La pesadilla del Coronavirus comenzó para los humanos en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan (China), luego comenzó a extenderse en enero de este año en los países de la Unión Europea, y rápidamente en febrero ya se propagaba por América Latina. Gracias a la globalización, a las murallas destruidas por quienes defienden una sociedad sin fronteras, los seres humanos se pueden comunicar libremente, o por lo menos esto ocurría antes de que los gobernantes del mundo decretasen el cierre de sus fronteras por temor a ser contaminados por un virus que poco se conocía. La OMS ha sido duramente criticada por no haber declarado a tiempo una pandemia, por su insistencia en manifestar que no estaba en el aire y por no estar preparado para manipular esta enfermedad. El presidente Maduro manifestó "aquí nadie está preparado", efectivamente así es. Los humanos recordaremos este año 2020 como el más oscuro de la humanidad, el más nefasto para la economía global, al mismo tiempo el período que nos dejará varias lecciones, aprendizajes y desafíos como humanos, ya que inevitablemente la pandemia nos empuja como un catalizador a tener que desaprender, luego a aprender de esta profunda crisis, esto es prepararnos para todas las transformaciones políticas, sociales, económicas, ambientales, culturales y terminar con la extinción de este sistema perverso por la apertura de un paradigma más humano: el renacimiento de un nuevo Ser Humano.
Hasta ahora, el COVID-19 nos ha mostrado el otro rostro de los líderes del mundo, la injusticia que éstos han cometido al trasponer la economía de sus países, de sus intereses, sobre la primacía de la atención sanitaria de sus ciudadanos, la soberbia de no aceptar las críticas de la conducción de la pandemia, lo cual ha generado el incremento de la misma. Nos ha desnudado el rostro de la humanidad, el que se siente y palpa a pesar de cubrirse el mismo con una mascarilla, ese que no engaña, pero que a veces hiere, humilla, alerta, condiciona, protege, marca distancia, inhumaniza; pero que en su interior hay un ser cargado de temores, miedos, angustia, depresión e ignorancia. Es paradójico lo que el sistema nos inculca, te prepara para "ser alguien en la vida", porque si no eres un ignorante; te enseña desde muy chico a manipular celulares de última generación, computadoras con tecnología de avanzada; a operar equipos de última fase con mucha facilidad; pero no nos enseñan a enfrentar otros desafíos trascendentales como humanos que tienen que ver en realidad con nuestras vidas. Cervantes lo relata en su libro "El Quijote de La Mancha": luchamos contra tres grandes gigantes, querido Sancho, estos son el Miedo, que se apodera de los seres y los sujeta para que no vayan más allá del muro de lo socialmente permitido o admitido. La Injusticia, que subyace en el mundo disfrazada de justicia general, pero que es una justicia instaurada por unos pocos para defender mezquinos y egoístas intereses. Y la Ignorancia, que anda también vestida o disfrazada de conocimiento y que embauca a los seres para que crean saber cuando no saben en realidad, y que crean estar en lo cierto cuando no lo están. La ignorancia impide a los seres humanos ir más allá en la línea de conocer realmente y conocerse. Hoy el Coronavirus fortalece a estos tres gigantes, haciendo una humanidad más débil. A estos tres grandes monstruos sumo el Antihumanismo, ya que la crisis real es la ausencia de un alto valor de humanismo, porque estamos dejando de pertenecer a la especie humana para convertirnos en la peor barbarie donde pretendemos colocar a nuestros hermanos en la mendicidad y en el abandono.
Más allá de comentar acerca de esta enfermedad científicamente, es necesario que los humanos se pregunten e indaguen acerca de la razón de su existencia desde el plano cósmico, ¿cuál es el mensaje que el universo nos está dando y no vemos?, ¿para qué usar un tapa boca como mecanismo de prevención? Somos parte de este universo, compartimos con otros seres vivos, pero no supimos convivir con ellos; el medio ambiente agradece que estemos en cuarentena, porque el cantar de los pájaros se ha vuelto más sonoro como en la selva; las especies marinas regresaron a su hábitat y la capa de ozono cerró su agujero, entre otras tantos "milagros" que han ocurrido. La mascarilla nos obliga a guardar silencio para buscar dentro de nosotros lo que no hemos podido ver afuera, a hacer una pausa en nuestras vidas para retomar nuestro espacio interior como lo hicieron los delfines, a estar en conexión con nosotros mismos para batallar contra estos cuatro monstruos gigantes. Es triste ver cómo algunas personas por miedo a ser contaminadas, por ignorancia, maltratan a quienes han sido infectados, o a médicos y enfermeras por tratar con pacientes que tienen esta enfermedad. Las medidas de prevención como evitar los abrazos, o saludos de mano, o las visitas a casa, han transformado a las personas por seres más temerosos, paranoicos, depresivos, lo cual genera otros tipos de problemas de salud mental en el mundo, porque este sistema perverso e injusto te quiere controlar y qué mejor forma que hacerlo desde el miedo, porque no buscamos la verdad que yace dentro de nosotros, por ignorancia. En este caso, las medidas de prevención, incluyendo el aislamiento, deben reorientarse, educando a la humanidad en el manejo del miedo y empezar a generar los cambios para una sociedad más humanista. En este sentido, la Escuela de la Medicina Tradicional China puede realizar un papel muy importante, desde sus prácticas ancestrales, con una sabiduría abismal que el mundo desconoce demostrando a la humanidad que sí se puede llevar a la praxis experiencias para subsanar los males que la mayoría de la humanidad no logra contener. No serán las religiones, ni los santos, ni el capitalismo que salvará al mundo, será la constancia y aprendizaje de cada uno de nosotros, la experiencia sana y armónica para mantener el equilibrio en todo el planeta.