La mayor guerra de intervención y la sobrevivencia de miles hacen del sostenimiento político de la República Siria un verdadero milagro. Damasco ha estado inmersa en el corazón de los conflictos del Medio Oriente. Cada fin de año la temperatura desciende hasta cinco grados centígrados y en algunas partes queda bajo cero. Su aeropuerto internacional está en la capital y en las navidades occidentales del 2012 grupos de terroristas sumados en 25 nacionalidades para aquel momento —después pasaron 80 las naciones que buscaron derrotarlos— intentaron tomarlo militarmente. Inmediatamente las autoridades militares lo impidieron a toda costa. Los resultados: 3.700 fallecidos, 3.000 mercenarios sidafistas e islamistas y el resto soldados del presidente
La respuesta militar fue dejarlos en los sitios donde cayeron abatidos, esto sirvió de escarmiento a las bandas de violentos, quienes intentaron bajo amenaza terrorista aniquilar un gobierno constitucional.
Días antes un joven diplomático tomaba la última foto a un amigo, era el conductor de la embajada venezolana en Siria la cual estaba en medio de la cruenta guerra de intervención. Como la inflada resistencia occidental iba perdiendo, entonces intensificaban la utilización de los carros bomba, muchos explotaban sobre el centro de Damasco, pocos lograron ser desactivados. Suena el celular del conductor, le piden ayuda, un fuerte explosivo acababa de ser activado, a pesar que su esposa trató de persuadirlo, él fue a ayudar, su sentimiento pudo más y sin dudarlo se despidió con la confianza que le quedaba, marchó a toda velocidad, pero al llegar al sitio otro explosivo esperaba y voló sus esperanzas.
Estos actos y la respuesta del Estado lograron desinflar y desvanecer las posibilidades pírricas de victorias terroristas. En tres años y tanto de conflicto, la guerra dejó más de 128.000 fallecidos y estiman que las bandas terroristas superaron los 150.000 infiltrados.
Todas estas fuerzas eran financiadas desde la petromonarquía de Catar, país miembro de la OPEP y encargados de jugarse la suerte de los 22 países árabes, quienes aspiraban luego de derrotar a Siria, hacer lo mismo contra del país Persa, donde está situada la base central Chií, Irán, quienes son los dueños del obstáculo internacional de más importancia a nivel mundial: el Estrecho de Ormuz, donde diariamente transitan 17 millones de crudo de las petromonarquías.
Si algún día Ormuz es cerrado los precios del barril de crudo dejarán de tener barrera, pues se interrumpirá el suministro diario del 20% del consumo mundial de petróleo y sus derivados.
Mientras esto sucedía y se consumían los inesperados escenarios, una acomodada oposición redactaba guiones desde Turquía y Francia. Naciones infiltradas encargadas de asumir el sentimiento de la disidencia Siria, a pesar que la nueva constitución cuenta con el respaldo del 99% de la población y la misma oposición interna desconoce los oscurecidos gritos lanzados desde el exterior, pues excluyen y desechan sus opiniones.
Esos recientes movimientos otearon vestigios que intentaron derrocar a Bashar Al Assad, pero el apoyo de muchos, incluyendo las declaraciones del Primer ministro ruso Dmitri Medvedev desmontaron toda acción militar internacional interventora y la defensa de Siria no se interrumpió, pues el espejismo que la cognición occidental tristemente llegó a imaginarse no pudieron alcanzar a celebrarlo.
La oposición detallaba que “los errores de Bashar habían sido graves”, mientras negociaban con la franquicia de mercenarios más grande del planeta, la reunida alrededor del Golfo Pérsico, financiada por las petromonarquías de Catar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahréin y sobre todo Arabia Saudita. Esta inmunidad extraterritorial dio lugar al vulgar derecho de la participación de mercenarios, asesinos a merced de un sueldo diario. Pero todo no acabó allí. Israel aprovechó el caos y realizó bombardeos con sus súper cazas de combate, destruyendo diversos objetivos cercanos a la capital Damasco.
El más bajo de los acuerdos internacionales se vio con tras la vulgaridad internacional reunida por la cuota en dólares impuesta por la Organización de Naciones Unidas, intentan intimidar, mientras avalan a una cofradía arrepentida de sicarios mundiales capaces de justificar cualquier acción fuera del alcance de las extraviadas leyes internacionales, códigos distantes que buscan lograr justificaciones tras constantes arremetidas e invasiones, más los magnicidios, envenenamientos y amputaciones.
Los centros de operaciones hoy están en Siria y Libia, antier fue en Irak, mañana será Irán y prontamente Venezuela. Las nuevas guerras van teledirigidas en contra de algunos países de la OPEP considerados terroristas: Argelia, Irán, Irak, Libia y en la mira Ecuador.
Todo esto es arrastrado por el control de un petróleo barato. Ciega imposición de quienes dirigen el arsenal de guerras sobre el planeta, dueños de las apetencias de las 50 economías más poderosas del planeta quienes tratan por todos los medios de mantener su absurdo estatus internacional a costa de los muertos que sean necesarios.