Bienvenidos a la vida

Imperialismo familiar

Hay amigos que me escriben desde diferentes partes del mundo, haciéndome preguntas muy puntuales sobre temas de la revolución que trato en mis artículos. Les respondo que “pensar y ver por compartimentos” nos crea grandes e irresolubles problemas en el quehacer y relacionarnos cotidiano. Sobre todo porque ese modo en que interpretamos el acontecer, en que pensamos, vemos y en consecuencia reaccionamos, nos resulta desapercibido.

Nuestra psicología, que en esencia no es sino sentirnos, observarnos, reconocernos, ser y/o hacernos concientes de nosotros mismos, está aún en pañales o gateando. En consecuencia tenemos grandes tratados de sicología, grandes superestructuras intelectuales o ideologías sociales, políticas, pero aún no reconocemos que “interpretamos lo que llamamos realidad”.

Tan grandes y poderosas son las anteojeras de nuestras creencias, que nos resulta irrelevante el que nuestras vidas personales y organizaciones sociales vayan de mal en peor, no nos parece que eso tenga la menor relación con lo que creemos saber y hacemos.

¿Para qué sirve entonces saber, cuál es su utilidad, es sólo otro hobbie? ¿Y cómo se supone que construimos y transformamos algo sino con nuestros hechos? ¿Y si no lo hemos hecho nosotros, como se supone entonces que podamos cambiarlo?

Ese tipo de ceguera es la que hace por ejemplo, que otros tuertos o menos ciegos puedan manipularnos desabasteciéndonos de alimentos. Estamos tan ocupados con sueños, creencias e ideologías que se nos olvida o pasa desapercibido que la gente come, que los alimentos hay que producirlos y que no hay sistema sostenible ni mucho menos soberanía territorial, si no se abastece de lo necesario para satisfacer sus necesidades.

Por lo tanto otros en los que predominan más sus vísceras y están más pendientes de esas cosas, se van haciendo con el control del transporte, proceso y distribución de alimentos, ni siquiera necesitan meterse en la engorrosa producción y sus riesgos, les basta con intermediar entre productor y consumidor.

De ese modo no solo controlan a los productores sino que pueden alterar totalmente la gobernabilidad del país y chantajear a su gusto a los que supuestamente gobiernan. Pero para la gran mayoría de nuestras ingenuas creencias, es el presidente y su gabinete quien gobierna y tiene el mérito o la culpa de todo lo que ocurre. Sin embargo las madres y esposas saben desde siempre, que al hombre se lo gana y controla por su estómago, por su zona baja.

Claro que hay negocios mejores y menos engorrosos todavía, como poner alcabalas para cobrar peaje por el dinero. De ese modo cada céntimo que circula ha de dar dividendos a los que proveen y controlan su infraestructura, sus carreteras cada vez más sofisticadas. Por lo tanto, en última instancia, lo sepamos o no, todos, absolutamente todos dependemos de ellos y estamos bajo su control.

Las reglas de este juego establecen que todos trabajamos para engordar sus riquezas y ser absorbidos finalmente por los acreedores del mundo. Cuando se habla de pérdidas y desmoronamientos de la economía global, ellos no están incluídos, porque en lo concreto siempre que alguien pierde, otro alguien gana. En consecuencia cada aumento del costo del dinero nos aprieta más el cinturón pero aumenta el banquete en alguna invisible mesa.

Otro amigo me escribía en estos días que parecía que con la torpeza con que actuaba EEUU no iba a poder concretar su dominio imperialista sobre el mundo. Lo cito como otro ejemplo de lo que llamo ideologízar, idealizar, pensar, sentir y en consecuencia actuar por compartimentos.

Hace décadas, hasta siglos que nuestros gobiernos son franquicias como las de Mc´Donalds, son sucursales, oficinas administrativas del gobierno central allá en el norte. Porque ellos han desarrollado todas las herramientas para controlar la parte baja del ser humano, de la conciencia colectiva o de masa. (Los sentimientos gregarios de dependencia emocional y el temor a pensar y actuar por nosotros mismos, asumiendo las consecuencias).

