Sí algo hay que reconocer como positivo fue la inesperada llegada de D. Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Durante su mandato, y principalmente en lo que va del 2.020, tanto la pandemia como las elecciones presidenciales, permitieron de una vez por todas que todos los habitantes de la tierra se dieran cuenta (les guste o no, se hagan los locos o no, se identifiquen o no, sean pro-americanos o no, admiren su sistema de gobierno y su cultura o no) de lo que han hecho los gobiernos estadounidenses desde 1.830 hasta la actualidad.
Se cayeron las máscaras, los presidentes norteamericanos, sean republicanos o demócratas, se han paseado en sus limosinas completamente desnudos, como el emperador aquel que se creía elegantemente vestido, pero en este caso, no había nadie quién pudiera gritarle que estaba en cueros.
Al interior de los Estados Unidos ya no hay cabida para más representaciones teatrales de sus gobiernos democráticos, estatua de la libertad mediante, sobre la defensa de la democracia y la justicia, de la lucha por los derechos humanos, del gobierno por el pueblo para el pueblo, bla, bla, bla y más bla bla! Que vayan a decírselo a los que votaron por uno u otro candidato en las recientes elecciones presidenciales del 3 de noviembre, a los Afroamericanos y a las otras minorías étnicas, a los indígenas originarios, encerrados en las llamadas Reservaciones Indias y a los 545 niños inmigrantes enjaulados.
Ahora tenemos que un presidente norteamericano en funciones, casi nada, le ha disparado al centro de la diana y base de su democracia, es decir su Sistema Electoral, señalando que es un engaño, que han cometido fraude, como si fuera el niño de la historia, quien grita que esa tan cacareada democracia va completamente desnuda. Ese mismo presidente ha dejado bien claro que llegará hasta las últimas consecuencias. El va a echar el resto!
Al final, esta situación se dirimirá en la Corte Suprema de Justicia, parecido a lo ocurrido en el 2.000 con G. Bush y Al Gore, o en las calles de los estados de Michigan, Wisconsin, Pennsylvania, North Carolina, Florida y Arizona, pues para eso han comprado con bastante antelación armamento del bueno.
El modelo democrático norteamericano, el cual se ha pretendido debe ser emulado por el resto del mundo, tiene ahora mucho plomo en el ala. El Aguíla, con semejante cantidad de munición, no sabe que hacer con las violentas marchas antirracistas y la, aún más represiva, respuesta letal de la policía y otros organismos federales, que asesinan sin contemplación alguna a los Afroamericanos. Allí, los derechos humanos no existen, ni mucho menos la justicia, ahora que están amenazados con el resurgimiento de la supremacía blanca-evangélica y los grupos Neo-fascistas. El Aguila tampoco sabe que hacer con los 545 niños inmigrantes enjaulados, porque no encuentran a sus padres, en una sociedad donde la protección a los niños es de extrema importancia. El Aguila continua aturdida con el inexorable peso de los casi 300.000 norteamericanos fallecidos por la incapacidad gubernamental de manejar la grave y creciente crisis asistencial debido al Coronavirus, en un país que se consideraba el ejemplo supremo mundial de la justicia social, orgulloso de tener esa lista de héroes fantásticos, incluso algunos con superpoderes. Una mentira más grande, imposible!
Ha quedado bien clara la autoridad inmoral por la que los sucesivos gobiernos estadounidenses se han constituido en adalides de la humanidad, con esa autosuficiencia del excepcionalismo y del destino manifiesto, que seguramente Satán se los insinuó.
Mr. Barak Obama manifestó en varias oportunidades que él creía y defendía con todas las fibras de su ser el excepcionalismo de su país.* En otra ocasión, reconoció que en algunos casos había que torcerle el brazo a algún país, para lograr sus objetivos, por lo general a través del voto controlado en organismos intergubernamentales como la ONU, OEA, etc.
Con que cara pretenderán ahora los gobiernos norteamericanos, después de este vergonzoso desastre electoral, certificar o descertificar países con relación a las drogas y a los derechos humanos; legitimar gobiernos; descalificar elecciones en cualquier parte del orbe. Asimismo, con que criterio ellos van a decidir que país puede vender o comprar armas; cuales grupos radicales son extremistas-terroristas buenos o malos; cuales dictaduras son buenas o malas, como ocurrió con la de A. Pinochet, abiertamente apoyada y protegida por ellos; cuales golpes de estado son buenos o malos, como el ocurrido recientemente en Bolivia, en Venezuela en 2.002 y en Chile en 1.973.
Desde el inicio de la administración del Emperador Donald Augusto, cuatro años atrás, el mundo entero recibió el inequívoco mensaje de que él podía hacer lo que se le antojase con cualquiera y en cualquier lugar de la tierra, no importando nada ni nadie, amparado en el poder de las legendarias Legiones Norteamericanas y de la CIA. Con la simple y manida etiqueta del Interés Nacional del Imperio, todo ha estado permitido, lo cual se demuestra por: las incontables invasiones, asesinatos políticos, manipulaciones y chantajes, operaciones encubiertas y golpes de estado, destrozo de economías y de gobiernos que no pueden controlar, interferencia en las elecciones de numerosos países, espionaje de todos los tipos, incluyendo las conversaciones de los principales líderes mundiales, etc.
