La primera cuestión que considero hay que analizar al referirnos a las elecciones del 14 de abril, es saber quiénes estaban confrontando en las urnas; no qué candidatos, sino qué proyectos y a qué intereses respondían a cada uno de ellos.
Todos los militantes revolucionarios somos conscientes que uno era el proyecto antiimperialista y socialista, y el otro el proyecto pro imperialista y capitalista rentístico –aunque disfrazado, en el discurso, de proyecto capitalismo autónomo o desarrollista–. Esta obviedad –para los revolucionarios al menos–, debe de conducirnos a evaluar correctamente la dimensión del triunfo chavista del domingo pasado. La pelea entre David y Goliat nuevamente fue a favor del primero. Y eso no es poca cosa.
Aunque con una escasa diferencia, pero diferencia al fin, la Revolución pudo imponerse a los intereses no sólo de la poderosa derecha local, sino también al poder imperialista mundial, al capitalismo en su conjunto, a esa suerte de Santa Alianza que nuclea a las élites internacionales que desean acabar definitivamente con el bolivarianismo.
No era solamente a Capriles y la MUD a quien enfrentamos el 14 de abril. Fue al imperialismo mundial a quien enfrentamos. No podemos entonces analizar los resultados de estos comicios sin relacionarlo al contexto internacional y a la totalidad de las fuerzas en pugna. Confrontamos contra el gobierno yanqui, el español, el canadiense, a la Unión Europea, contra los organismos internacionales imperialistas, contra todos los gobiernos de derecha latinoamericanos, contra toda la rosca oligárquica mundial; los medios de comunicación masivos en manos del capital, la poderosa cultura dominante nacional y planetaria, etcétera. Unos pocos millones de venezolanos y venezolanas contra el inmensurable poder económico, militar, mediático, propagandístico, cultural e ideológico del gran capital.
La piedra de David nuevamente volteó a Goliat. El triunfo, viéndolo desde esa perspectiva, fue inmenso. Y más aún si lo medimos teniendo en cuenta la ausencia física del líder de la Revolución. Creo que nosotros –por razones emotivas fundamentalmente–, no mensuramos en su cabal dimensión esa pérdida. Pero la derecha sí supo aprovechar la nueva situación, inclusive girando discursivamente su original propuesta neoliberal hacia una propuesta más vinculada al desarrollo de un capitalismo autónomo, dándole así cierta consistencia a las promesas vacías de progreso, trabajo, futuro… La causa de la Patria había perdido a su principal combatiente, y si bien sus enseñanzas estaban en la mente y el corazón de los bolivarianos, su ausencia física se notaba significativamente.
Nosotros fallamos en el diagnóstico, cosa que hay que revisar meticulosamente porque delata una falta de comunicación peligrosa entre el pueblo y el gobierno. También subestimamos el poder del enemigo y con ello, algo muy preocupante: nos llenamos de triunfalismo y soberbia. Pero el análisis a fondo de las causas por las que perdimos una cantidad considerable de votos será tema para otro momento –que tendrá que ser a la brevedad–, siendo de manera colectiva y pública.
En esta breve nota lo que queríamos puntualizar es el hecho que valoremos bien la dimensión del triunfo. Estuvimos a punto de perder, es cierto. Pero una vez más le ganamos al poder capitalista mundial. Sobre esa fortaleza tendremos que trabajar para obtener nuevos triunfos que sirvan para profundizar la Revolución y seguir construyendo la independencia y el socialismo. Y sobre este inmenso triunfo también, evaluar profundamente el proceso para aplicar los correctivos pertinentes.
No es hora de grandes festejos, pero menos de angustias y remordimientos. La situación actual amerita una fuerte revisión, corrección, crítica y mucho trabajo. Tenemos que avanzar en ofensiva revolucionaria, pues solo así recuperaremos la confianza y la conciencia de las grandes mayorías venezolanas.
Nuestro Presidente Nicolás Maduro fue claro en su campaña electoral, y todos y todas debemos ayudarlo a gobernar con el Plan de la Patria. Irreverencia en la discusión y unidad en la acción. Le ganamos al imperialismo y a la oligarquía, pero éstas nos enseñaron también que no nos podemos permitir un gramo de distracción. De ahora en más, toda acción de ineficiencia, cansancio, desmoralización e irresponsabilidad tendrá que ser sancionada con toda la fuerza del poder revolucionario.
fernando.bossi.rojas@gmail.com
*Director del Portal ALBA y de la Escuela de Formación Política Emancipación