El llamado principio de la “identidad” o de la “no contradicción”, es sin lugar a dudas el principio ontológico paradigmático o “ley fundamental del pensamiento” occidental, fundamentado por Aristóteles, bajo el principio de que “nada puede ser y no ser al mismo tiempo”, además de ser el principio de “identidad”, es el fundamento de la “filosofía primera” o “principio ontológico” de occidente, y finalmente como dice Manuel Gutiérrez Estévez (catedrático de Antropología de América en la Universidad Complutense de Madrid y Director del Master en Estudios Amerindios) esta “míticamente personalizada ...en el Dios que dice de si: Soy el que soy”. Creo que no esta demás fundamentar y explicar críticamente y en forma resumida este concepto o “axioma” occidental, que por su misma definición nosotros le podemos llamar “el principio y fundamento de la intolerancia y de la exclusión” y por tanto como la “razón” o causa general de la actitud sistemática y culturalmente violenta de la cultura occidental.
La propuesta de Aristóteles no solo se cierra en si misma y excluye todo lo demás, como “una oposición que por si misma excluye una vía intermedia”, sino que además , afirma la existencia de “una sola sustancia o esencia sustancial” y elimina la posibilidad de la existencia de “otra sustancia”, al afirmar que en una contradicción “no pueden las partes contradictorias ser “ni ambas verdaderas” (que es el principio de contradicción), “ni ambas pueden ser falsas” (que es el principio del tercero excluido). Es decir estas son las bases de la lógica occidental, que parten de una exclusión primordial, que se convierte, para nosotros, los no-occidentales, en el principio de la violencia genética y sistémica de la civilización occidental. Estos principios “lógicos”, dan fundamento a lo que en occidente se llama “el ser”, que es una concepción simple de un cosmos , imaginado como impar , que excluye terminantemente la paridad como ontología y como método. Es por tanto una concepción intolerante y violenta contra lo que se considera “otro ser”, o simplemente “otro”, que en nuestro texto “Qhapaq Kuna” (http://machaqmara.googlepages.com/javierlajo ) le hemos llamado “el par”.
Esta “racionalidad”, tal vez fue “necesaria” en la humanidad auroral de occidente, en Grecia cuando había que aislar lo fundamental de lo accesorio en el pensamiento humano, y así, tal vez poder ordenar el desarrollo de las “ideas sobre el mundo”, pero con el transcurrir del tiempo “se les paso la mano” y lo que solo les servia como “refugio teórico”, lo comenzaron a usar como “ratio”, “medida” o “molde” para tratar de sintetizar y reducir todo objeto o fenómeno. Estos fueron excesos, como cuando Leibniz utiliza el concepto de “mónada” para hacer pasar el principio de la no-contradicción al dominio de la lógica y por ende, de la matemática y considerarlos como fundamento de “todas las verdades” y por tanto de todo el edificio del conocimiento humano; y mas tarde Kant en su “Crítica a la razón pura” cuando los considera: “principio general plenamente suficiente de todo conocimiento analítico” y una de las “leyes fundamentales del pensamiento”; y Gentile después, como la “ley fundamental del pensamiento”.
Claro que todo esto es consistente para el dominio de un modelo de “lógica de lo abstracto”, puesto que si todo parte de una categoría axiológica, es decir del axioma aristotélico del principio de la no-contradicción, pueden simples tautologías en el cálculo de las proposiciones, llegar a ser convertidas en “leyes”. Pero es en ese “tramo” o “ratio” cuantitativo donde se da el “dominio de occidente”, por cuanto, se posibilita, por ejemplo, que un genio como Hegel, encuentre la raíz de todo “movimiento y de toda la vida” en este principio de la no-contradicción y como fundamento de su dialéctica en esta “ley del entendimiento abstracto”, que el la traduce como “la razón especulativa” o como “raíz” de la dialéctica, resolviendo “lo demás” con el concepto de “identidad o unidad”. Es decir es la “misma serpiente que gira detrás de su cola”.
El principio ontológico de la no-contradicción, parte pues, de la “contradicción”, puesto que si hay no-contradicción es porque existe previamente la contradicción; es decir un PAR de antagónicos que luchan y en donde “no pueden ser ambos verdaderos, ni ambos falsos”, además de que “nada puede ser y no ser simultáneamente”, y como en términos ontológicos “lo falso” es lo que “no es”; entonces, estas permisas parten de una paridad, para inmediatamente después, anular o declarar a una de las partes: “falsa”, no existente, y la otra autodeclarada “verdadera” o “existente”. Esto es una perfecta auto-complacencia. En realidad este es un principio del “segundo excluido”. Es una “tautología negativa” si cabe el concepto, pero resulta contraproducente hablar de una contradicción de pares, para inmediatamente después anular (o deglutir) a una de ellas. Y este es el axioma imposible y caprichoso de Aristóteles; que Hegel “resuelve” con la categoría de “enajenación” y que los neoplatónicos antiguos y modernos llaman “emanación”, del que dice “yo soy el que soy...”.