Ya no hace falta que el Emperador Donald Augusto niegue lo que hacen, como solían hacerlo los otros en el pasado y con su cara bien lavada. Incluso, no habrá que esperar que los documentos que confirman las atrocidades cometidas, sean desclasificados o denunciados por Wikileaks, pues el Emperador lo dice sin tapujos por twitter, reconociendo su participación directa o indirecta; mientras que sus pro-cónsules y gobiernos genuflexos lo manifiestan en ruedas de prensa o en sus viajes conspirativos, como ocurre a diario con los continuos actos de desestabilización en Venezuela, Cuba y Nicaragua, por poner unos ejemplos en nuestro continente.
Planteo que ha llegado el momento de que varios países se reúnan y sin mucha deliberación descertifiquen al gobierno de los Estados Unidos y lo consideren un estado fallido por lo siguiente: consumidor y traficante de drogas; violador constante de los derechos humanos en su propio territorio, principalmente de los Afroamericanos; incapacidad para resolver la severa pobreza y la falta de vivienda de más de 50 millones de estadounidenses; promover la violencia de estado y un estado policial; injerencia en los asuntos de otros países, incluyendo invasiones; no respetar los tratados de protección ambiental y climáticos; bloquear y asfixiar la economía de los países que no le son adeptos.
Y, finalmente, descertificarla por la gran incertidumbre que envuelve a la reciente elección presidencial, con una marcada polarización de la población, que ha abonado el terreno hasta llegar al borde de graves enfrentamientos, si no se resuelve lo de la transición, antes de que la sangre llegue al río y rueden muchas cabezas, comenzando con la de Donald Augusto, otro Emperador arrogante y atrabiliario, quién ha contribuido con muchos granitos de arena a desenmascarar al Imperio y a su lenta caída, como ocurrió con el Romano. Mientras tanto, aquí en Venezuela seguimos resistiendo con nuestra Revolución Bolivariana, que poco a poco va sorteando obstáculos, bloqueos, trampas y las malas intenciones de los gobiernos colombianos.
* https://www.washingtonpost.com/sf/national/2015/06/03/obama-and-american-exceptionalism/
Sí algo hay que reconocer como positivo fue la inesperada llegada de D. Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Durante su mandato, y principalmente en lo que va del 2.020, tanto la pandemia como las elecciones presidenciales, permitieron de una vez por todas que todos los habitantes de la tierra se dieran cuenta (les guste o no, se hagan los locos o no, se identifiquen o no, sean pro-americanos o no, admiren su sistema de gobierno y su cultura o no) de lo que han hecho los gobiernos estadounidenses desde 1.830 hasta la actualidad.
Se cayeron las máscaras, los presidentes norteamericanos, sean republicanos o demócratas, se han paseado en sus limosinas completamente desnudos, como el emperador aquel que se creía elegantemente vestido, pero en este caso, no había nadie quién pudiera gritarle que estaba en cueros.
Al interior de los Estados Unidos ya no hay cabida para más representaciones teatrales de sus gobiernos democráticos, estatua de la libertad mediante, sobre la defensa de la democracia y la justicia, de la lucha por los derechos humanos, del gobierno por el pueblo para el pueblo, bla, bla, bla y más bla bla! Que vayan a decírselo a los que votaron por uno u otro candidato en las recientes elecciones presidenciales del 3 de noviembre, a los Afroamericanos y a las otras minorías étnicas, a los indígenas originarios, encerrados en las llamadas Reservaciones Indias y a los 545 niños inmigrantes enjaulados.
Ahora tenemos que un presidente norteamericano en funciones, casi nada, le ha disparado al centro de la diana y base de su democracia, es decir su Sistema Electoral, señalando que es un engaño, que han cometido fraude, como si fuera el niño de la historia, quien grita que esa tan cacareada democracia va completamente desnuda. Ese mismo presidente ha dejado bien claro que llegará hasta las últimas consecuencias. El va a echar el resto!
Al final, esta situación se dirimirá en la Corte Suprema de Justicia, parecido a lo ocurrido en el 2.000 con G. Bush y Al Gore, o en las calles de los estados de Michigan, Wisconsin, Pennsylvania, North Carolina, Florida y Arizona, pues para eso han comprado con bastante antelación armamento del bueno.
