El diablo, ese que dejó impregnada con su hedor sulfuroso la tribuna de la ONU (Chávez dixit) anda suelto haciendo travesuras por todo el mundo, incluido su propio infierno en el que legaliza la tortura, cual moderno Torquemada, y construye el muro de la ignominia para protegerlo de diabluras extrañas. Le invito, amable lector, a proveerse de la debida protección antigases para seguir la pista de sus locuras por algunos sitios de la sucursal latinoamericana del averno.
En Bolivia, Evo Morales hace frente a la conjuración de la alianza de las extremas derecha e izquierda para impedir que la alternativa nacionalista trascienda en la refundación del estado boliviano. Los enfrentamientos en Hunani entre mineros independientes y los asalariados de la empresa estatal; los paros de transportistas, así como los afanes separatistas de las provincias ricas, no son sino los prolegómenos de un anunciado golpe de estado militar. Las minas son de estaño, pero emanan azufre.
En Venezuela, ante el imparable triunfo de Chávez en la reelección, lucifer urde la trama para intentar la separación del Zulia y todo su potencial petrolero. Son previsibles los titulares de los periódicos y los noticieros de la televisión del día 4 de diciembre próximo, al unísono denunciando un pavoroso fraude electoral en contra del candidato opositor, casualmente gobernador zuliano, y preparando las condiciones para la guerra civil.
En Brasil, el guión trazado se sigue puntualmente. Se permitió el acceso al gobierno por la izquierda, previamente encadenado a compromisos neoliberales, para dar lugar a la frustración. Lula no pudo reelegirse en la primera vuelta y su partido perdió en el Congreso y en los estados más importantes. Aún triunfando en la segunda vuelta su capacidad de gobernar por la izquierda se ve sumamente acotada.
En Ecuador se pretende frenar a Rafael Correa, candidato nacionalista del Movimiento Alianza País, siguiendo la misma receta aplicada en Perú: demonizar al candidato favorito para, en la segunda vuelta, reunir a todas las fuerzas en su contra. Este domingo también podrá aplicarse la receta aplicada en México mediante un pavoroso fraude electoral. La decisión es impedir, a toda costa, otro triunfo nacionalista.
A vuelo de pájaro vistos, los acontecimientos políticos latinoamericanos ayudan a entender lo que sucede en México. Ante la fortaleza del movimiento patriótico y progresista, el diablo y sus secuaces aplicaron sus más acabados métodos de fraude electoral y pretenden imponer a un presidente espurio, siguiendo el libreto de la vieja experiencia priísta y de la latinoamericana actual. En donde el engrudo se les está haciendo bolas, es en el hecho de que, por el lado progresista, se está siguiendo un libreto diferente y novedoso, que no responde a la trama tradicional. Por principio de cuentas, se topan con un liderazgo que no entra al juego de las transacciones que, habiendo podido hacerlo, no negoció principios para llegar al cargo de presidente; de haberlo hecho se estaría viviendo la experiencia brasileña. Otra novedad es en el sentido de que la efectividad de los instrumentos de control social se ha visto muy disminuida, principalmente la credibilidad de los medios de comunicación masiva, con el resultado de una movilización social de protesta en ascenso. La designación de Andrés Manuel López Obrador como Presidente Legítimo, decretada por la Convención Nacional Democrática, establece otra manera inédita de enfrentar la imposición, ante la cual el espurio sólo balbucea convocatorias a la unidad y a los programas incluyentes, mostrándose incapaz de romper las ataduras que lo ligan al diablo y su corte. Entre tanto los conflictos se multiplican y se agravan.
En México el diablo también anda suelto, incluso del vientre, y además del azufre, nos deja su hedor FECAL.
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