Tenemos instaladas en cada país además las oficinas de la CIA, USAID, etc., y desde esa forma inicial por concentración de capital y poder han evolucionado las corporaciones, que han ido precisando sus ámbitos de control hacia todos los bienes y servicios de necesidad prioritaria. Ya sabemos de las guerras por el control del petróleo, el gas, el hierro, etc.

Sabemos también del control de los medios de comunicación y generación de electricidad. Pero ahora además se suma la crisis alimentaria y de agua. La FAO, UNESCO y la ONU terminan de informar que estamos en un momento crítico, pero no aclaran el modo de pensar y actuar que nos ha conducido a esas circunstancias ni proponen por tanto soluciones estructurales, solo paliativos coyunturales para que a la vuelta de la esquina nos encontremos con lo mismo.

Solo Latinoamérica y el Caribe tienen decenas de millones de seres humanos al borde de la inanición. El encarecimiento de la energía y los alimentos anuncian que vienen hambrunas y pestes mundiales al por mayor. Hasta el FMI y el BM se suman al grito de “guerra a muerte al hambre”. Pero en lo que al tropismo histórico se refiere solo son gritos virtuales.

En los hechos las guerras son por petróleo, agua, biodiversidad, suelos fértiles para sembrar y criar monocultivos y especies animales alteradas genéticamente por corporaciones transnacionales. Por si eso fuese poco se propone cultivos para producir carburantes para vehículos, que se han de restar necesariamente de los alimentos y que han de incidir en la alteración climática, que a su vez repercute sobre los cultivos.

Ahora bien, ¿cómo llegamos a esto? Es decir, ¿cómo convertimos el ecosistema en una bomba atómica a punto de estallar? Por allí comencé el artículo, diciendo que “pensar y ver por compartimentos” nos crea grandes e irresolubles problemas en el quehacer y relacionarnos cotidiano. Sobre todo porque ese modo en que interpretamos el acontecer, en que pensamos, vemos y en consecuencia reaccionamos, nos resulta desapercibido.

¿Creen uds. que los grandes señores y banqueros saben realmente lo que están haciendo? Si lo supiesen no marcharían directo al suicidio como autómatas o autistas. Todo lo que creen tener depende de una organización, de un orden que está apunto de desmoronarse. ¿Qué y quién les garantizará entonces sus propiedades? ¿De qué les servirán todos sus papelitos?

¿Por qué creen que los grandes defensores del “libre mercado”, los que controlan los mecanismos macroeconómicos que nos resultan desconocidos y por ello invisibles, saltan a cubrir las pérdidas de los grandes bancos? ¿Por qué creen que la FAO, la ONU, el FMI, el G 8, sus organizaciones, cantan ahora a coro “guerra al hambre”?

Justamente porque tiemblan ante las sacudidas que anuncian el desmoronamiento de todo el sistema que montaron, y sin el que no tienen modo de controlar nada. Si las ovejas desesperadas por el hambre y la sed rompen la cerca de la hipnosis de sus creencias, si se salen de las huellas de sus hábitos, de los caminos de intermediación trazados entre trabajo y capital, ya no hay modo de controlarlos y obtener ganancias.

Ese es el problema y el destino de dirigir toda la experiencia y conocimiento acumulado en milenios, a controlar al ser humano desde sus zonas más bajas, desde su reactividad o mecanicidad. Todo sistema mecánico o no conciente de sí mismo aumenta su entropía y tiende a su desorganización, desadaptación creciente, es decir al caos.

Para darse cuenta de eso no hace falta ir a las raíces de la historia ni proyectar la imaginación a lejanos futuro, es suficiente observar la economía familiar manejada como imperio y sus resultados cada vez más evidentes. Y el mundo no es una teoría ni una ideología abstracta, sino una gran familia orgánica, viviente. (Todas las instituciones se mercantilizan, todo se negocia. Se naturaliza o convierte al ser humano en una cosa, al poner precio de compra-venta a su fuerza física y cualidades).

Tal vez resulte sorprendente escuchar que la economía familiar se maneja igual que cualquier imperio. Pero en la revolución bolivariana descubrimos, visibilizamos como operaba el imperio al intentar operar como nación soberana. Entonces reaccionaron en cadena todos sus resortes en la proporción inversa a la medida o profundidad de nuestros intentos.

