Muchos analistas no cesan de hablar sobre la moda de una nueva "ideología" y "estilo político" que viene imponiendo el magnate norteamericano y nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, en la Meca del capitalismo global. Los poderosos medios internacionales y la vieja clase política estadounidense desplazada se muestran alarmados por la impredecibilidad de un hombre a quien definen de "imprudente", que sólo conoce de negocios, más que de diplomacia e ideología política imperial.
Lo cierto es que el sensacionalismo político que se vive Estados Unidos, y en buena parte del mundo occidental, ha puesto a pensar a muchos. Gracias a la propaganda que posee a favor y en contra, el magnate presidente estadounidense podrá vender desde hoy, también, la franquicia de su apellido no sólo para estamparlo en las torres empresariales, empresas de bienes raíces, etc., sino para hacer de él un nuevo partido e ideología política: el "trumpismo".
Para quienes lo apoyan, Trump es un pragmático a ultranza; un "nacionalista" con los pies plantados en la tierra, realista y conocedor de las necesidades en casa. Para otros, es simplemente un loco xenófobo ultraderechista.
A Trump lo respalda una base electoral disociada y enfurecida contra la vieja clase política que históricamente ha dominado ese país. Muchas de estas personas son abiertamente racistas, perteneciente a las clases media y obrera blanca estadounidense que consideran a la emigración latina, particularmente a los mexicanos, y también a los musulmanes, como la mayor amenaza a su "identidad" y "estilo de vida", porque además, dicen, "ellos roban sus puestos de trabajos". También lo siguen quienes aceptan la represión policial contra las comunidades afroamericanas.
Sin embargo, y para decepción de estos, Trump es parte del mismo sistema que los ha empobrecido y no aporta nada nuevo para salvar a la clase media y rescatar el "sueño americano". Su promesa económica proteccionista y neokeynesiana ya fue experimentada en el pasado por el entonces presidente Franklin Delano Roosevelt con pocos y decepcionantes resultados.
El trumpismo es una farsa ideológica; es pura y vulgar demagogia propagandista. La crisis estructural del capitalismo que finalmente reconoce el magnate presidente estadounidense no podrá ser resulta mediante políticas económicas que reproduzcan el mismo sistema. El capitalismo ha fracasado.