Todo ese embrollo de dimensiones bien particulares, viene por tener Venezuela -no Guaidó- varias toneladas de lingotes de oro guardadas en un banco de Inglaterra y habiendo llegado el momento de devolverlas porque el país lo necesita -para lo que sea necesario- y para no regresarlas, aplicarán como invento, la escaramuza política que, Venezuela no tiene gobierno legítimo -lo que no le corresponde a ellos decidir eso- pues el presidente Maduro fue elegido por una mayoría del pueblo realizada su elección y no conformes como si fueran arte y parte de nuestro destino, de nuestra idiosincrasia y de nuestra voluntad de votar, designan a Guaidó como el presidente de ellos, saltando las páginas de nuestra Constitución Nacional al desconocer ellos su contenido respecto a nuestras elecciones, y en particular la del presidente de la República que, en caso de arbitrariedad están el CNE y en última instancia es el TSJ quien decidirá como le corresponde actuar en tal caso y no a ellos los ingleses, bien duchos en arbitrajes de colonias que ven más fácil imponer que aceptar que en Venezuela hay un gobierno elegido por el pueblo que lo representa actualmente.
Vaya disparate Guaidó presidente impuesto por los ingleses. ¡Qué vaina con los ingleses! Ahora la cogieron por allí, será que le gusta quedarse con lo que no es de ellos, posible es o no. Y Guaidó feliz, feiicísimo lleno de oro o, manchado de oro.
Y lo más irritante como incómodo y circunstancial es que nos plebiscitan su decisión como si fueran parte de nuestra República Bolivariana, y se van por la tangente radiante de su imposición sin recurrir a ninguna lógica política, ni existencial que los contradiga, tal cual la dinámica de la política mundial.
Y Guaidó en su paraíso existencial como presidente forrado en oro, rumiando quizás como un búfalo inglés sin corral.
Y a no ser que Inglaterra ahora nos vea como si descubriera un oasis de aguas de oro de la que nos imagina como su pequeña colonia y nos quiera aplicar los mismos métodos acostumbrados a desarrollar en los territorios que ocupan de otros países de los que no se les ve ningún interés de entregar y forzando todos los principios de convivencia y libertad de los pueblos libres para no devolvernos nuestro oro, se acogen a la voluntad de no reconocernos como el pueblo libre que somos y queremos ser, que habiendo además derrotado al gobierno de Trump de todas las iniciativas golpistas que apoyó y ejecutó para salir del gobierno de Maduro, sin atreverse siquiera a invadirnos como muchas veces lo pensó al declarar que, las cartas estaban sobre la mesa, y como pobre de razones como el magnate que es, salió de La Casa Blanca, por la puerta trasera después de la derrota electoral que el mismo pueblo de los Estados Unidos le propinó mayoritariamente, y como el ruin político que fue, y peor presidente que ha tenido ese país que, suma como uno más del montón de incapaces que no supieron gobernar para las mayorías, entrando de lleno en el apático mundo que se los tragó la historia sin vomitarlos.
Pero Guaidó no ha dejado de ser presidente, un presidente iluminado de oro, con mucho oro que no cabe entre sus ojos, e Inglaterra lo sembrará de bríos aurífero para que gobierne como ellos quieren y, él feliz.
Los ingleses se han prestado a jugar el papel de mayordomo que necesitaba Guaidó para seguir haciendo el ridículo en ese enjambre de oportunidades que le da un poder que, legítimamente no le cabe, a no ser que como dictador ad honoris de un estado monárquico viciado a imponer la esclavitud por sobre la libertad de los pueblos que siguen bajo su sometimiento.
Y Guaidó como presidente no necesita de Voluntad Popular, ni de Primero Justicia, ni de adecos, ni copeyanos, necesita de mucho oro, el oro de su sangre inglesa que le vierte las entretelas de su conocimiento antes por USA de Trump y ahora por ese amor embargado de emociones y sutilezas que le da el poder inglés anglosajón.
El pragmatismo inglés pone al mundo contra la pared, disloca su conformidad política que es, como una resaca que despierta de una ignominia que, no parece monárquica, sino más bien dogmática de aspaviento inmoral, sin principio ni razón de luz de paz y cooperación alguna para el mundo, donde unos países dejan ver que su política exterior está en guayucos del coloniaje que practican más en sumisión que de comprensión mediática.
¿Cómo llamarán los ingleses la enseñanza de su estrategia política de la enseñanza de esa situación de aceptar a Guaidó como su puppet? Con razón la utopía de Tomás Moro fracaso en Inglaterra.