Además, ante esta “unidad existente absoluta”, que permite “abstraer” el “ser como tal” de todas las determinaciones a las que esta unido, (¡?) es decir, aquí no hay ni movimiento, ni tiempo, todo esta “hecho” (como dice Manuel Gutiérrez E.), nada puede “hacerse”, a menos que, esta unidad que dice “Soy el que soy...” emane “una creación” a “imagen y semejanza”, rompiendo esa “unicidad del ser” y “cree” así “otra realidad”, una realidad “con tiempo y con movimiento”, los filósofos occidentales2 a esta le han dado el nombre de realidad “inmanente”. Y queda la primera realidad del “Soy el que soy” como la “realidad trascendente”, o el “reyno, que no es de este mundo”; una “primera” realidad que “emana” como “copia a imagen y semejanza” a una “segunda” realidad que “es emanada”. Esta es la base del platonismo y neo-platonismo en su plenitud, tal como lo analizamos en la Primera Parte de la Conferencia y libro titulado Qhapaq Kuna, (http://emanzipationhumanum.de/downloads/sabid.pdf) al que ya nos referimos antes.
Pero además esta el principio del “tercero excluido”, como criterio de una exclusión ontológica, es decir que “nada puede ser fuera de ese cuadro” en donde aparecen primero dos, para decir que uno existe y el otro no, y “todo lo demás es ilusión”3. Lo peligroso de esta “manera de pensar” occidental es que la tendencia general es confundir las “leyes de la abstracción”, con “las verdades del movimiento y de la vida”, y la “ley de la no-contradicción, con la unidad absoluta, o identidad excluyente, y esta a su vez, con el Dios Único y Verdadero; y finalmente con El Estado, a la manera de Hegel. Y no solo es un peligro potencial, sino que así ha sucedido en la historia; se ha aplicado este reduccionismo filosófico a todo nivel, especialmente a nivel subjetivo, creando al “individuo”, y su “conciencia personal” estática y solitaria, que es la base psíquica de la filosofía occidental. Claro que esto es un resumen, pero no ha sido otra mi intención, ni otra mi posibilidad actual; pero habrá oportunidad de ampliar estas reflexiones “interculturales”.
Ahora sí, con la ayuda de las ideas que hemos intentado explicar, podemos responder a la pregunta de Manuel Gutierrez E. ¿Por qué la “asimilación” construye “identidad” entre los amerindios?, la única lógica de los “pares” que constituyen una identidad es “incluyendo en afirmación de equilibrio” y no “excluyendo en una negación del Otro”, claro que el equilibrio culmina con un tinkuy, o mejor comienza con un tupay, que es el “choque de las energías o valores” de las dos partes que se “encuentran”, pero y aquí esta lo importante de la “logica paritaria”: Existe la alternativa que en los andes se denominan “H’ampi – Laij’a” (Kreimer, 1999. http://www.quechuanetwork.org/yachaywasi/Kreimer_2.pdf). La solución “H’ampi” es el equilibrio de los pares complementarios y proporcionales; pero también existe la alternativa “Laij’a”, que es el desequilibrio temporal (de los “Ch’ullas4), que es esa “deglución” de la que habla Manuel Gutiérrez E., y que deviene del principio ontológico del “segundo y tercero excluidos”, del que hablábamos antes. Aunque en términos ontológicos, por mas depredadores o exterminadores que existan, nunca se da una “deglución completa”, porque la vida y la existencia es así: “es imposible desaparecer al contrario”, porque eso es acabar con la vida y la existencia, es acabar con todo. Entonces el “orden Laij’a” es decir la “solución impar” es siempre un “des-orden” de tránsito o de desequilibrio temporal. Entonces la “lógica” de la identidad de los “pares”, construye identidad asimilando al “otro” a un “sistema de equilibrio complementario y proporcional” (Lajo, 2002) en donde el respeto por el “otro diferente”, no solo es posible, sino que es imprescindible. Ahora, si juzgamos esto según la “lógica” del “segundo y tercero excluidos” la única vía de entendimiento y solución que encontramos es “desaparecer al opuesto”, como dice Manuel Gutiérrez E : comiéndoselo. Pero esta no es una solución ni costumbre, por lo menos “sana”, en el mundo indígena-andino.
