Para entender las razones de porqué se ha desatado una especie de locura imperial y de los yanakonas internos queriendo acabar, -ahora sí-, con el proceso de cambios iniciados en el año 1999, a partir de la promulgación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; debemos comenzar por el escenario geopolítico mundial.
El imperio se encuentra un pleno ocaso, su modo de vida está amenazado debido a una crisis energética producto del mismo consumo desmedido y de que entre otras razones se les acabaron las reservas petroleras. Por ello el desespero de optar por métodos de fracturación de la roca para obtener hasta la última gota de hidrocarburo para con ello atacar el precio del petróleo y desestabilizar la OPEP.
Por otra parte, el propio imperio conoce -porque así se lo informa su servicio de Geología, a través de la Agencia de Información de Energía- que la mayor reserva petrolera del mundo reposa en la Faja Hugo Chávez Frías ubicada en el Orinoco, y que no es cierto que sea de 278.000 millones de barriles de petróleo, sino que en realidad hay depositados bajo el subsuelo del Orinoco 517.000 millones de barriles de petróleo extrapesado, ósea, petróleo para 500 años al menos.
Y esta es la razón fundamental del recrudecimiento del bloqueo contra Venezuela que ahora no sólo es encubierto sino que además se exhibe como un logro por parte de la derecha nacional que saliva profusamente.
Comenzó con el bloqueo militar: se nos negó venta de repuestos para nuestros aviones F16 y demás unidades militares lo que obligó a Chávez a buscar nuevos proveedores y en donde aparece Rusia y China como protagonistas. Hasta el día de hoy el bloqueo militar se mantiene incólume.
Pasó por el bloqueo tecnológico negándonos la posibilidad de adquirir equipos médicos modernos, maquinarias para la construcción y la producción de alimentos o productos terminados varios, derivados del petróleo, etc… para enfrentar esta circunstancia Chávez acudió a otras alianzas internacionales con Cuba, China, Irán, entre otras naciones.
Luego, el bloqueo aumenta después del golpe de Estado de 2002, cuando desde los organismos internacionales tales como la Comisión Interamericana de DDHH, la Corte Interamericana de DDHH y ahora más recientemente, la propia ONU -a través de sus grupos de trabajo infiltrados por enemigos de sistema político venezolano- y el parlamento Europeo, constantemente se pronuncian contra el país y lo condenan para mostrarlo como un sistema antidemocrático, con categoría de forajido.
Otro aspecto del bloqueo es el implementado desde las calificadoras de riesgo quienes de forma unilateral, sin utilizar ninguna lógica económica para ello, califican a Venezuela como un país de altísimo riesgo y donde los intereses por los empréstitos que pagamos son sin lugar a dudas, los más altos del mercado financiero internacional y quizás del mundo.
El ataque contra nuestra moneda no ha cesado y esto obligó a Chávez a decretar un control de cambios que impidiera la salida abrupta de capitales que buscaba quebrar al país: hoy en día el ataque no ha cesado, mas bien se ha incrementado, y lo más triste de esto es que hay personajes que se dicen venezolanos que apuestan a ello, y trabajan sin cesar todos los días para que esto suceda, y además resultan beneficiados directa e indirectamente de los resultados de estas especulaciones financieras internacionales.
El control desafortunadamente muestra síntomas de desgaste, debido a varias razones, entre ellas, por el ataque que desde el exterior se la hace a la moneda, fijando un precio arbitrario para el cambio bolívar/dólar que no responde sino a factores especulativos con profundas raíces en mafias contrabandistas de la frontera colombo venezolana, las casas de cambio en Cúcuta y sus redes que se extienden hasta Miami, otro centro de la conspiración contra Venezuela, que trabaja las 24 horas del día los 365 días del año sin descanso. Ahí tenemos al famoso dólar paralelo que utilizan los “industriales” para fijar los precios de bienes y servicios en el país negándose incluso a implementar el PVJusto.
El bloqueo ahora se extiende a otras áreas de la economía y la actividad política del país: campañas para alertar a viajeros de que no viajen a Venezuela, bloqueo aéreo (en franca violación del Convenio de Chicago, viajar de Bogotá a New York en primera clase cuesta alrededor de 750 dólares, el mismo destino pero partiendo de Caracas –que está mas cerca en términos de millas- cuesta 4.000 dólares), bloqueo en el suministro de repuestos automotrices, equipos médicos, maquinaria pesada, medicinas, tecnología y pare usted de contar.
Pero este bloqueo no declarado pero sí aplicado a Venezuela, no se conforma y ahora viene en una nueva modalidad más cruenta y peligrosa: los “industriales” que se dicen venezolanos decidieron que no soportan tener que compartir sus ganancias con los pobretones venezolanos a quienes Chávez y Nicolás decidieron apoyar, y que la renta petrolera debe ser para ellos y para sus generaciones, que son la únicas reservadas por Dios a dirigir el destino de Venezuela, en una especie de evocación trasnochada de la tesis “del destino manifiesto” en el que Bush y otros genocidas, creen les corresponde para guiar al mundo entero.
Este bloqueo está funcionando además internamente: inflación inducida desatada, acaparamientos, la baja inversión en tecnología para aumentar la producción lo que se traduce en bajísima productividad de la industria nacional, distribución zonal de los productos de manera irregular, todo ello aderezado por el contrabando de extracción que significa según palabras del Presidente Maduro mantener a tres países: a Colombia y sus quince millones de habitantes en la frontera, a los acaparadores y contrabandistas y a los propios venezolanos a quienes nos cambiaron nuestro patrón de consumo y que ahora –gracias al poder adquisitivo que tenemos- podemos comprar dos o tres veces lo que realmente necesitamos, en una especie de locura y neurosis colectiva.
Todo esto sucede ante el peor de todos los bloqueos: el comunicacional. A Venezuela le han aplicado un “armagedon comunicacional”, se han dedicado páginas completas durante los últimos 15 años en diarios, libros, páginas web, películas, series, premios, líderes de opinión nacionales e internacionales haciendo la más vulgar propaganda de guerra contra el país. Lo preocupante es que nuestra política comunicacional ha sido tímida y en algunos casos, en otros funciona la tesis del avestruz, o en otras funciona aquella consigna de Eudomar Santos en “por estas calles”: como vaya viniendo vamos viendo.
Que nos queda entonces: primero comprender que estamos frente a un bloqueo similar, muy similar al Cubano, con otros matices y bajo otras circunstancias, que pretenden quebrarnos emocional, física, mental, económica y financieramente; segundo identificar quienes son nuestros enemigos en esta guerra: no es precisamente el gobierno quien está interesado en quebrar la economía y provocarnos molestias, colas y demás maluqueras: no, es una burguesía parasitaria y antivenezolana que quiere quebrarnos moralmente y que con base en esta estrategia de guerra informativa, económica, financiera, monetaria, comunicacional, aplicando operaciones psicológicas y de control reflejo de avanzada pretende que votemos contra nosotros mismos en el 2015, y así ellos lograr acceder al poder para desde allí implosionar definitivamente al proyecto constitucional; tercero: ante esta realidad debemos armarnos de conciencia, paciencia, fuerza, unidad, seguir luchando y resistiendo, exigiéndole al pueblo organización y al gobierno mano dura y eficiencia en la gestión. Llegó la hora de las definiciones: en honor a Chávez y a su sacrificio, no vale rendirse.
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