A fines del año dos mil, Henry Kissinger ex presidente del Consejo Nacional de Seguridad y Secretario de Estado de EE.UU., fue nombrado miembro honorario del Comité Olímpico Internacional (COI), la máxima autoridad de la Organización Deportiva Mundial.
El currículum vitae del gran asesor imperialista comprende, entre otras afrentas a la condición humana, lo siguiente: en 1968, con un claro desprecio a la vida del ser humano, obstaculizó los diálogos de paz en Vietnam, para que se prolongara la guerra y lograr con ello beneficios electorales; fue uno de los principales coordinadores del plan de desestabilización y principal ejecutor del golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende, en Chile, en 1973. También fue asesor consejero del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993). Imagino que mientras masacraban al pueblo y corría la sangre por las calles de Caracas, los gobernantes de la cuarta república, previo pago de sus honorarios, brindaban con el gringo para celebrar por el éxito de sus primeros consejos.
De verdad, no podemos olvidar el nombre de Kissinger y su relación directa en el conflicto de Vietnam, extendido luego a Laos y Camboya. Personalmente diseñó el llamado menú de la muerte que consistía en bombardeos masivos durante varias horas del día: eran cuatro raciones diarias de plomo parejo, servidos con los irónicos nombres de “desayuno”, “almuerzo”, “cena” y “postre”, los cuales en menos de un año causaron casi un millón de muertos, la mayoría civil, “al atacar con 4,5 millones de toneladas de explosivos, más del doble de toda la carga utilizada en la Segunda Guerra Mundial”.
Respecto a esta afrenta al deporte y a la vida humana, Eloy Altuve señala claramente en su libro “Deporte: modelo perfecto de globalización, (2002)”, que con Kissinger, la hipocresía de los dirigentes del COI alcanza su máxima expresión, pues no hay correspondencia con los principios olímpicos de paz, honestidad, igualdad y justicia. Refiere el mismo autor que, por su clara participación en los bombardeos de Laos y Camboya, el golpe contra Allende en Chile, la traición al pueblo kurdo, la contrainsurgencia en Centroamérica y la masacre en Chipre, Kissinger debe ser considerado como un terrorista más y un potencial candidato a ser enjuiciado por crímenes de lesa humanidad.
Nuestra revolución, nuestras organizaciones deportivas, clubes y/o equipos, jamás deben permitir que nombres de asesinos universales, de Narcisos parroquianos, fieles al atrasado y rancio pensamiento de la extrema derecha, aparezcan apadrinando eventos deportivos. La revolución no necesita estatuas, ni mucho menos bomberos asesores, que llenen la piscina de falsos testimonios para que Narciso venga a vanagloriarse del reflejo de su propia sombra.
Todos debemos estar pendientes para que el deporte no sea mancillado con el nombre de personajes que desprecian la vida de los seres humanos y ofenden la dignidad de los pueblos.
*Politólogo
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