Hace apenas unas semanas la oposición venezolana acudió a la OEA, en Washington, para pedir la Carta Democrática contra su país. Su Secretario General y Ministro de Las Colonias para América Latina de los EE.UU., Mr. Luis Almagro, escuchó la exposición de sus visitantes y, apenado quizás porque se descubriese que su única misión en el organismo es sacar a Venezuela del panorama político de Suramérica (luego vendrá otro Secretario General), no declaró nada importante. Pidió a la oposición información adicional para que él, según el artículo 20 de los estatutos de la Carta Democrática Interamericana (CDI), pueda convocar al Consejo Permanente sobre la base de que en Venezuela hay ""una alteración del orden constitucional que [afecta] gravemente su orden democrático".
Posteriormente, el 6 de mayo de 2016, en el Consejo Permanente de la OEA, en reunión extraordinaria solicitada por la misión venezolana para "decir la verdad" sobre el país y las maquinaciones que contra él se gestan, incluyendo la conspiración misma de su Secretario General, que sólo sueña con la aplicación de la CDI, la canciller de Argentina fue enfática al afirmar que su aplicación es "apresurada".
Luis Almagro, sentado al lado de la jefa de la delegación de Venezuela, oyó impasible las acusaciones de Delcy Rodríguez, en especial esa que en nada le ofendía: dizque cumple órdenes de su amo imperialista, los EE.UU., delirante potencia invasora que sueña con meterle las manos al petróleo del país bolivariano. Pero lo que no le pareció, según el incómodo cambio de colores de su rostro ante los presentes, fueron las palabras de la canciller argentina. ¿De qué se trataba? No lo podía creer. ¡Es la canciller del país cuyo presidente antes de llegar a la presidencia prometió votar por aplicarle la CDI a Venezuela! ¿Qué ocurría que sus dueños no le informaban bien?
Una semana después, el 11 de mayo Dilma Rousseff fue suspendida por el Senado de su país durante 180 días a efectos de iniciarle un proceso en su contra, y ello coincidió con el final del silencio del inefable Almagro, todavía arrastrado desde su reunión "insultante" con la canciller venezolana, a partir de la cual lo único que había musitado era que revisaba la solicitud de la oposición venezolana.
Ya fuera Dilma del juego, esto es, dominado ahora Brasil por la derecha, con voto seguro en contra de Venezuela en el seno de la OEA, Almagro sonríe triunfal y se anima a escribir en su cuenta revanchista de Twitter que la CDI contra Venezuela sí va, que "La situación en Venezuela está por encima de lo electoral. Un poder del Estado ─la Asamblea Nacional de Venezuela─ me solicitó acción urgente como Secretario General de la OEA", [y yo ─falto que escribiese─, ni corto ni perezoso, no puedo negarme a los planes de los EE.UU.]
Hecho el trabajo de la derecha política en Argentina y Brasil, resta ahora ir por las joyas de la corona, Venezuela. El "patriota" Almagro enumera las siete plagas que invocará para justificar sus acciones contra el país, llamando al Consejo Permanente de la OEA, según la atribución que le confiere el mencionado artículo 20: "los DDHH, el poder judicial, presos políticos, […] la escasez [de] alimentos-medicinas, [el] equilibrio de poderes y […] la corrupción en Venezuela". No hay la taxativa evidencia de que Almagro recibió la llamada telefónica desde los EE.UU. para "apretar" contra "los hijos de putas comunistas" de Venezuela, ahora mismo, en este momento golpes de Estado, pero la imaginación es grande.
Se tiene, pues, por inferencia que los EE.UU. con su Almagro en la OEA y su oposición política dentro de Venezuela arreciarán contra los poderes constituidos, considerando que es el día D del desembarco, ataque y posterior saqueo. Por definición humanista de la izquierda, esa izquierda fofa de los idealismos, el país luce en desventaja, con prohibición constitucional de aliados dentro de su territorio (ni bases chinas ni rusas), insuficiente dotación defensiva para defender por sí sola sus riquezas ingentes, frente a las tropas estadounidenses establecidas en las bases militares de Colombia, Puerto Rico e islas antillanas, listas para el zarpazo.
En política y guerra se sobrevive con aliados. Hugo Chávez mismo había dicho que la revolución es pacífica, pero no desarmada, aludiendo a la confrontación tradicional de la izquierda contra el imperialismo, y a las sociedades de Venezuela establecidas con otros países potencias en materia militar. Es claro que Luis Almagro es un hombre desalmado y sin raíz en la patria grande, utilizado como ariete para que el demonio de la guerra entre a Venezuela. Urge al país abrirse, perentoriamente, a una alianza viva y física con otros países, como la que ha poco se concretó entre Rusia y una Siria en situación de guerra.
Blog del autor: Animal político