El fallido atentado del 4 de agosto no solo estaba dirigido al presidente Maduro sino también al Estado Mayor de la Fuerza Armada, a la Magistratura de Estado presente y al público asistente. Dos quilos de explosivos C-4, técnicamente dispuestos con un radio de acción expansiva de varios quilómetros es un acto terrorista de gran envergadura. Los técnicos explosivitas y los cerebros políticos que engendraron este macabro evento, tenían plena conciencia del daño que causarían y lo que tal objetivo representaba para su incursión sucesiva en la guerra de exterminio que se proponen en Venezuela. Por fortuna el plan les falló y hoy se puede decir que los venezolanos se salvaron de una hecatombe de impredecibles consecuencias.
Todo evento de guerra y destrucción que ejecuta el imperialismo en el mundo a través de sus lacayos burgueses y sus ejércitos mercenarios, están soportados por un argumento evasivo y de una carga de cinismo sin límite; ni qué decir de sus lacayos que tienen que comerse las heces de sus deposiciones, cuando los actos terroristas corren la suerte del pasado 4 de agosto. Quien leyó y escuchó los medios mercenarios del imperio y las crónicas informativas de los hechos, si lo hizo con criterio, con honestidad, no puede más que sentir el desprecio por el aberrante ejercicio del periodismo. Es tal la banalización y el cinismo de la propaganda del imperialismo y la burguesía, que lo único que faltó para desvirtuar el macabro atentado fue decir que quienes dirigían los drones fueron Diosdado Cabello e Iris Varela. ¡¡Qué molleja¡¡
Después del atentado terrorista made in Colombia, programado y dirigido por el pentágono y la oligarquía cipaya de la hermana república, no debe quedar ninguna duda de que los años que vienen, con un gobierno uribista en el palacio de Nariño, y con un poder cada vez más debilitado ante el mundo emergente, la necesidad del imperialismo por el petróleo venezolano es un imperativo para su existencia. De manera que el pueblo revolucionario y patriota debe tomar conciencia de la responsabilidad que le espera.
Llegó el momento de empezar a ejecutar el proceso revolucionario dentro del marco científico del marxismo-leninismo, entendiendo que la política no es otra cosa que la lucha de clases, en la cual el proletariado se libera definitivamente de la dominación y la explotación de la burguesía y el imperialismo. El socialismo se construye, con una economía próspera, eficiente, moderna, liberada de la explotación del hombre por el hombre. La construcción del socialismo no se puede hacer como hasta ahora con retórica, proyectos y leyes sin ejecutorias, reminiscencias del Estado burgués.
La construcción del socialismo en el proceso revolucionario del siglo XXI, se fundamenta en la formulación de un modelo de desarrollo productivo socialista, como está contemplado estratégicamente en el Primer Plan Nacional Socialista 2007-2013 y en el Plan de la Patria 2013-2019, escrito de puño y letra por el Comandante Chávez. Para el período 2018-2024 la construcción del socialismo está contemplada en la sexta línea estratégica. En los dos primeros planes la construcción del modelo productivo socialista fue pura retórica y letra muerta.
Por otra parte el socialismo es hechura del proletariado en una lucha encarnizada con el imperialismo para liberarse de su explotación; lucha encarnizada que corresponde a una etapa histórica de guerras y enfrentamientos, etapa histórica donde no solo se hace necesario “pulverizar” el estado burgués, sino crear una economía autónoma y sustentable, etapa que corresponde a lo que Marx llamó la dictadura del proletariado. De manera que el modelo de producción socialista y la dictadura del proletariado son dos instrumentos indispensables para la construcción del socialismo científico. Mientras la revolución bolivariana del siglo XXI no tome conciencia que para enfrentar al imperialismo norteamericano necesita esos dos instrumentos de lucha, el destino de ese proceso revolucionario es incierto.
