Nunca he visto una película acerca del holocausto ruso en la Segunda Guerra Mundial. Los veinte millones de ciudadanos rusos que murieron en ese espantoso conflicto, no han contado con algún acaudalado director de cine en Hollywood que lleve su tragedia a la pantalla y le saque jugoso partido.
Ni hablar de los aborígenes americanos que fueron literalmente borrados del mapa por los colonizadores europeos. Ya eso lo he mencionado antes.
Pero a setenta años de la masacre hitleriana contra los judíos, todavía padecemos la cuenta que los sionistas nos pasan por ese horror. Llevamos siete décadas cargando con esa culpa. No le restamos espanto al sufrimiento hebreo, pero exigimos igual afán de justicia contra lo que ellos mismos le están haciendo, desde hace 50 años, a la nación palestina.
No tiene nombre lo que está sucediendo en Gaza. La pueril excusa de que es un acto de defensa contra lo que ellos denominan grupos "terroristas", es equivalente a justificar que uno le lance una bomba a quien le tira un triquitraque. Los judíos están literalmente exterminando a los palestinos, con métodos tan crueles como los que ellos mismos recibieron, y el mundo permanece enmudecido ante esa miserable "limpieza étnica".
La ONU no es más que una asociación de cobardes, comprados con el dinero que los judíos han sabido multiplicar donde quiera que se instalan.
La Unión Europea es un parapeto hipócrita que se rinde temeroso ante los mandatos gringo-sionistas. La Iglesia Católica, como siempre, mira para otro lado cuando no le conviene emitir opinión. Y la mayoría de los gobiernos del mundo, con honrosas excepciones, vergonzosamente agacha la cabeza y no dice nada.
Llegó la hora de los pueblos, de las solidaridades, del cierre de filas frente a este monstruo que está también instalándose en nuestra propia frontera, con sus siniestras organizaciones de inteligencia de la mano de los colombianos, dispuestas a darnos un zarpazo a la primera señal del imperio. Golpéemoslos donde más les duele: en el bolsillo. No hay que matar a nadie, sólo hay que dejar de comprarles. Si los ciudadanos del mundo inician un silencioso boicot a lo negocios judíos, la historia comenzará a cambiar. Hagámoslo.
Mlinar2004@yahoo.es