Las guerras sirven, entre otras cosas, para algo solo observado por los estrategos: medir capacidad y competencia de los contrincantes. Ante cualquier acción de guerra, los estrategos de todo el mundo se entregan a analizar mil detalles: cuántos soldados, cómo iban armados, qué armas utilizaron, cómo, cuándo, cuánto, para qué, etc.
Hay dos hechos recientes y relucientes que permiten medir la competencia profesional de estos estrategos: la invasión de Iraq y el secuestro de Rodrigo Granda.
Obviamente la inteligencia de los Estados Unidos o no existe o es incompetente o no le están haciendo caso. O las tres cosas, incluyendo las dos que se contradicen. Tampoco es que esa inteligencia es tan descollante. Ha cometido errores renombrados, desde Bahía de Cochinos hasta el Referendo del 15 de agosto pasado en Venezuela. Pero se supone que todo país, especialmente si está gobernado por un individuo que se califica a sí mismo de «presidente en guerra», debiera tener unos asesores de inteligencia más presentables.
No hablemos de las inexistentes armas de destrucción masiva de Iraq porque todos sabemos que eran un pretexto ramplón. Tampoco hablemos del atentado del 11 de setiembre de 2001. Dos hechos aconsejan posponer todo juicio hasta que aparezcan las pocas piezas del rompecabezas que aún faltan: su conveniencia tan obvia para la política guerrerista de la Casa Blanca y la intimidad entre las familias Ben Laden y Bush.
Pero sí podemos comentar la inadvertencia de que habría resistencia en Iraq. Aun sin contar con informaciones directas, puedo atreverme a formular algunas observaciones, a la luz indecisa de lo que dicen los medios occidentales más Al Yazira: los Estados Unidos no previeron este desastre.
El leyendario futbolista brasileño Garrincha estaba una vez en una reunión de estrategia de su equipo, que iba a enfrentar al de la Unión Soviética. Mario Zagalo, ponle, explicaba tú combinas a Tal y Tal combina a Fulano, Fulano a Garrincha y ¡zas! gol. Garrincha preguntó entonces:
—¿Los soviéticos no juegan?
Es decir, ¿vas a planificar todo como si los soviéticos fueran unos monigotes que no tienen su propia estrategia?
Así parece en Iraq. Los iraquíes eran espantapájaros que no iban a reaccionar. Reaccionaron. ¿Cómo no reaccionar? Es un país eso que llaman moderno, con un nivel educativo alto, con experiencia reciente y prolongada de guerra (diez años con Irán y la del Golfo), es decir, un país occidentalizado. Imagina que los aztecas o Guaicaipuro hubieran tenido carabelas y arcabuces. Los invasores lo sabían porque precisamente estaban acusando a Iraq de fabricar armas de alta tecnología. Respaldaron a un dictador como a ellos les gustan (Saddam Husseín), bombardearon, agredieron, sitiaron, irritaron a su población antes, durante y después de la invasión para derrocar al dictador. Saquearon sus tesoros culturales. Ahora ofenden de todos los modos posibles la ley y las tradiciones islámicas y torturan de los modos más atroces de la historia humana, etc. Ejemplo: una mujer se mancha una mano de tinta roja y embadurna el rostro de un torturado diciéndole que es sangre menstrual. Esta sangre es tabú en muchas culturas, incluso la nuestra, pero en la musulmana es un tabú catastrófico. El hombre grita que prefiere morir.
No hay modo de detener la resistencia. Destruyen una ciudad a sangre y fuego, Faluya, y sigue la resistencia. Imponen elecciones y sigue la resistencia. Los comicios, sin candidatos visibles, controlados por un ejército invasor, los ganan los chiítas, enemigos históricos de los Estados Unidos, aliados de Irán, donde gobiernan desde hace 25 años.
Luego del desastre afganí y de la debacle iraquí, insinúan invasiones a Siria y a Irán. Este país no está debilitado por diez años de bloqueo, como Iraq, y los Estados Unidos no la tienen fácil por muchas otras razones que no caben aquí.
En fin, o es una inteligencia incompetente o no le hacen caso. Ambas eventualidades son igualmente disparatadas.
Pero la guinda es lo que pasó con Rodrigo Granda. Aunque de escala muy menor, lo que deja ver a las clarísimas es grave.
