En noviembre de 2008 sesionó en Bolivia el Primer Seminario de Estafas
Piramidales, reunión tardía para estudiar un fraude tan viejo como la
codicia.
Se llama pirámide al sistema que atrae inversiones prometiendo
intereses o beneficios tan exorbitantes que sólo pueden ser pagados
atrayendo nuevas inversiones, y así sucesivamente hasta que se acaban
los bobos.
Pero los bobos son inagotables, como lo demostraron en Venezuela
nuestras múltiples Pirámides, el Jeque, la Crisis Bancaria de 1994 y la
Vuelta zuliana; y en Estados Unidos el sistema Fonzi y el honesto
capitalista Bernard Madoff al desaparecer 50.000 millones de dólares
que le prestó la astuta oligarquía financiera hebrea.
Hace cinco años formulé los Diez Mandamientos de la Vuelta: 1)Nadie
resiste la tentación de recibir todo a cambio de nada 2)La estafa es
del tamaño de la prepotencia del estafado 3) Lo mal habido, fácilmente
perdido 4)Mientras menos confianza inspira el oferente, más fe infunden
sus promesas de hacernos ricos sin trabajar 5) Los fondos de los
primeros estafados se usan para atraer a los siguientes, y cuando el
pez cree tragarse el gusano, resulta tragado él 6)Mientras más gordo
parece el gusano, más rápido se traga el anzuelo 7) Pagar deuda
contrayendo nueva deuda en definitiva resulta impagable 8) En la Vuelta
los únicos castigados son las víctimas 9)La Vuelta sólo termina cuando
termina con sus presas 10) La Vuelta rompe el saco.
Cinco años más tarde, me doy cuenta de que los Mandamientos de la Pirámide son también los del capitalismo y de su crisis.
Al igual que la estafa piramidal, el capitalismo es un juego suma
cero, en el cual la ventaja de uno sale de la pérdida de otros.
Como el capitalismo, la pirámide tiene por meta la ganancia,
desechando cualquier otra consideración ética, jurídica, ecológica,
social, política o estética.
Los promotores de la pirámide, como los del capitalismo, sostienen
que su sistema no debe ser regulado ni limitado por nadie salvo por él
mismo.
El capitalismo, como la pirámide, sigue devorando hasta que no le quedan más víctimas.
En lo tocante a la ecología, el capitalismo saquea, dilapida y
consume toda la naturaleza presumiendo que así como la pirámide siempre
encuentra más bobos que estafar, el capitalismo hallará siempre nuevos
recursos que devorar.
En realidad, la predación capitalista redujo selvas y bosques
tropicales al 2% de la superficie de la tierra; liquidó más de 50.000
especies vivientes entre 1990 y 2000; asesina cada año tres millones de
personas que mueren por contaminación del aire y cinco millones que
fallecen por contaminación del agua, elevó la concentración de dióxido
de carbono de 220 a 550 partes por millón creando un efecto invernadero
que derrite los casquetes polares, derrocha a paso acelerado las
reservas de combustible fósil y las saquea con espantosas guerras.
Si la pirámide capitalista espera encontrar nuevos planetas después
de destruir éste, el capitalismo piramidal intenta lo mismo con la
población. Toda la riqueza de la tierra es producida por sus 6.000
millones de habitantes; la explotación capitalista logra que 2.600
millones vivan en pobreza media y 1.500 millones en pobreza absoluta;
que según la CEPAL para 2005 el 44,6% de los latinoamericanos sean
pobres y 19,4% indigentes; que según la UNICEF cada año en la región
muera medio millón de niños por causas evitables.
Para arrancar todavía más riqueza destruyendo a quienes la producen,
la pirámide capitalista niega los derechos sociales conquistados por
siglos; reinstaura la esclavitud con las maquilas, planea la semana
laboral de 64 horas con trabajo dominical, “flexibiliza” la relación
laboral y echa a la calle millones de desempleados.
Como la pirámide capitalista no provee a los más con lo que
necesitan, el capitalismo piramidal inventa el consumismo para forzar a
los menos a comprar lo que no necesitan, asumiendo que siempre habrá
quien se endeude para fingir el status que no tiene: el resultado son
las crisis de sobreproducción cuando se copa la demanda de la ínfima
minoría que puede consumir, y la quiebra masiva cuando personas o
países no pueden pagar los intereses de los intereses de los intereses.
El capitalismo, como la pirámide, tiene por base el dinero, y la
pirámide más colosal es la que desde 1971 imprime más y más dólares sin
ningún respaldo con la pretensión de que las demás divisas se cubran
con ellos y de que siempre habrá quien confunda con moneda un papel con
un sistema de Reserva Federal que sólo garantiza un dólar por cada 83
que circulan.
Sobre ellos se monta una pirámide especulativa que supera setenta u
ochenta veces la producción de bienes reales bajo el supuesto de que
cada vez más tontos comprarán valores sin valor alguno, hasta que más
de 700.000.000.000 $ se disipan en el aire y hay que sacar de la nada
otra suma igual para sustituirla.
La pirámide, como el capitalismo, se sustenta en el crédito, y el
capitalismo, como la pirámide, se funda en la pretensión de que es
posible pagar lo que se debe endeudándose indefinidamente. Por ese
camino Estados Unidos acumula una deuda pública de $59.000.000 millones
que asciende a un desastroso 65,5% de su PIB y una impagable carga de
$516.348 por familia.
El capitalismo, como la pirámide, sólo construye destruyendo: si
fabricar armas es negocio, su producción debe seguir hasta exceder las
necesidades reales de la defensa, y después de la desaparición de todos
los enemigos significativos, hasta arrasar niños con bombas de fósforo,
hasta consumir en 2007 un monto de 623.000.000.000 dólares anuales,
superior al gasto militar del resto del planeta.
Alain Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal que
desreguló la banca de inversiones, reconoció haberse equivocado, y
sobre lo que había que hacer declaró: “No sé”.
También se parece el capitalismo a la pirámide en que para
construirla se despojaba de su trabajo a todo un pueblo esclavizado
para preservar la memoria de la momia de un parásito.
Pero sabemos que no hay más planetas, más humanidad, más víctimas que sacrificar ni a la pirámide ni al capitalismo.
luisbritto@cantv.net