Y es que acaso España no tiene pendiente su propia independencia. Las naciones que la componen esperan algunas pacientes y otras no tanto, la reivindicación de su propio legado histórico. Recuerdo cómo en la década de los setenta era subversivo en ese país hablar en su idioma natal a esas pequeñas naciones. Y cómo las izquierdas crecieron con esas banderas y se hicieron poder en algunas regiones donde lograron que sus propias lenguas fueran de carácter obligatorio.
La idea de nación ibérica les viene de su lucha contra el dominio de ocho siglos de los moros y es allí donde se consolida el poder de la Iglesia Católica quien se valió de ese sentimiento para justificar el sometimiento a los catalanes, los gallegos, los vascos por parte del idioma castellano, denominación que le viene justamente de uno de esos reinos que formaban parte de ese territorio, el de Castiza.
De allí que paradójicamente, la monarquía se convirtiera en un factor de cohesión de todos esos pequeños reinos luego de la derrota de los moros y en la época moderna en el símbolo del centralismo y del carácter coercitivo del estado burgués. España se ha sostenido unida como estado capitalista gracias al símbolo de la monarquía a quien Franco tuvo que recurrir para justificar su triunfo a sangre y fuego contra la República y los mismos socialistas, perseguidos y torturados, validar.
España posiblemente sólo podrá mantenerse unida cuando sea totalmente repúblicana, organizándose en una suerte de confederación de estados. Cómo decimos en Venezuela, al Rey le salió el tiro por la culata. Su pretendida “orden” de callar al Presidente Chávez le ha dado la vuelta al mundo como para recordarnos que todavía sobreviven algunas rémoras del feudalismo, que el capitalismo recurre a lo más reaccionario cuando ya no tiene como justificar la explotación sobre la que se sostiene.
Los fantasmas de los 30.000 fusilados y lo cientos de miles de muertos por la guerra civil española regresan revividos para dejar de callar. Qué bueno que el Rey habló.
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