Primeramente debo decir que me refiero aquí a Maracaibo porque es la ciudad cuya realidad he podido constatar porque vivo en ella, ignoro si el fenómeno que voy a describir sucede en toda Venezuela, pero creo que sí.
El medicamento "Alpram" es una muy conocida benzodiacepina cuyo componente es el Alprazolam, y es utilizado principalmente para tratar estados ansiosos, de angustia y cuadros de insomnio. Recuerdo que cuando era pequeño escuchaba nombrar mucho el Lexotanil (Bromazepan); así escuchaba a propios y extraños decir "tomate (no tómate, porque así no hablamos en Maracaibo) un Lexotanil (otra benzodiacepina que se utiliza para lo mismo que el Alprazolam) para que se te quite eso", pero ignoraba de qué se trataba.
Ahora, hoy en día, cada vez que visito una farmacia en la ciudad, me percato de que siempre, sin falta, hay varias personas pidiendo Alpram, su consumo es masivo y seguramente no supervisado. Resulta obvio inferir de este hecho, que en Maracaibo hay muchísima gente ansiosa, angustiada, que busca aplacar su sufrimiento con estos fármacos. Cabe destacar que su valor (del Alpram) no es nada módico, es un medicamento caro (para lo que es el salario en Venezuela).
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2019 264 millones de personas en el mundo padecen de ansiedad recurrente, es decir, en forma de trastorno psiquiátrico, siendo España el país que más consume benzodiacepinas.
En cuanto a las causas, los investigadores señalan que el estrés excesivo, las alteraciones en el funcionamiento de alguno de los sistemas de neurotransmisores, la relación con enfermedades psicosomáticas y el resultado de la mala interacción de la genética de un individuo con el ambiente son los principales motivos de los trastornos de ansiedad.
El análisis de los expertos en el área en cuanto a las causas se queda, en mi opinión, muy corto y, de hecho, no va al fondo del asunto en su mayoría. En Maracaibo la gente hiperconsume este tipo de medicamentos debido a varias causas, pero la más frecuente es la enorme preocupación que significa vivir en una ciudad, en un país, en una sociedad muy enferma. La sociedad marabina está enferma de pobreza, de necesidad, de hambre, de niños en la calle, paradójicamente de consumismo, de presiones sociales tipo tienes que tener esto o aquello para ser alguien importante, de soledad (el hombre posmoderno no se acompaña, y en la era de los teléfonos inteligentes menos aún), de agresividad, de violencia, de egoísmo, de falta de cultura, de falta de educación, de una enorme falta de espiritualidad (no de religión).
La ciudad de Maracaibo está destruida, su gente vive de mal humor, presionada por conseguir cómo sobrevivir. Es un ambiente nefasto para la salud mental y espiritual. No voy a señalar aquí el consumo atroz de alcohol de nuestra población porque ello es harina de otro costal. El Alpram no cura, pero quita la "sensación", la desagradable sensación de ansiedad, de angustia. No existe, que yo sepa, estadística alguna sobre la materia; además a la salud mental nunca se le ha prestado atención ni en Venezuela ni en la mayoría de los países a nivel mundial.
La pobreza, la incapacidad de proveerse a sí mismo y a los seres queridos es una inagotable fuente de angustia, de ansiedad; aunque hay que decir, que el alto consumo de benzodiacepinas se da en todos los estratos sociales. Hay una angustia vivencial que no depende de los factores arribas señalados, es decir, es esa angustia que describe muy bien Unamuno en su libro "Del sentimiento trágico de la vida", y León Tólstoi en todos sus libros. Al vivir en una sociedad de consumo, se afinca el sin sentido en las personas, se siente un vacío inexplicable que se cree, ingenuamente, se puede llenar con cosas materiales o con un "mejor nivel de vida". Pero no, esa angustia no es material, es una angustia que proviene de la alienación, del extrañamiento de sí mismo, del "no tener de dónde agarrarse", del descreimiento en los valores humanos, en la moral y en la enorme importancia de la formación. Es, básicamente, un vacío existencial espiritual.
Decía Shopenhauer que el ser humano siempre anhela algo, siempre está angustiado por ese algo que desea y, una vez habiéndolo alcanzado se aburre y empieza a desear otra cosa; de manera que en el consumo no está la salvación. Mi conciudadano maracaibero es muy materialista, muy consumista, muy mal formado, muy poco habituado a la lectura, a las luces, y muy dado a esquivar de cualquier manera el tener que enfrentarse con las realidades de la vida. De allí su malestar (unido a todo lo antes dicho, claro está).
Varias cosas se deben hacer. En primer lugar, exigir que la atención psicológica mejore en los hospitales (que los medicamentos psiquiátricos tengan cobertura por el Seguro social) y que también sea cubierta por los seguros en clínicas privadas; hay que darle de una buena vez por todas a la salud mental la importancia que tiene. En segundo lugar, promover los valores y, para eso, creo esencial promover la lectura; en Maracaibo los libros son carísimos y la gente no tiene acceso a ellos, además de que ya no existen aquí Librerías del Sur, no hay librerías populares, es decir, la lectura es un lujo. En tercer lugar y aunque parezca lugar común, hay que mejorar las condiciones de vida aún con el bloqueo gringo, porque si bien es cierto (al menos para mí) que el espíritu va primero y el pan después, el pan sí es necesario, las buenas condiciones de vida dignifican, no queremos seguir viviendo en una ciudad fantasma, en una ciudad sombra, maltrecha, sucia.
Es un asunto complejo, pero hay que atenderlo. Hay que empezar por usar la estrategia de mirar hacia dentro de nosotros mismos, de tener conciencia de nosotros mismos, no seguir buscando causas exteriores a nuestras carencias vivenciales (atender nuestro espíritu es la única manera de disminuir el consumo de estas sustancias). Debemos cambiar nuestra manera de "vivir" (solo estamos existiendo), y, a partir de allí, llevar adelante las demás medidas propuestas. De no hacerse eso, mi ciudad seguirá siendo una ciudad Alpram. Hay que vivir, no basta con existir.