Capitalismo sin modales

Hace algo describí los modales sublimes de la oligarquía forajida de Colombia. ¡Qué vigencia la del sacacorchos en el vino de Burdeos, qué mohín para preferir aquella pastita o aquel canapé, qué donaire para deambular por jardines y alfombras, qué esbeltez para enhebrar frases de gramática impecable que ni Andrés Bello, qué desenvoltura con la motosierra, que da gusto que lo descuarticen a uno!

Por más que sea, la urbanidad de la oligarquía venezolana es también alisada. Hasta más grata, porque no es untuosa. La venezolana te hace sentir tu distancia de ella, pero con una cordialidad que anestesia.

Todo eso se pierde en los espacios del capitalismo sin modales. En una manifestación opositora. O en una cárcel, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación” (Prólogo de El Quijote). Apenas llegas, te proporcionan un chuzo. Si no lo aceptas, eres una mariquita que todos pueden usar como mujer en más de un sentido: el sexual, claro está, pero también en labores que muchos todavía creen femeninas, como fregar ropa. División del trabajo.

Pero si aceptas que eres machito, tienes que demostrarlo a cada instante. Si peleas y caes en cierto espacio previsto para el derrotado, te matan los demás. Si es tu contrincante el que sucumbe, muere. De modo atroz, porque eso divierte en tal capitalismo.

Hay presos privilegiados a punta de masacres, que venden el derecho al baño, si hay baño y no meras bolsas plásticas que se hacinan en el techo. Ese Preso Mayor tiene su almacén de cuanto tiene valor de cambio: pan, jabón, droga, revólveres, mujeres. Y en su celda hay pantalla plana, aire acondicionado y no se racionan ni agua ni electricidad.

Porque la cárcel es un microclima del capitalismo sin modales, cuando pierde la compostura y se muestra en su desnudez esencial, como pasó durante la Conquista, cuando aperreaban indios por miles, es decir, les azuzaban perros furiosos esmeradamente amaestrados para secundar aquel capitalismo en fase de acumulación primitiva.

Así se vive en nuestras cárceles. ¿Hasta cuándo? ¿Tendrá que exigirlo el presidente Chávez para que se haga algo o mucho? ¿No puede el socialismo con el capitalismo carcelario si puede con el Imperio?


roberto.hernandez.montoya@gmail.com


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Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.

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