el tema, el virus estuvo manifestándose desde finales del 2019, pero cuando era inevitable su propagación desmedida, se dieron las condiciones de alerta que ya son conocidas por todos, pero que aquellos países, como es el caso de Italia y España, que vieron el asunto muy ligeramente, hoy día tienen el mayor número de contagios. Datos actuales develan que hay 219.000 casos de coronavirus en el mundo, en 168 países; la mayoría, aproximadamente 81.100 casos en China, registrándose 3.241 muertes; en el mundo el número de fallecidos supera los 8.200 y los recuperados, unos 84.000.
Ante esta situación, la Organización Mundial de la Salud, que le venía haciendo seguimiento al caso desde el 2019, a través de su director general Tedros Adhanom, explicó, a comienzos de marzo del 2020, que había preocupación ya que el virus Covid-19, mostraba “…alarmantes niveles de propagación y gravedad”, pero también preocupaba “los alarmantes niveles de inacción” por parte de los Estados Nacionales del mundo; para cambiar esa inacción en el mundo la OMS, como vía para reforzar la idea de que todos los países deben sentirse concernidos y todos ellos deben aplicarse planes de preparación y respuesta, declara al coronavirus como una infección pandémica, o en contexto claro y silvestre: implica reconocer la circulación amplia y sostenida del agente infeccioso en varios países.
Ahora bien: ¿qué tiene que ver esta pandemia con la filosofía política mundial? Como bien conocen los filósofos y politólogos del mundo, la filosofía política son las bases ideológicas e históricas que han modelado la esencia de las instituciones políticas de las instancias de poder, reflejando desde el sustento histórico, los valores, creencias e ideas que mueven la realidad de dirección de las sociedades modernas. La filosofía política es la personalidad activa del Gobierno que tiene la legitimidad de orientar la sociedad. Al darse una condición de pandemia mundial, se le está direccionalizando a ese Gobierno de turno la instrucción moral y ética de que hay un “mal que es reconocido por las ciencias médicas” y del cual debe cuidarse a sus gobernados. Es un aviso, un llamamiento que está en la libertad de ser acatado o no, pero que sus consecuencias pueden ser desastrosas en la vida de los seres humanos, jugándose la confianza de actuar o no actuar, al Gobierno que asuma una postura contraria a la prevención y al cuidado de las personas potencialmente vulnerables a esa epidemia que son, en el caso del coronavirus, personas con cuadros de salud comprometidos inmunológicamente, y con personas en edad geriátrica (mayores de setenta años).
Pero como estamos en un mundo de eruditos, donde las decisiones de tilde político son cuestionadas “solamente por cuestionar”, la experiencia de esta pandemia en Venezuela ha sido muy singular. El Gobierno, a quien las estructuras de poder internacional adheridas al capitalismo global le han declarado una Guerra económica y política sin cuartel, le cuestionan que se tomen medidas de Alerta y Cuarentena social activa, en un país que “sabemos”, así lo califican las agencias internacionales, no cuenta con una infraestructura de salud sólida para afrontar un masivo caso de contagios del coronavirus. Eso no es una afirmación efímera, fantasiosa o rebuscada, es una afirmación que surge de todo un plan preconcebido desde mediados del 2007 hasta el presente, siendo más incisivo el ataque desde la el fallecimiento del Comandante Hugo Chávez en el 2013, para debilitar la institucionalidad del Estado y por ende crear las condiciones para que el Gobierno pierda credibilidad y confianza en sus electores para que se produzca el anhelado cambio hacia un grupo de poder que se ha calificado de oposición pero que en su filosofía política está identificado con intereses foráneos y persigue la opción de poder para aniquilar la concepción social del Estado y llevarlo al Estado gerente conque las democracias modernas conciben la eficiencia y el progreso de las naciones.