Intenta moverte con independencia, cambiar hábitos y creencias, tomar decisiones soberanas dentro de una economía familiar y luego me cuentas los resultados. La diferencia es que en estos casos las consideraciones son afectivas, emocionales. No nos quieren o no queremos, somos o son malos. En casos extremos nos vamos o vamos al otro, terminamos la relación con la esperanza de que tal vez la próxima sea mejor.

Pero muy difícilmente lleguemos a la conclusión de que la economía de la institución familiar esté tan obsoleta como la del estado y necesite cambios estructurales. En todo caso si la familia es la célula social, ¿será el cuerpo diferente a sus células?

Otros amigos me escriben sobre teoría económica confirmada por la antropología. Yo simplemente fui a la Gran Sabana, en la frontera entre Venezuela y Brasil y comprobé como viven los indígenas. Por allá el tiempo no ha pasado, no los ha visitado, no han tenido el gusto de conocerlo. Por eso siguen viviendo como hace quinientos o miles de años.

Me dijeron que podía vivir libremente en sus tierras e incluso ocupar y arreglar alguna de las viviendas abandonadas. Solo me aclararon que la tierra era de todos y para caminar libremente, que no pusiera cercas, que respetara sus lugares sagrados. Cuando me fuera que no pensara en cobrar mejoras ni en vender propiedades, porque allí todo es de todos y para su uso, que así como lo recibí sin cobro lo dejara, que avanzara por la vida sin mirar atrás, sin apego a las cosas, sin cargar con nada innecesario. Simple, ¿verdad?

Esto nos sirve para ilustrar otras anteojeras como la de “la propiedad”, que la oposición manipuló muy bien para confundir a muchos en el referendo constitucional del año pasado. Si se trata de la propiedad privada conjunta o sociedad de 2, 3 o cuatro no hay problema, si de compartir acciones de una compañía tampoco.

Pero si se trata de la propiedad del estado o social ya comienzan los problemas. Porque nos resulta incomprensible que “la propiedad de todos no es de nadie”, y sin embargo todos la usufructuamos. Allí están los indígenas para comprobarlo. Pero nos cuesta caminar sin llevar el mundo a cuesta. Cuando socializas la propiedad el dinero como valor de cambio se relativiza.

Porque dispones de la gran mayoría de las cosas gratuitamente. Los estudiantes por ejemplo, y tenemos medio país estudiando, reciben todo lo necesario gratis, una buena parte tiene becas, que este año doblaron su cantidad y lo que otorgan. Les dan una computadora en su segundo año de estudios, comen y reciben atención médica en sus lugares de estudio.

Lo que quiero ilustrar con todos estos ejemplos es que estamos en tiempos de intensos y acelerados hechos. Ya la vida dejó atrás el pensar sobre el pensar. Los científicos ya no pueden seguir jugando a que no son seres humanos, a que no sienten nada de lo que pasa a su alrededor, a que no tienen ninguna responsabilidad política y social.

Los intelectuales no podemos seguir jugando a la relatividad, a que todos tienen derecho a pensar lo que quieran y que todo da igual. Los acontecimientos están demostrando que cada hecho tiene su consecuencia ineludible, y cuando los acumulas en una dirección generación tras generación, la inercia de ese tropismo te arrastra sin consideraciones.

Puedes interpretar lo que quieras, sí, puedes echarle la culpa a quien quieras, sí. Pero eso no cambiará el curso de hechos ni su consecuencia. Y cuando este curso de hechos resuena ya en lo global y colectivo no hay salvación ni impunidad posible, porque todo comienza a reaccionar simultánea y encadenadamente, demostrando que no hay nada externo ni fronteras excluyentes a la vida. Todo repercute en todo inevitablemente.

El pensamiento, la ciencia, la tecnología, son para aplicarlos a la transformación de las limitaciones de lo inmediato para el servicio y beneficio de todos. De lo contrario solo nos alienan más y más. Todos los que han sido beneficiados gratuitamente con la misión milagro, y creo que ya van más de medio millón de personas de todas las nacionalidades, expresan sentirse tratados tal vez por primera vez como un seres humanos, dándonos la clave del tipo de cambios estructurales que realmente necesitamos.

