Bajó el telón: la guerra continúa

Con múltiples actos protocolares, como si la paz con justicia social reinara en el mundo, el Presidente Obama anunció que las tropas estadounidenses salieron de Irak para que sean los propios iraquíes quienes decidan su destino. Más de tres billones de dólares, alrededor de cinco mil muertos y unos miles de heridos estadounidenses dejan la guerra imperialista en Irak pero nadie sabe, a ciencia cierta, cuánto daño material, en historia, en infraestructura, en traumas y en vidas humanas de iraquíes causó la misma.

El Presidente Obama no fue a Irak para anunciarles a los militares estadounidenses su salida de Irak. Envió al Secretario de Defensa para el pequeño acto protocolar y les hablara a las tropas. Dos militares de raza negra y uno de raza blanca se hicieron cargo de las banderas como si en la sociedad estadounidense no hubiese ningún rasgo de racismo. Obama habló desde Estados Unidos y su fundamental argumento, para anunciar al mundo lo que él cree fue un triunfo estadounidense en Irak, es que ya nunca más Osama bin Laden volverá a caminar sobre la faz de la tierra. En definitiva: el goce de los invasores es la muerte de sus adversarios. Y en eso no se diferencian prácticamente en nada del terrorismo individual que cree que con su inmolación explosiva libera pueblos enteros desconociendo que son éstos quienes pagan las terribles consecuencias de sus actos particulares.

La inteligencia estadounidense no se ha detenido a pensar cuánto daño de fracturación y odio dejó insertado en la sociedad iraquí; cuántas condiciones objetivas y subjetivas adversas al status de convivencia social entre los iraquíes e incluso con sus vecinos; y cuánto daño sicológico extendió en la mentalidad de las tendencias religiosas y políticas para resolver sus disidencias o contradicciones sociales internas. Fue un daño terrible haciendo creer al mundo, los invasores, que fueron a liberar al pueblo iraquí de sus opresores. Los invasores se sintieron libertadores y no se han dado cuenta que la aplastante mayoría del pueblo de Irak los miró siempre como imperialistas, aves de rapiña, saqueadores, asesinos, malhechores, terroristas, violadores de los derechos humanos y del principio de la autodeterminación de los pueblos. Que existan iraquíes que aplaudieron a los invasores no significa que haya sido el pueblo de Irak.

Se retiran los invasores, bajaron el telón, falsamente creen que dejaron a un pueblo liberado y que siempre les agradecerá los genocidios que cometieron para esclavizarlo. Equivocados están los invasores que se acaban de retirar de Irak. En vez de una victoria sobre sus hombros se llevan los invasores una derrota que, tal vez, jamás reconocerán. La experiencia, la desagradable experiencia vivida y sufrida, en Vietnam no les ha servido de mucho a los invasores. Siguen creyendo que son los amos del mundo y los únicos llamados a tomar decisiones para determinar el destino de la humanidad.

Detrás, en el tiempo, de la salida de los invasores en Irak, quedan huellas imborrables de dolor mientras el capitalismo impere en el mundo. Y sobre miles de miles de cadáveres, miles de miles de heridos y lesionados iraquíes, y miles de muertos y miles de heridos estadounidenses y de otras nacionalidades que sirvieron de mercenarios al verdugo invasor, éste ha dejado firmado y sellado jugosos contratos económicos que favorecerán a grandes monopolios estadounidenses, que viene siendo la verdadera causa de la guerra imperialista en Irak. A la historia del genéro humano los hombres y mujeres pueden mentirle pero la realidad verdadera jamás, que es la suprema verdad de los hechos tal y como acontecieron.

Los invasores se retiraron y creen que dejaron una nación en paz. Saben, en verdad, que ahora la guerra es fisonómicamente interna entre chiítas, sunitas y kurdos pero, además, entre organizaciones y grupos políticos diferentes y entre clases sociales con intereses diametralmente opuestos en la sociedad iraquí. La retirada de los invasores no significa el silencio de las armas de la guerra. Demasiados dolores dejaron los invasores en Irak y los dolores son libertades que deben conquistarse y los grandes dolores del pueblo iraquí comenzaron con la llegada de sus invasores. Baste con saber que le destruyeron una parte y le robaron la otra de su historia pasada. Los museos y los archivos quedaron solitarios y tristes quién sabe hasta cuándo.

Los imperialistas saben, aunque no hayan leído jamás a Robespierre, que a los pueblos no les gustan los misioneros con bayonetas y, mucho menos, aquellos que pretendan imponerles a la fuerza ideas aunque éstas sean revolucionarias. Si bien eso no niega en sí mismo el ejercicio del internacionalismo proletario o revolucionario, en el caso de los imperialitas sus ideas son reaccionarias y sus intervenciones militares se realizan para despojar a los pueblos de sus riquezas naturales o someterlos bajo su dominación despótica. El invasor lo que hizo, amén de crear caos y agravar contradicciones internas en Irak, fue dejar mucho caldo de cultivo para la violencia social interna entre los iraquíes. El invasor sabía que no podía ganar su guerra, que poco a poco la resistencia le iba produciendo derrotas y debía retirarse dejando en el aire la ilusión o sensación que habían liberado al pueblo de Irak de todo rasgo de opresión social. Al invasor no le gusta reconocer sus derrotas.

Ahora, retirados los invasores y como debe ser, viene el incremento de la lucha de clases o político-religiosa por el poder político, económico e ideológico en Irak. Quieran el Dios Alá y el pueblo iraquí triunfe la causa del socialismo pero, creemos, eso es sólo una ilusión en este momento de la historia de Irak. Sin embargo, la retirada de los invasores es una victoria de la sociedad iraquí. Mientras tanto los imperialistas no aprenden nada o casi nada de sus derrotas. Y eso, en fin de cuentas, redundará en beneficio de luchas revolucionarias por el socialismo.



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Freddy Yépez


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