A todas estas, las decisiones asumidas por el Gobierno de turno en Venezuela no han sido decisiones unilaterales, ni posturas acomodadas para acumular cierto margen de popularidad que garantice en próximas elecciones seguir contando con sus adeptos electorales; han sido medidas la OMS, protocolos que conjuntamente con equipos multidisciplinarios han diseñado para contrarrestar cualquier amenaza a la humanidad. Como se deja leer en los documentos de la OMS (consulten: https://www.who.int/csr/swine_flu/Preparacion_Pand_ESP.pdf), hay seis fases que se cubren antes de que la OMS, asuma su declaración de pandemia de algún agente infeccioso que sea potencial peligro para la humanidad: Fase 1, se notifica que el virus identificado puede causar daño al ser humano; fase 2, se notifica que el virus identificado causa daño al ser humano y es una amenaza específica de potencial pandémico; fase 3, se muestran evidencias científicas de cómo el virus ha causado brotes esporádicos o pequeños conglomerados de enfermedad en personas, pero aún no hay un número suficientemente sostenido para causar brotes comunitarios; fase 4, se notifica que la transmisión de persona a persona del virus es capaz de producir brotes comunitarios sostenidos; fase 5, el virus identificado ha causado brotes comunitarios sostenidos en dos o más países de una región de la OMS; y fase 6, se notifica que el virus ha causado brotes comunitarios sostenidos por lo menos en otro país de otra región de la OMS, y se espera mayor propagación del mismo. En este punto, la declaratoria de pandemia es inminente y deben activarse las alarmas.
El protocolo de la OMS, del cual la filosofía política del Gobierno venezolano se está ajustando, contempla tres situaciones más después de la fase 6, que son las que precisamente golpearían no solamente al sistema de salud venezolano si llegáramos a ese nivel, sino del mundo, no hay capacidad en ningún Estado Nacional moderno de enfrentar esta realidad pandémica si se extendiera a estas tres realidades: uno, el PERÍODO POSTERIOR AL DE MÁXIMA ACTIVIDAD, donde los niveles del virus en la mayoría de los países pareciera controlado, activando un sistema de vigilancia apropiado que se sostenga por debajo del nivel máximo que pudiera tolerar un país o Estado Nacional atender con eficiencia y eficacia científica; dos, el resurgimiento de una POSIBLE NUEVA OLA, donde aumenta de nuevo el nivel de contagio del virus en proporción no tan agresiva como al principio, pero si aparecen nuevos contagios, y es una atapa que debe ser confrontada de manera directa y sin vacilación alguna; y el tercero, que es el PERÍODO POST‐ PANDÉMICO, donde los niveles de actividad del virus disminuyen de manera considerable y se tiene un control directo sobre los potenciales sitios donde pudiera darse nuevos contagios. Esos espacios se tacan y se minimizan para garantizar la erradicación de la enfermedad.
Lo que persigue el Gobierno venezolano y la OMS, es neutralizar la gravedad general de la pandemia y garantizar el control y supervivencia de los grupos más vulnerables; es un asunto de filosofía política de salud básico, acá no hay un doble discurso, no un control pasivo de la adrenalina colectiva para que no se den implosiones sociales que atenten contra la estabilidad del Gobierno. Esas posturas extremistas, fantásticas, viscerales, no ayudan en un momento en el cual el país debe estar concentrado en cómo preservar su salud y en buscar fortalecer su capacidad de respuesta ante lo que significaría una pandemia desatada de un virus como el de las características del coronavirus.
En el marco de la visión académica de la filosofía política, se identifican varios enfoques que permiten interpretar las acciones del Gobierno en la construcción de sus políticas públicas. Está el enfoque de comunidades epistémicas, el cual se basa en monitorear la realidad, ese papel lo comenzó hacer el Gobierno, en conjunción con la OMS, desde comienzos del 2020, es decir, el sistema de salud en Venezuela ha estado atento a esta realidad; desde el enfoque neo-realista, que aborda el histórico de enfermedades a las que se ha visto expuesto el país y genera un mapa estratégico de potenciales acciones para visualizar lo que se ha hecho y lo que potencialmente se debería hacer; desde el enfoque basado en la teoría de la dependencia, tiene que ver con la coordinación con otros países en la temática de abordaje que se debería hacer a la situación pandémica que enfrente un Gobierno; y el enfoque post estructuralista, que implica crear una red de información acerca del problema de salud partiendo de la experiencia y competencias, buscando concretar un dominio particular en el conocimiento autorizado que comparte el Gobierno con otros países y con la OMS.
La filosofía política es útil no solamente para estudiar realidades políticas de las sociedades, sino para ordenar, de acuerdo a los intereses y fines de una situación problema determinada, acciones conducentes a salvaguardar la vida de las personas y sus bienes.
