La droga entorpece al imperio

El embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, con su característica sonrisa sardónica –que parece robada a un personaje de las tiras cómicas creadas en su país–, aparece en los diarios nacionales declarando que la cantidad de droga que pasa por Venezuela se ha multiplicado quince veces desde el dos mil dos.

Agrega que en los últimos cinco años la cantidad de droga que pasaba por Venezuela se incrementó desde veinte (treinta) toneladas a doscientas (trescientas), lo cual considera como una “explosión”. Muestra su preocupación por la enorme cantidad de droga que es enviada a los Estados Unidos a través del territorio venezolano, y la posibilidad de que por estas mismas rutas utilizadas por los narcotraficantes haya tráfico de armas y municiones para grupos ilegales colombianos.

Para demostrar la enorme torpeza del gobierno de los Estados Unidos, expresada por su embajador en Colombia –imposible de atribuírselo a él, puesto que siempre ha manifestado una gran incapacidad para salirse del libreto– es conveniente recordar que hasta hace poco desempeñó su papel en “las tablas venezolanas”, lugar al cual fue enviado con la finalidad de conocer ciertas características necesarias para optar al “oscar de la desestabilización política”; si aquí no pudo lograrlo, esta vez si considera que puede obtenerlo desde el vecino país con su actuación en contra del nuestro.

Para que cualquier gobierno del mundo pueda emitir cifras aproximadas de su producción agrícola requiere de una infraestructura informática, de la cual nadie duda que la capital del imperio la posea; pero, aun así, debe recabar información más o menos precisa si desea obtener resultados más o menos correctos. Si con el cultivo de productos de consumo legal se dificulta la obtención de los datos, ¿cómo, entonces, logran información detallada para el caso de la droga?

¿Cómo obtienen la información sobre los cultivos, procesamiento, embarques, traslados y consumos?

¡Por los satélites! Diría cualquiera. Eso tiene mucho de verdad; pero, no hay que olvidar que el satélite “ve” ciertos componentes químicos presentes en la planta en particular y “deduce” de cual se trata; está sujeto a errores; pero, ¿por qué en la declaración no se indica el número de cultivos de coca y su ubicación, para que el gobierno de Colombia los destruya? Ya que “la culpa no es del ciego, sino del que le da el palo”, si la droga pasa por Venezuela es porque en algún lugar se produce, por lo cual el combate de su tráfico debería iniciarse desde allá. ¿Teme el embajador divulgar información errónea sobre el país que lo acoge? Lo que su estupidez diplomática no le permite afirmar es que la droga se produce en nuestro país.

Esos mismos satélites que detectan las pistas clandestinas venezolanas para el tráfico de drogas, también lo hace con la colombianas; entonces, ¿por qué Brownfield no acusa al gobierno colombiano de mostrarse cómplice al permitir que desde su suelo despeguen naves cargadas de droga? ¿Será porque la mayoría de las pistas colombianas poseen el permiso requerido, en su mayoría otorgado por Uribe? ¿O porque, si lo hacen, Colombia no les prestaría su territorio para invadir a Venezuela? ¡Esas mismas pistas les serían muy útiles!

Estas maravillas tecnológicas son capaces de ubicar un laboratorio clandestino para el procesamiento de la cocaína, ¿por qué no los destruyen todos de una vez? También pueden identificar un avión cargado de droga, ¿por qué los dejan que ingresen a los Estados Unidos con esas exorbitantes cantidades del producto?

La estimación más usual, para calcular el volumen de droga traficada, es la de suponer que sólo logra incautarse el diez por ciento de la cantidad que pretende ser comercializada. Si sobre la base a los volúmenes de droga confiscado por el gobierno venezolano, Brownfield especula que el tránsito de la droga por Venezuela incrementó su volumen quince veces en los últimos años, también existen otras conclusiones válidas.

Primero: el gobierno ha mejorado su combate contra la droga a tal punto que en los últimos cinco años ha incrementado el decomiso en un mil quinientos por ciento, con respecto al dos mil dos; esta afirmación es contradictoria con la imagen de narcotraficante que se le pretende crear a Chávez. Segundo: Venezuela mantiene los porcentajes de decomiso; pero, Colombia ha incrementado quince veces la producción de drogas; esta declaración podría crear roces diplomáticos innecesarios con un “país amigo” que ha prestado toda su colaboración para derrocar a Chávez. Tercero: Brownfield miente descaradamente por instrucciones de su gobierno; tal como lo hicieron cuando acusaron a Iraq de poseer armas de destrucción masiva, cuando son ellos quienes manejan más hábilmente la mayor arma de destrucción masiva: ¡la mentira!

Como el “Manual del Golpe de Estado” (Centésima edición, corregida y aumentada, después de su fallida aplicación en Venezuela) –único “libro de texto” que se requiere conocer para ser embajador de los Estados Unidos en un país con abundantes recursos naturales– establece como fundamentos de su aplicación el mentir sobre la ocurrencia de ciertos hechos en el país que desean conquistar; o, en el caso contrario, dichos hechos deben ser planificados y ejecutados cuidadosamente para que dejen las huellas necesarias que demuestren la culpabilidad de sus gobernantes y “la inocencia de los del norte”, resulta aquí como el caso de la señora que cada vez que golpeaba a su marido gritaba de dolor y entonces los vecinos llamaban a la policía y ésta se lo llevaba detenido.

También pueden obtenerse otras conclusiones complementarias: Brownfield, una vez que recabó en Venezuela la información necesaria para desestabilizar al gobierno de Chávez, fue trasladado a Colombia para que pudiera actuar impunemente. El gobierno de los Estados Unidos promueve el tráfico de la droga a través del suelo venezolano, de lo contrario no podrían justificar la obtención de las cifras señaladas. El gobierno de los Estados Unidos estimula el consumo interno de drogas con la finalidad de adormecer la conciencia de sus ciudadanos y obtener de ello los recursos necesarios para “combatir el tráfico” y financiar golpes de estado. El gobierno de los Estados Unidos (sabe quién) vende las armas y municiones que usan los grupos irregulares de Colombia y conoce (facilita) las rutas de traslado.

Si en algo se debiera imitar al gobierno de los Estados Unidos es en la rapidez con la cual sustituye a cualquiera de sus funcionarios cuando éstos no cumplen a cabalidad las misiones asignadas; no les otorga un ascenso. Brownfield no pudo derrocar a Chávez actuando desde tierra venezolana, y tal vez convenció a Bush de que lo lograría desde Colombia; pero, sus recientes declaraciones quizás le hayan permitido ganarse su boleto de regreso a casa, porque con ellas ha demostrado que la droga entorpece al imperio.

luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M


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