Lejos de lo expresado por analistas después de la disolución de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín que puso fin a la Guerra Fría, que establecían el fin de la confrontación ideológica y de gobernabilidad entre el capitalismo y socialismo, decretaban el fin de las ideologías y la entronización del reinado hegemónico del capitalismo a través de la instauración de una suerte de gobierno global. La realidad actual nos demuestra todo lo contrario. Por un lado, el despertar de los pueblos oprimidos en la búsqueda incansable de su redención social, enarbolan las banderas del socialismo, mientras el capitalismo tratando de mantener su statu quo, saca sus garras en un intento desesperado para someterlos.
En ese sentido, haciendo uso brutal de sus grandes medios globalizados de comunicación, emplean desinformación y propaganda negra al mejor estilo de Goebbels, con el fin de satanizar y estigmatizar a través de descalificaciones como: gobiernos inestables, democracias frágiles, poco colaboradores en la lucha contra el narcotráfico y, por lo tanto, hay que descertificarlos, en la supuesta lucha contra el terrorismo todos estos gobiernos forman parte del eje del mal, acusándolos de ineficientes y poco transparentes en la administración de fondos públicos, campaña dirigida de manera sistemática contra líderes y gobiernos progresistas que se han salido del control.
Para avanzar en su plan de aniquilamiento, en el interior de los países a través del financiamiento de organizaciones no gubernamentales y organizaciones con fines políticos, logran conformar quintas columnas mercenarias, que bajo promesa de conformar los futuros gobiernos, asumen el triste y deleznable papel de detractores, además de contar en oportunidades con anuencia y en otras con el silencio cómplice de los organismos tutelados, entre otros Organización de las Naciones Unidas y Organización de Estados Americanos. Quienes han llegado al descaro de debatir el desconocimiento de gobiernos electos, haciendo ver que la legitimidad de origen puede perderse por la legitimidad de ejecución, trampa avalada por ellos para justificar tanto el financiamiento de las desestabilizaciones internas como la arremetida mediática que los lleve a materializar golpes de Estado, como el caso de Honduras donde pese a existir una resolución de OEA calificando de facto el gobierno de Micheletti y ordenando el restablecimiento del hilo constitucional y de Manuel Zelaya en la Presidencia, ilegalmente efectuaron elecciones presidenciales y tanto organizaciones internacionales como gobiernos que se autodenominan democráticos han hecho reconocimiento público del fascista Porfirio Lobo como presidente.
En Venezuela, pretendiendo deslegitimar la institucionalidad y legalidad, hacen ver de manera maniquea que con más votos sacaron menos diputados, cuestión esta que es matemáticamente imposible ya que el artículo 186 de nuestra carta magna establece una base poblacional del 1,1% de la población estimada para la conformación de la Asamblea Nacional, como el Instituto Nacional de Estadística en el estimado poblacional de 2010 determinó que Venezuela cuenta con 28.832.004 habitantes, al dividirlo entre el 1,1 la base poblacional nacional quedó en 317.152, quedando claro entonces que el número de diputados y la conformación de las circunscripciones no obedece a una discrecionalidad de la ley y menos aún del ente rector electoral.
A esta cadena de desestabilizaciones se suma el zarpazo infructuoso dado a la revolución ciudadana del Ecuador, que igual al 11 de abril de 2002 en Venezuela donde se utilizó a la Policía Metropolitana, allá emplearon a un sector de la policía nacional.
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