En la historia de la humanidad no ha habido personaje como él. Como todo buen super-héroe ha sido beneficiado por una providencia misteriosa. Fue dotado de un buen físico, por lo menos del tipo necesario para ser protagonista de una serie de televisión gringa, sino que su mente encandila tanto como el destello de una bomba lanzada por la aviación israelí sobre la población civil de Gaza en la oscuridad de la noche.
El diestro espécimen es capaz de realizar las más increíbles acciones. No requiere de especialistas en materias como mecánica, electricidad, química, electrónica, medicina, etc. El hombre puede con todo eso. Pero además, es un experto en las ciencias militares, explosivista, diplomático y hasta “Don Juan”.
El Ejército colombiano no dudaría en contratarlo para rescatar a todos los rehenes en manos de las guerrillas; Washington cometió un error por no tomarlo en cuenta para buscar las armas de destrucción masiva en Irak. ¡Seguramente él sí las hubiera localizado! Si la CIA hubiese solicitado su servicios, ya Fidel estaría preso en Guantánamo.
Este superdotado hombre es capaz de construir un motor de avión con la máquina de su reloj; fabricar C-4 con la goma de un chiclets (Adams por su puesto); construir un misil con un corta uñas o una basuca con restos de un pitillo.
Es el enemigo público número 1 de cualquier aparato que pueda servir para algo. No hay pared que no pueda atravesar, ni muro que no pueda subir. Es el hombre ideal para cualquier mujer. Le aseguro que no habrá cosa en casa que no sea arreglada por él.
¿Cómo es posible que no se les haya ocurrido?¡Pues fue él, fue este superdotado! No busquen más. McGyver fue quién entró a la sede de la Asociación Israelita, en Plaza Venezuela. Saltó el muro de unos 5 metros de altura; cortó el cerco eléctrico (pero antes desconectó la alarma…o sea); neutralizó a los vigilantes; desordenó las oficinas, pintó los graffiti, el queso que había en la mesa también se lo comió, por eso se tardó seis horas. En cualquier otro caso, el tiempo hubiera sido mucho más corto. Pero McGyver estaba muy seguro de la hora en que llegarían a descubirlo y, como no le gustan las cámaras de televisión, se esfumó justo a tiempo.
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