Llegó la hora de dejar de contemplar nostálgicamente lejanos y elevados horizontes, para atender a las necesidades, al dolor y sufrimiento desbordante de lo inmediato, que ya golpea nuestros cuerpos y conciencias para despertarnos de ese sueño temporal. Creo que en ese sentido el intento de realizar una nueva política, el ejercicio práctico del Partido Socialista Unido de Venezuela, por pobre que sea ante la inmensidad de los ideales, es de todos modos mucho, infinitamente mucho más que todas las discusiones ideológicas juntas.

La toma de conciencia de que vivimos en un ecosistema de recursos agotables para el ritmo a que los consumimos, nos ha obligado a concebir el reciclaje, la conciencia, el respeto y la colaboración ambiental, la desaceleración del consumo no indispensable.

Mientras la FAO acepta la propuesta de una reunión en julio en Caracas, para la discusión e implementación de planes estratégicos de alimentación para Latinoamérica y el Caribe, el Papa entre extremas medidas de seguridad se reúne con su amigo y socio en EEU, para festejar su cumpleaños, firmar acuerdos contra el terrorismo pederasta, tratar de evitar que el Vaticano se vea inmerso en la bancarrota general y bendecir la democracia más perfecta del mundo.

Son personajes representativos de un anacrónico orden que se termina, posibilitándonos reconocer lo que hemos vivido por mucho tiempo y que ya es un absurdo que debemos dejar atrás. Nos toca entonces pensar un poco más, ser más creativos con lo que descartamos. Ya lo comenzamos a hacer con los deshechos orgánicos, los separamos y reprocesamos.

También lo hacemos con el cartón, el papel, el vidrio, los metales. Cultivamos ahora ecológicamente reprocesando y usando todos los ciclos naturales de vida y muerte, hasta el agua comenzamos a reprocesarla, a depurarla de los residuos que el uso deposita en ella.

Ahora nos toca completar la idea del reprocesamiento, llevándola hasta nuestra energía vital para depurarla del detritus de su uso, de sus fijaciones, es decir de los hábitos y creencias configurados viviendo, ejercitando experiencias y conocimientos heredados.

Entonces eso que hemos hecho con nuestra energía vital, lo que hemos llegado a sentir y/o creer que somos en consecuencia, aquello en los que nos hemos convertido pensando y actuando, la vida en general ya no será un recurso agotable, sino reciclable, renovable. Porque si reconocemos que fuimos nosotros quienes lo hicimos, entonces también podemos deshacerlo y rehacerlo. ¿Verdad?

Con lo cual al ampliarse el fin de la travesía, al ganar distancia con la muerte, al convertir la vida en un recurso renovable, se produce un enorme alivio del sufrimiento mental, una grande y profunda distensión. Hace unos poco meses que las funciones organizadoras de la energía vital de mi madre, abandonaron su cuerpo.

Entonces de un modo que no puedo explicar comprendí que mientras el temor a la muerte, a la interrupción absoluta de nuestros sentimientos, pensamientos y relaciones, sea lo que rija nuestras conciencias, la vida no podrá ser sino un sueño evasivo, un deseo de permanencia y continuidad, una tensa e ininterrumpida lucha contra el temido fin que nos espera a futuro.

Los acontecimientos globales que nos toca contemplar, desde una apropiada óptica no hacen sino corroborar que la vida es absoluta intimidad sin posible separación, sin posible interrupción, sin principios ni fines por tanto. No hay aislamiento posible, todo es interacción estructural y simultánea sin brechas. No hay abismos ni fronteras insalvables entre tú y yo.

La única discontinuidad posible del transcurrir fenoménico es el silencio mental. Y en dicho silencio sin imágenes ni pensamientos que a veces irrumpe en la mente, el tiempo parece detenerse haciéndose plena la presencia de la vida, del ser. Si del algún principio puede entonces hablarse, en el mismo sentido en que el Génesis bíblico dice: “en el principio era el Verbo”, es en el de ese silencioso palpitar que se sabe a si mismo.

Caminemos entonces juntos en la dirección de la plena y creativa expresión de la vida aquí y ahora. Construyamos un mundo donde los sentimientos y pensamientos estén orientados a generar el máximo bienestar que seamos capaces de concebir para todos y cada uno. Entonces ya no será el temor y el deseo de evadir la muerte lo que de dirección a nuestras acciones, sino la alegría de servir y ser parte de ese milagro que es la vida.


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Michel Balivo


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