Mientras los asalariados del mundo se pauperizaban aceleradamente, en su seno la clase obrera sufría su más férrea división. Sólo filósofos, sociólogos y algunos políticos lograron asimilar el mensaje de Carlos Marx y de Federico Engels en su memorable diagnóstico y tratamiento de la mórbida situación socioeconómica engendrada por el sistema capitalistas ya a finales de la primera mitad del siglo XIX (no hace mucho, si a ver vamos)[1].
La fracción de trabajadores fabriles, bajo la más inconsciente división del trabajo, unos como “manuales”, e intelectuales los otros, sometió su voluntad al capricho patronal y masoquistamente ha venido siempre colaborando con el explotador de turno, al punto de que con la mayor desvergüenza y baja honrilla se acostumbró a hablar de “rancheríos” para sus patios traseros donde cohabitan y sobreviven esos humildes y productivos trabajadores complementarios de la fábrica donde ellos obtienen una mejor renta que les permite la contrata del cachifaje que sabe, como ninguno de ellos, embellecerles sus sobredignificadas oficinas, quintas, vestíbulos y mansiones modernas.
Tan empobrecidos se hallaban los asalariados, que a finales del XIX terminaron estallando en las más cruentas luchas laborales que culminaron con el engañoso “Día Internacional del Trabajador”, mientras todavía sigue sin marcarse expresamente el “día del patrono”; será porque obviamente este ocupa todo el resto del año.
Bueno, ahora resulta que en esa infatuada Europa que luego de la debacle del barroquismo aristocrático del siglo XVIII, y del parabarroquismo que ella ha venido emulando durante estos 150 años, está llegando la hora de la pauperización de esa exquisita fracción obrera, la engañadísima clase media, misma que ha producido los más connotados Nobeles y apologistas del sistema que la explota como colaboradora incondicional y coexplotadora de los trabajadores productivos, habida cuenta de que los trabajadores de aquella fracción no lo son en los términos de la Economía Científica, no producen plusvalía, para ser más directos en nuestra calificación.
La flamante presidenta del (FMI) acaba de ser enfática y precisa:
“Una vez más, el organismo insiste en sistema de negociación de los salarios más "descentralizado" y que no dependa tanto de la marcha de la inflación. Es decir, pide una reforma laboral que rebaje a la vez el coste del despido y que eleve la productividad. Con estas medidas, en Washington esperan que se rebaje el alto paro estructural que acosa la economía española.”. Cursivas mías.
Se trata de una “genial” y densa sentencia de la alta burguesía, perfectamente elaborada para pasarle factura de recuperación dineraria a todos esos miembros de la clase media que estuvieron sirviéndole a unos patronos en contra de los trabajadores “manuales”, patrones que hoy le retiran todas las más importantes reivindicaciones que a punta de cruentes luchas, ejecutadas por los verdaderos trabajadores, ellos habían hecho suyas y que irónicamente les separaba traicionera y cegatamente de sus benefactores.
En ella, productividad significa tasa de ganancia, amenazada como se halla de seguir sujeta a la macroeconómica ley capitalista de la tendencia a la baja que tan premonitoriamente recogió Carlos Marx en El Capital[2].
Quizás ahora es cuando esté llegando a sus apartados oídos aquella clamorosa y desesperada invitación que les hicieron los nombrados, Carlos Marx y Federico Engels, al final de la obra citada al pie.
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[1] Carlos Marx/Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista.
[2] Carlos Marx, El capital, Libro Tercero, Sección III.
[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí, y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.
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