En Venezuela en los últimos años hemos visto como el ejercicio de la política se presenta como un conjunto de prácticas contradictorias, ajenas a la lógica y racionalidad que deben caracterizar el ejercicio del poder o la búsqueda del mismo. En el presente, evidenciamos discursos cuyos signos, símbolos y formas estéticas niegan la sindéresis y la lógica discursiva, que busca develar los fenómenos y procesos sociales, en sus distintas y múltiples formas, de esta manera lo banal sustituye a lo esencial, lo secundario se impone. La cursilería y la trivialidad despuntan como ejercicio retórico. La superficialidad discursiva y la falta de sentido común, es la norma. Lo intranscendente ocupa el espacio argumentativo de la razón. Con sus excepciones, lo insustancial es el denominador común de discursos políticos de algunos que pretenden ejercer un papel en la actual coyuntura política, y también, de otros, que tienen papel protagónico en la conducción política del país. El saldo es el escepticismo que se evidencia en importantes sectores de la población, como consecuencia de la desideologización que propaga frustración y desesperanza.
Se viven momentos de lo que Bauman denominó la modernidad liquida, lo efímero desplaza las relaciones duraderas, estables. Lo virtual se impone a lo real, de allí, que las redes sociales y el mundo virtual pretendan sustituir y desplazar el relacionamiento social, el contacto interpersonal. Se afianza el individualismo y se oculta la realidad real y con ello la multiplicidad de contradicciones y problemas que experimenta la sociedad contemporánea como son los conflictos de carácter social, étnicos, religiosos, la exclusión y el racismo, entre otros, que caracterizan al modelo hegemónico del mundo global capitalista.
Hoy con el aislamiento social y colectivo impuesto por el Covid 19, son millones de personas en el mundo y en particular en Venezuela, confinadas al ámbito más inmediato que es la casa, en consecuencia, la intermediación social se da a través de lo virtual. La digitalización de la sociedad es un hecho, lo cual profundiza las contradicciones y las desigualdades sociales. La urgencia, sustituye a lo esencial, desplazando a lo fundamental. Se activan las redes sociales como dispositivos eficientes sustituyendo la realidad real por la virtual, los fake news reafirman los prejuicios, el miedo. En tiempos de posverdad, no median mecanismos de comprobación, no son importantes, lo verdadero y real existe porque aparece en las redes sociales. Estas circunstancias obligan a repensar las estrategias de comunicación e información para responder con calidad y eficacia explicativa sobre los problemas derivados del impacto de la pandemia en la economía nacional y en el imaginario colectivo y social de buena parte de la población.
Por otra parte, en una Venezuela, asediada y sancionada por EEUU, sus aliados en Europa y en América latina, a pesar del impacto devastador que tienen esa medidas para la vida de la mayoría de la población, se observa que el tratamiento discursivo a través de las grandes corporaciones mediáticas globales y principales redes sociales, como Twitter, Instagram, Facebook, está orientado a su minimización, a la justificación del despojo y a la intervención, utilizando diversos mecanismos de acoso y cerco comercial y financiero, robo de activos en EEUU y bloqueos de cuentas del estado venezolano, disminuyendo, de esta manera, las capacidades del estado nacional y caotizando la cotidianidad de la vida de la mayoría de las y los venezolanos.
En tal sentido, el discurso político de las elites opositoras y conservadoras, con su mentalidad neocolonial es la banalización de esta operación de entrega de la soberanía e independencia nacional. Se impone la irracionalidad, el desprecio por lo diferente. La manipulación de la realidad e intransigencia son los principales elementos constitutivos de una discursividad política que no contribuye a generar espacios para el desarrollo democrático que encauce las contradicciones y divergencias, que tiene un sector de la sociedad venezolana con el proceso revolucionario. Se insiste en el desconocimiento del chavismo como fuerza político-social y como referencia cultural. Por otro lado, desde el gobierno, a pesar de los reiterados llamados del Presidente Maduro al diálogo, se hace imperativo unificar la línea discursiva que apoye esta iniciativa a los fines de evitar las contradicciones e incoherencias que se observa en algunas oportunidades. Igualmente, la defensa de las ideas no está reñida con el cuido de las formas.
El debate y la confrontación, necesarios, en una sociedad democrática, deben constituir un marco de referencia para el ejercicio de la pedagogía como estrategia para elevar el nivel de conciencia social y política de amplios sectores de la sociedad venezolana. El discurso político como referente axiológico. Los gestos e imágenes con toda su carga simbólica, empleadas en las redes sociales deben dar cuenta del marco sociocultural en el que se desenvuelven los actores políticos y lo qué se propone comunicar, transmitir e informar. Una nueva sociedad, un nuevo hombre, una nueva mujer, no emanan de un discurso cargado de banalidades, violencia, ofensas e intolerancia.
Es imprescindible cuidar las formas y la esencia de las palabras. La descalificación como estrategia argumentativa, es contrario a la dialéctica. El discurso, como instrumento educativo, constituye una poderosa herramienta para la reconstrucción y resignificación del proceso histórico social, a los fines de una adecuada comprensión, de la trascendencia de la revolución bolivariana en el contexto del sistema mundo moderno global del capitalismo. En definitiva, el discurso y las palabras, en todo momento deben ser un ejercicio de pedagogía a los fines de derrotar la banalización de la política que se propicia a través del mal uso de las redes sociales.
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