Según esgrime Recalde Felipe, Medico Patólogo, Salubrista, Director de Pos Grado, Instituto Nacional de Salud. Asunción, Paraguay, la mención de una disciplina como la filosofía poco afín a la práctica sanitaria y a la formación profesional no debe mover a una actitud de reserva ante ese modo de pensar y menos aún del pensar críticamente. “…Una filosofía de la salud pública debiera estar formada por una ontología que se refiere a la naturaleza o esencia de la realidad, de algo existente (conceptos de salud y de lo público); una ética o el estudio de lo correcto o de las acciones con corrección; y una epistemología o la disciplina que estudia como el conocimiento es abordado por fuera de los contenidos psicológicos del acto de razonar y la validez de los enunciados de una ciencia...”
Es importante, recalca Recalde Felipe, “…que el sanitarista sea más que un técnico, y busquen en la filosofía una guía de acción; la filosofía política, que como filosofía moral tiene que ver con los ideales de la sociedad y la política, mientras que las ciencias políticas tienen que ver con el estudio de la realidad. Un ejemplo de filosofía política es aquel que describe las precondiciones que regulan las sociedades modernas pluralistas a través de normas y leyes positivas: una teoría de la democracia. Ejemplos son el cuerpo de ideas sobre una forma de organización política y la relación estado sociedad mediada por la comunicación como hace J. Habermas o en nuestra América como se trata la política desde el enfoque de la teoría de la liberación de Dussel. Y finalmente otra cosa son los valores que fundamentan o subyacen a una práctica sanitaria o política de salud.
En la filosofía política moderna, se hace uso de la teoría de capacidades para internalizar la pertinencia de un Estado para enfrentar problemas de salud pública. En este aspecto es puntual Recalde Felipe: “La extrema privación y las enfermedades evitables están ampliamente extendidas por el mundo, como las grandes disparidades e inequidades en la aplicación de los avances de la medicina y los efectos de factores determinantes. Los avances diagnósticos y terapéuticos cada vez más avanzados no llegan a gran parte de las poblaciones. Global y localmente se justifica la construcción de nuevos enfoques de política que integren la filosofía moral y la filosofía de la política de salud…”
En este aspecto, el filósofo político piensa que la finalidad de la política es la búsqueda de la vida que valga la pena ser vivida; pero si esa realidad es llevada a la postura del filósofo estadounidense, John Rawls (1921-2002), en su teoría de la justicia, donde defiende que la equidad se logra privilegiando a los menos favorecidos en la distribución de los bienes primarios, juntando a esta afirmación las ideas del economista indio de la etnia bengalí, Amartya Kumar Sen ( 1936), que aplica el principio de justicia a la capacidad de lograr funcionamientos adecuados al desarrollo humano individual y colectivo, se tiene, desde la postura de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum (1947), se modifica el concepto de capacidad por el de necesidades para la salud plena. En este sentido, las capacidades individuales asumen un control de las amenazas de salud cuando alcanzan informarse sobre las formas de prevención de la enfermedad o situación de contagio y cuáles serían las acciones pertinentes para acceder a los servicios. Estos enfoques son valorados actualmente por la OMS y sus oficinas regionales y se aplican a la salud, la enfermedad o las causas; esto implica llevar un protocolo que garantice el derecho y la política para llevar adelante el diálogo social en condiciones de igualdad, la forma de llevar adelante el diálogo argumentado sin más fuerza que la propia de los argumentos y el respeto al igual derecho de argumentar de todos, y eso es precisamente, esa capacidad de comunicación, la que hace posible concretar decisiones, desde la filosofía política, en el área de la salud, que haga posible prevenir y contrarrestar la influencia directa de cuatros pandémicos declarados.
Si se percibe desde la filosofía política de la salud el problema pandémico del coronavirus en Venezuela, se está ante una realidad que muestra que el Estado ha asumido una teoría de las capacidades y la ha llevado hasta sus niveles más altos de eficiencia y técnica, controlando y llevando un seguimiento constante a la situación de pandemia planteada con el coronavirus. No es una acción improvisada, desvinculada de los protocolos internacionales; es una acción altamente planificada que tiene sus méritos y su grado elevado de complejidad. La idea es que sobrevivan todos y que nadie se vea afectado por una situación de salud que si bien llegó de manera inesperada, es una realidad latente que exige precisión, disciplina y sobre todo, equilibrio en lo político, filosófico y social.