Otra Asamblea General de la ONU, otra patada a la mesa del orden internacional. ¿O más bien otra cucharada de una medicina que ha demostrado no curar nada pero si catalizar las peores enfermedades?
Nuevas intervenciones ejemplares, nuevos reclamos necesarios, nuevas denuncias contundentes y la vieja apatía de los poderosos: tal es el ciclo que en cada nueva Asamblea nos arranca una profunda emoción por escuchar en boca de alguno de los líderes que alza su voz eso que quisiéramos gritarle al mundo (lo cual por fortuna sucede cada vez con más frecuencia), nos despierta la ilusión de haberse abierto una nueva oportunidad de justicia mundial…. pero de nuevo el portazo en la cara cuando tras mucho oír –o poco, da igual-, los poderosos vuelven a imponerse soportados en una institucionalidad que es estructuralmente injusta, que menciona la igualdad mientras práctica esa rara ecuación que lleva a que haya algunos más iguales que otros; donde el derecho de las mayorías se limita a permitírsele quejarse o no de las decisiones que inconsultamente toma una ínfima minoría que sigue fiel al reparto del mundo posterior a la II Guerra Mundial. Si para Gardel en Volver, “20 años no son nada”, para la ONU 70 parecen tampoco serlo: ha pasado casi ese tiempo y algunos con trasnochadas pretensiones de mantener al mundo como su patio trasero, se niegan tercamente a aceptar que el planeta ya no obedece a ese espurio reparto del que fue objeto, cual sangriento botín de guerra.
Esta nueva Asamblea General será “histórica” como han sido muchas anteriores: por haber sabido conjugar magistralmente el mucho decir con el poco hacer. Y es que la ONU podrá seguir haciendo loables esfuerzos en muchas materias, pero mientras conduzca sus acciones políticas fundamentales desde la voluntad de unos pocos, parecerá que siempre nos han tenido engañados y que sus siglas lejos de significar Organización de Naciones Unidas, tristemente se traducen mejor como Organización Naturalizadora del Ultraje.
¡Cuánta falta hace una en la que Pueblos y mandatarios presionen para que la estructura de la ONU cambie y sirva para lo que debe: ayudar a resolver los muchos problemas del mundo y no crear nuevos y más graves!
¿Qué hacer? Denunciar, si, pero especialmente hacer para que se produzca el indispensable e impostergable cambio. Pues ya lo dice el refrán: quien vive de ilusiones, muere de desengaños.