La Luna, posiblemente, de ahora en adelante, ¿quién sabe hasta cuándo?, dejará de ser inspiración para poetas y cantores porque los imperialistas la han convertido en una mercancía, un fetiche de la lucha de clases. Aquellos que han andado la tierra para sembrarla en bien de la humanidad son los que aprenden a respetarla y quererla como a sí mismos, pero quienes la miran -simplemente- como una mercancía productora de mercancías la convierten en fetiche, la depredan, la degeneran y le acercan –de manera trágica- su fin.
El mundo actual da pruebas que a los imperialistas les cuesta pensar por tanto pragmatismo de sus políticas de expansionismo y de rapiña. Por ello, tal vez, jamás se han imaginado que “Quien pretenda despojar a la luna del sol, corre el inminente riesgo de quedarse sin noche de estrellas y sin luceros”, como lo dicen los epanos en su libro “Simplemente: elucubraciones”. Por lo demás, los ideólogos del imperialismo jamás han querido darse cuenta que “el loco de la colina ve ponerse el sol, y contempla con sus ojos el mundo dando vueltas”, como lo dijeron un día Lennon y Mc Cartney. A los imperialistas, de tanto pensar en el dinero, no les importa que a todo niño o niña le llama la atención lo que desconoce pero brilla y que eso despierta espíritu de averiguar y de crear. La ignorancia es el arma más segura para tener esclavos y el capitalismo sin esclavos sería como la luna sin el sol.
Los imperialistas sueñan, incluso lo seguirán haciendo en el ocaso de sus vidas, con ser los amos del universo entero y que Dios, un día, sea el esclavo que les bendiga su riqueza. Claro, ellos no son tan pendejos o tontos para construir centros de sus recreaciones y orgías en las cercanías del sol, porque con solo pensar que la piel se les coloreará de negro les causa terror por tanto racismo acumulado en sus ideas y en sus acciones.
Los imperialistas creen que convirtiendo a la luna en una esclava de su economía dominarán el mundo a través de sus ojos pero, olvidan, que el sol es un Dios tan poderoso que puede achicharrar, en menos de lo que canta un gallo, a todos los impostores que se atrevan acercársele para hacerlo esclavo de sus fines. Los papagayos son cometas en manos de lo niños como las estrellas en manos del proletariado es luz sin fin luciendo para toda la humanidad.
Sabemos que la luna es el satélite celeste más cercano a nuestro planeta haciéndonos llegar su luz en un escaso segundo de tiempo. Es la consentida de las miradas nocturnas. Dicen que la naturaleza fue sabia al hacerla bella de lejos y llena de cráteres su cara para que nadie se la robara. Ya, dicen, el hombre llegó a poner sus pies en la luna. Fue entonces cuando un anciano acostumbrado a contar estrellas y luceros en su loca imaginación de astrónomo, dijo: “Pobre luna, tan cerca de la tierra y tan lejos del sol”.
Tal vez o quizás, eso lo desconocen o no les importa a los imperialistas, lo que más se parece a la luna es una mujer y por ser mujer hay que respetarla y admirarla. Así podemos descubrir que luna menguante es el momento en que ovula y está apta para salir en embarazo; que media luna es cuando desnuda se entrega a los brazos y placeres del sol para que la preñe; que luna llena es el período en que da vida a la formación del lucero en su vientre; que luna nueva es cuando da a luz el lucero; y que luna creciente, es cuando presenta a la galaxia el bautismo de su lucero hijo como testimonio del crecimiento de su familia. ¡Maldito sean quienes eso no respeten y no admiren!
Creo que fue un Monseñor o, mejor dicho, no recuerdo bien quien en la obra de Víctor Hugo “Los miserables” dijo que la más hermosa palabra para identificar la bondad de Dios era “misericordia”. Entonces, que Dios y Víctor Hugo me perdonen si estoy errado, pienso que entre los nombres preciosos para identificar el universo está: “luna de miel”.
Hace unos cuantos años pensé, lo escribí y hasta lo publiqué que la luna sería privatizada y que una perrita Laika no podía competir con los astronautas del imperialismo. La carrera por el espacio, tan apresurada como la hicieron los imperialistas pero igualmente lo que se conocía como Unión Soviética, era para incrementar el hambre y el dolor de la mayoría de la población del planeta y satisfacer las orgías mentales de las elites que han dominado la economía de mercado. Allí está el resultado de que una propiedad social es convertida en propiedad privada: la luna será incluida como una nueva estrella en la bandera de Estados Unidos. Y eso nos llama a hacernos las siguientes preguntas: ¿quién será el amo del aire? ¿Cómo nos lo venderán? ¿Qué pasará si llega el imperialismo a presionarnos mediante la negación de la mercancía aire? ¿Hasta cuándo lo pueblos –en general- y el proletariado sin fronteras –en lo particular- se van a calar las atrocidades del imperialismo? No creo que tengamos que esperar ese trágico y mortal momento en que el imperialismo nos anuncie que es el único propietario de las nubes, las aguas, las neblinas, las nieves y del aire.
Si algo está en su punto especial para que se produzcan revoluciones proletarias o socialistas son las condiciones objetivas. Lo lamentable, lo profundamente lamentable y hasta injustificable es que no existan las condiciones subjetivas que viene siendo como el Estado Mayor que dirige un ejército en la lucha de clases. Mejor dicho: hace falta una idónea y acertada dirección revolucionaria, fundamentalmente, en los países de capitalino altamente desarrollado.
“Padre nuestro, que estás en el cielo, santifica al proletariado y que si no quiere sea en tu nombre lo haga en nombre del porvenir y la redención social de la humanidad por lo cual, piénsalo bien, no le des pan pero tampoco le pidas que perdone a quienes le explotan y oprimen. No permitas que siga cayendo en la tentación de la resignación ante las tropelías que acomete el capitalismo contra la mayoría de los seres humanos vivientes en la tierra y oblígalo a librarse del mal para que triunfe el bien, que Marx y los comunistas los apoyarán con todas sus fuerzas espirituales y físicas. Amén”.