Los Estados Unidos instigan y/o apoyan una acción tras las líneas, temeraria y torpemente ejecutada. A la luz del día el gobierno colombiano secuestra a un hombre de las FARC, en pleno centro de Caracas, con testigos a granel, y luego anuncia que lo capturó en territorio colombiano. Un grupo de intelectuales de talla mundial emite un comunicado de condena. El gobierno venezolano reacciona con rigor: o el presidente colombiano Álvaro Uribe pide perdón o no hay más gasolina barata contrabandeada de Venezuela a Colombia; no hay más comercio; se suspende el oleoducto que iría de Venezuela a la costa pacífica, que tanto conviene a Colombia; los colombianos de la frontera ya no podrán hacer mercado en Venezuela; baja el servicio eléctrico que Venezuela vende a Colombia. Respuesta del gobierno de Colombia: dos comunicados altaneros: «Sí secuestramos a Granda y violamos la soberanía de Venezuela, ¿y qué fue?».
La gente se le amotina a Uribe. Los pobres no le importan, pero sí la Cámara de Comercio Colombo-Venezolana, que se reúne con él y no creo que para prodigarle piropos, luego de las frondosas rondas de negocios con Venezuela. Varios columnistas del diario El Tiempo, conservador, amigo de Uribe, sin contar otros diarios y revistas colombianos, critican vivamente la actuación del gobierno colombiano.
El embajador de los Estados Unidos apoya sin matices los comunicados de la Cancillería colombiana. Washington presiona desfachatadamente a los demás gobiernos de la América Latina a fin de que coaccionen al gobierno venezolano para que cese su apoyo a las guerrillas colombianas, cosa imposible, porque jamás el gobierno venezolano ha apoyado esas guerrillas. Ningún gobierno latinoamericano cede a Washington. Ni siquiera los mas arrastrados. Más bien la Comunidad Andina de Naciones conmina a Washington a no meterse en un asunto de la familia latinoamericana.
Perdieron. Del peor modo posible: catastrófica, humillante y definitivamente. Como solo pierde la oposición venezolana.
Pasó lo impensable: el oligarca Uribe sufrió la máxima humillación: tener que llamar a Fidel Castro en persona para rogarle (ni modo que se lo exigiera) que intercediera ante Hugo Chávez. Me divierte imaginar el diálogo:
—Su merced que es amigo de Chávez, dígale que deje la verraquera esa que tiene conmigo.
—Bueno, yo voy a tratar, pero no te prometo nada porque armaste tremendo titingó metiéndote en un país a secuestrar a alguien ilegalmente, viejo.
—Pero bueno, yo se lo suplico a su mercecita, por la Virgen de la Caridad del Cobre, mire que aquí el país se me va a amotinar y su merced sabe cómo son los motines en Colombia. Su merced estuvo aquí cuando el Bogotazo.
En fin. Fidel medió, el canciller cubano Felipe Pérez Roque vino a Caracas discretamente. Chávez condescendió: Está bien, pero tiene que venir a pedirme perdón aquí. Uribe se enfermó y pospuso la visita. Cierta o no, la enfermedad prolongó la agonía. Todo para terminar diciendo que regresaba a Bogotá «chavetado» y no deschavetado como dijo un caricaturista compatriota suyo. Tanto nadar para venir a ahogarse en la orilla.
¿Conclusiones? Tantas. Trataré de resumir.
Primero: los Estados Unidos no parecen dirigidos por personas muy competentes allá que digamos.
El programa anunciado de Bush para su segundo mandato es declarar la guerra al mundo. Se escabechó la legalidad internacional de al menos 60 años, que, aunque limitadamente, había funcionado. Los Estados Unidos solos, a su solo e inapelable juicio, sin Naciones Unidas, deciden quién es demócrata y quién no y anuncian que apoyarán todo movimiento subversivo que se les pegue la gana apoyar. Jamás mencionan la monarquía saudita ni los gobiernos de Egipto y Paquistán, sus aliados. Tirano es Chávez, que ha ganado ampliamente nueve elecciones seguidas y respeta la libertad de quienes lo derrocaron en 2002. ¿Quién dijo que los votos de los desdentados legitiman? FoxNews sí.
Esa declaración de Guerra Universal induce también a todo el mundo a prepararse para lo peor. Corea del Norte advierte que tiene armas nucleares. No por fanfarronería, sino para disuadir locuras como las descritas. Lo malo es que eso funciona solo con gente cuerda.
Tengo gran simpatía por los enemigos racionales porque con ellos se puede negociar y hasta terminamos amigos. Pero ¿qué hace uno con alguien como Pirro, a quien no importa cometer errores garrafales que lo perjudican gravemente, con tal de hacerte daño? Colombia tuvo una victoria pírrica con Granda, porque sobrestimó su poder, pero los Estados Unidos tienen bombas atómicas y en sus victorias pírricas están causando daños devastadores, como los que causaron a Venezuela con el paro patronal de 2002-2003, del cual aún nos estamos recuperando.
¿No está la humanidad en el momento de más grave peligro de su larga historia de graves peligros?
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