Ahora bien, para tratar de llegar a un entendimiento de equilibrio, podemos, mejor utilizar el “concepto de estilos de civilización”, propuesto por Manuel Gutiérrez E. en anterior artículo y recurrir mas bien a señalar que es esta especie de “costumbre de pensar en tal o cual sentido”; un buen instrumento que hay que usar hasta que deje de servir, o encontremos mejores palabras o métodos para dialogar. Los occidentales, tienen la costumbre refleja y condicionada, de “pensar” las nociones, contenidos o significados, extensos y profundos, reduciéndolos finalmente a un “concepto unitario”, proceso o “manera de pensar” que llaman “razonamiento”, pues la “razón” o “logos” es finalmente el “Cristo” como: Sustancia y causa del mundo y “Persona Divina”. Esta para los andinos es una seria “anomalía identitaria” que la hemos llamado eventualmente “monomaniaca”. Esta costumbre occidental, es diferente del “estilo andino” que sintetiza o resume todo hasta llegar al “flujo Par” 5, como lo mínimo a que puede ser reducida “la realidad” a través de la abstracción, es decir a una “paridad”6, que el indígena-andino llama yanantin, y que “no se puede racionalizar” o “razonar”, sino mas bien las “proporcionaliza” o simplemente las “proporciona”7. Pero, para entender esto tenemos que partir de conceptualizar que todo no es todo uno, sino todo dos, que es la concepción por defecto8, puesto que estamos usando las “intolerantes” reglas sintácticas, significantes y métodos del discurso occidental. Así pues, podemos estar de acuerdo con R. Carnap, cuando dice que en la lógica no existe moral y que cada uno es libre de construirse su propia lógica y su propio lenguaje como desee.
Aquí hemos llegado de nuevo a la necesidad de los contratos o convenciones, al principio de donde partimos, pero hemos reforzado la idea de que la tarea del filósofo “intercultural”, (propongo) no es establecer prohibiciones inútiles, a la larga, sino llegar a convenciones o “contratos”, entre los que queremos debatir interculturalmente y previamente desarrollar, lo mas pronto, una declaración de los métodos y reglas sintácticas y significantes claves o paradigmas de nuestro discurso y lógica particular. Nada o todo vale entre nosotros antes de fijar reglas. Pero creo que de eso tratan estos primeros textos. Creo que, sin temor al ridículo, puedo afirmar que estos son los primeros diálogos interculturales, desde que Atahualpa y Pizarro dejaron de jugar al ajedrez para pasar a los temas teológicos que reclamaba Valverde y que definieron esa oscura y sombría “tarde aciaga de Cajamarca” con el magnicidio inútil y absurdo del Inka, con lo cual los españoles perdieron la posibilidad, hasta ahora, de “descubrir” y re-conocer a los Inkas.
Finalmente y para no dejar preguntas sin respuesta, diremos que en nuestra lógica y “pensamiento paritario” es cierto que los mundos amerindios y todos los mundos, están siempre “haciéndose y deshaciéndose”, por que como dice Guillemot (2004) “En este “cuadro indígena”, el “cuadro” occidental” del sujeto individual, es muy ajeno, por que este tiene “acceso a la verdad desde su perspectiva individual”, y con esto consigue “su sentido de posición” frente a la vida como “individuo estático”, quien desde este “poseer la verdad”, puede generar un sentido de su ubicación fuera del “flujo de la vida” y de las acciones que se desarrollan desde esta lógica de comprensión. Esta “comprensión” se encuentra aislada y con el sentido de su ubicación, él actúa para su propio interés en una lógica que “no cuida”, “no siente” a los otros, como tampoco a la naturaleza; y es aquí donde aparece la necesidad de una “ética” y un concepto de “verdad”. Es así como el individuo (occidental) pierde su brújula como “el sentido del justo” o el “camino de los Justos”, o en quechua el “Qhapaq Ñan”.
Pero siempre queda una opción y una esperanza con el que “ordenan”, “desenredan” o “curan” los “sanadores” o “médicos” andinos y que Kreimer (1,999) resume así: “Pero en ese ir y venir..., existe la posibilidad de un...orden cada vez más armonizante y recíproco, en sus términos,(el de los indígenas) un orden Hampi ”. Este es, precisamente el sentido y la prerrogativa “del tiempo” de los indígenas y que lo diferencia del tiempo de los cristianos, que como reza la Biblia: “Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien”, porque si todo “estuviera hecho” no habría nada que hacer, no habría tiempo, o ¿Puede acaso, existir un tiempo sin hacer nada?