Lo que quiero expresar de manera precisa y concreta es mi apoyo a la política internacional del Gobierno venezolano, nacionalista y antiimperialista. Son acciones y actos de los cuales hay que sentirse orgulloso y que distan mucho de aquellos Gobiernos que dejan que los conviertan en patio trasero de las grandes potencias, que se arrodillan ante sus designios, que se someten a las decisiones que se adoptan afuera. Triste y lamentable espectáculo que desarrollan gobiernos (con minúscula) que entregan su independencia y autodeterminación a cambio de pertenecer a la lista de los “amigos del imperio”.
Y ante las acciones del gobierno norteamericano, como las demandas interpuestas contra PDVSA, lejos de generarse temor o retroceso en nuestra tierra, lo que se produce es la reafirmación del orgullo nacionalista de nuestro bravo pueblo y la consideración de que el camino que se ha seguido es el que nos lleva a la verdadera independencia y al progreso y bienestar colectivos. Lejos de estar aislados según la opinión de algunos, hemos logrado desarrollar con firmeza vínculos con países con los cuales no habíamos tenido mayor relación.
En el siglo pasado, en el contexto de la llamada Cuarta República, nuestra relación era con Estados Unidos, de una dependencia total y absoluta que llevó a regalarles prácticamente nuestro petróleo. Hoy se lucha por obtener un precio justo de nuestro producto principal de exportación. Algunos sólo critican los convenios con países vecinos y hermanos, pero estos mismos críticos aplaudían el debilitamiento de nuestra industria petrolera hasta llevarla hacia su privatización, y el alejamiento de Venezuela de la OPEP.
Batallar por lograr la plena independencia no se funda en caprichos, en bravuconerías, hay razones de diversa índole que apuntalan este esfuerzo denodado; primero, por razones éticas, valores que no pueden ser enterrados, es búsqueda de la justicia internacional, de la defensa del principio de la autodeterminación de los pueblos, del rechazo de la ley del más fuerte. Pero además de razones morales, hay razones materiales, económicas; la pérdida de la autonomía en las decisiones, la entrega de nuestra soberanía, la sumisión ante el poder de la superpotencia, supone abrirle las puertas para que nos despoje de nuestras riquezas, para que las explote a placer, dejando sólo migajas y despojos. Sólo un reducido grupo de empresas transnacionales se llevarían los grandes beneficios, mientras el país va perdiendo su solidez y sus fortalezas.
De allí que debemos dar un paso al frente para defender la posición del Gobierno bolivariano y expresar el rechazo más contundente a las intromisiones que provengan de cualquier gobierno extranjero. Es una cuestión de principios y de supervivencia como patria. No hay excusa posible para entregar nuestra soberanía.
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