El modelo democrático norteamericano, el cual se ha pretendido debe ser emulado por el resto del mundo, tiene ahora mucho plomo en el ala. El Aguíla, con semejante cantidad de munición, no sabe que hacer con las violentas marchas antirracistas y la, aún más represiva, respuesta letal de la policía y otros organismos federales, que asesinan sin contemplación alguna a los Afroamericanos. Allí, los derechos humanos no existen, ni mucho menos la justicia, ahora que están amenazados con el resurgimiento de la supremacía blanca-evangélica y los grupos Neo-fascistas. El Aguila tampoco sabe que hacer con los 545 niños inmigrantes enjaulados, porque no encuentran a sus padres, en una sociedad donde la protección a los niños es de extrema importancia. El Aguila continua aturdida con el inexorable peso de los casi 300.000 norteamericanos fallecidos por la incapacidad gubernamental de manejar la grave y creciente crisis asistencial debido al Coronavirus, en un país que se consideraba el ejemplo supremo mundial de la justicia social, orgulloso de tener esa lista de héroes fantásticos, incluso algunos con superpoderes. Una mentira más grande, imposible!
Ha quedado bien clara la autoridad inmoral por la que los sucesivos gobiernos estadounidenses se han constituido en adalides de la humanidad, con esa autosuficiencia del excepcionalismo y del destino manifiesto, que seguramente Satán se los insinuó.
Mr. Barak Obama manifestó en varias oportunidades que él creía y defendía con todas las fibras de su ser el excepcionalismo de su país.* En otra ocasión, reconoció que en algunos casos había que torcerle el brazo a algún país, para lograr sus objetivos, por lo general a través del voto controlado en organismos intergubernamentales como la ONU, OEA, etc.
Con que cara pretenderán ahora los gobiernos norteamericanos, después de este vergonzoso desastre electoral, certificar o descertificar países con relación a las drogas y a los derechos humanos; legitimar gobiernos; descalificar elecciones en cualquier parte del orbe. Asimismo, con que criterio ellos van a decidir que país puede vender o comprar armas; cuales grupos radicales son extremistas-terroristas buenos o malos; cuales dictaduras son buenas o malas, como ocurrió con la de A. Pinochet, abiertamente apoyada y protegida por ellos; cuales golpes de estado son buenos o malos, como el ocurrido recientemente en Bolivia, en Venezuela en 2.002 y en Chile en 1.973.
Desde el inicio de la administración del Emperador Donald Augusto, cuatro años atrás, el mundo entero recibió el inequívoco mensaje de que él podía hacer lo que se le antojase con cualquiera y en cualquier lugar de la tierra, no importando nada ni nadie, amparado en el poder de las legendarias Legiones Norteamericanas y de la CIA. Con la simple y manida etiqueta del Interés Nacional del Imperio, todo ha estado permitido, lo cual se demuestra por: las incontables invasiones, asesinatos políticos, manipulaciones y chantajes, operaciones encubiertas y golpes de estado, destrozo de economías y de gobiernos que no pueden controlar, interferencia en las elecciones de numerosos países, espionaje de todos los tipos, incluyendo las conversaciones de los principales líderes mundiales, etc.
Ya no hace falta que el Emperador Donald Augusto niegue lo que hacen, como solían hacerlo los otros en el pasado y con su cara bien lavada. Incluso, no habrá que esperar que los documentos que confirman las atrocidades cometidas, sean desclasificados o denunciados por Wikileaks, pues el Emperador lo dice sin tapujos por twitter, reconociendo su participación directa o indirecta; mientras que sus pro-cónsules y gobiernos genuflexos lo manifiestan en ruedas de prensa o en sus viajes conspirativos, como ocurre a diario con los continuos actos de desestabilización en Venezuela, Cuba y Nicaragua, por poner unos ejemplos en nuestro continente.
Planteo que ha llegado el momento de que varios países se reúnan y sin mucha deliberación descertifiquen al gobierno de los Estados Unidos y lo consideren un estado fallido por lo siguiente: consumidor y traficante de drogas; violador constante de los derechos humanos en su propio territorio, principalmente de los Afroamericanos; incapacidad para resolver la severa pobreza y la falta de vivienda de más de 50 millones de estadounidenses; promover la violencia de estado y un estado policial; injerencia en los asuntos de otros países, incluyendo invasiones; no respetar los tratados de protección ambiental y climáticos; bloquear y asfixiar la economía de los países que no le son adeptos.
Y, finalmente, descertificarla por la gran incertidumbre que envuelve a la reciente elección presidencial, con una marcada polarización de la población, que ha abonado el terreno hasta llegar al borde de graves enfrentamientos, si no se resuelve lo de la transición, antes de que la sangre llegue al río y rueden muchas cabezas, comenzando con la de Donald Augusto, otro Emperador arrogante y atrabiliario, quién ha contribuido con muchos granitos de arena a desenmascarar al Imperio y a su lenta caída, como ocurrió con el Romano. Mientras tanto, aquí en Venezuela seguimos resistiendo con nuestra Revolución Bolivariana, que poco a poco va sorteando obstáculos, bloqueos, trampas y las malas intenciones de los gobiernos colombianos!
* https://www.washingtonpost.com/sf/national/2015/06/03/obama-and-american-exceptionalism/