¿Cárceles sobrepobladas, o población súperencarcelada?

En defensa de quienes son acusados de “delincuentes”, por los aparatos ideológicos del Estado o por los profetas políticos de miradas tradicionales, simplistas y análisis sociales con criterios cortos.

    Nos daría tristeza admitir, que estamos pegados al televisor, esperando que algún funcionario público o comunicador cualquiera, emita un comentario que no compartimos para salir corriendo a escribir en contra del “error incongruente”, que limita el avance en la construcción de la sociedad socialista. Sería una suerte de iluminismo izquierdista, que en términos reales tampoco sirve de mucho, además de ser repugnante. No obstante, lo que ha venido ocurriendo desde la tarde del 8 de septiembre en el canal del Estado VTV, con la transmisión de diferentes entrevistas a algunos funcionarios de las fuerzas de seguridad, y las discusiones que en torno al tema, desarrolló el conductor de “La Hojilla”, en el programa realizado en la misma fecha en horas de la noche, me parece que hay que mirarlo con ojo crítico, y volver sobre el tema cuantas veces sea necesario, con el objetivo de “re-semantizar”, por lo menos, el discurso revolucionario en cuanto a las políticas públicas de seguridad ciudadana.

     Claro que en última instancia la propuesta tiende a que las acciones revolucionarias, sean cónsonas con el discurso revolucionario, de otra manera estaríamos dando vueltas en los dispositivos de control construidos por el “Capital”, para controlar y mantener el orden liberal, en el que se benefician únicamente los dueños de la propiedad privada y de los medios de producción.       

      Los altos índices de criminalidad en el país, han alcanzado cifras preocupantes, no obstante, sería un absurdo decir que estos números se comparan con distintas zonas del globo en las que se desarrollan conflictos bélicos, es por ello que el gobierno Bolivariano se ha dado a la tarea de desplegar el “Plan Bicentenario de seguridad ciudadana”, que de alguna manera permita a los ciudadanos de nuestro país transitar con seguridad por los espacios públicos del territorio. Pero una política pública, por contingente que sea, no puede perder de vista los planteamientos expresados en el Proyecto Nacional Simón Bolívar (2007-2013), que al final de cuentas es uno de los instrumentos que permitirán dar saltos cuanti-cualitativos, para alcanzar la sociedad socialista por la que tanto hemos luchado.

      En ese sentido, no podemos dejar de lado las formas discursivas y prácticas con las que se están abordando las problemáticas atingentes a la inseguridad en el país. Entonces, ¿Quién define quienes son los delincuentes? Posiblemente, la respuesta más rápida y perezosa, sea atribuir la responsabilidad de éste tipo de definiciones a las leyes, liberales por demás, que prácticamente nos señalan a todos como “delincuentes”, mientras los que roban el producto del trabajo de las grandes mayorías, se apoyan en éstas para “seguir contribuyendo con el desarrollo del país”.

      “Delincuente” puede ser, el que evade impuestos, el que compra artículos robados,  el contrabandista, el narcotraficante, el consumidor de estupefacientes, los que malversan fondos del Estado, los que se prestan para esas malversaciones, los que se burlan del pueblo manejando al partido como si fuera un hato, los conspiradores, los cómplices, los que usurpan la propiedad privada (los dueños de ellas no, por si acaso), los que roban bancos (los que fundan bancos no), los que se roban un kilo de papá, y paremos de contar; peor aun, son potencialmente “delincuentes” y por ello tratados como tales, los que no trabajan, los que no estudian, los que estudian, los que trabajan, los que protestan, los que toman licor, los que andan en moto, los que andan a pie, los pobres. Debemos admitir que vivimos en una sociedad que criminaliza (la protesta y la pobreza), mira al otro con desden, mantiene el statu quo, el orden social, controlada en todo sentido (panóptico), pero que no termina de estudiar profundamente cuales serían los planteamientos a ejecutar para cambiar el modelo liberal de “orden y progreso”. No se trata de hacer un análisis infantil o romántico, por el contrario pensar en estas cuestiones, sería una de las responsabilidades de quienes en más de una vez hemos dicho que es necesario cambiar el mundo, en términos reales y en un sentido amplio.

      No podemos por ende, utilizar el mecanismo de “eliminación de clase” del que el Liberalismo económico se ha valido para atacar una problemática que afecta nuestra sociedad. Debemos definir claramente, lo que es un “delincuente” y con ello darle una orientación de perspectiva histórica, sociológica, humana, psíquica, es decir abordar la problemática desde un ámbito interdisciplinario, buscando la raíz del problema, y no apuntando con el dedo, simplificando la problemática y homogeneizando a quienes infringen las leyes del orden establecido. Deberíamos preguntarnos por lo menos, si esos sujetos, a los que acusamos de “delincuentes” son un producto social de un sistema de acumulación históricamente dominante e impuesto a la fuerza, valiéndose además de los aparatos represivos e ideológicos del Estado. No sería justo, que en nombre del socialismo se recurra de nuevo a la represión tradicional de la fuerza pública, sin ningún tipo de esfuerzo por buscar otras formas, más cónsonas con la filosofía a la que apostamos, a la solución de ésta problemática.

      Foucault, por ejemplo asegura en La vida de los Hombres Infames: El objetivo de la prisión-corrección, de la cárcel como medio para reformar al individuo, no se ha conseguido; se ha producido más bien el efecto inverso y la cárcel ha servido sobre todo para intensificar los comportamientos delictivos (p. 148), poniendo de ésta manera sobre la mesa un debate que desde el siglo XIX se ha venido desarrollando, y al que hay que volver los ojos y la artillería de pensamiento si queremos de verdad construir una sociedad mejor.

      Señalaba a su vez cuatro elementos, que a su juicio vendrían a constatar el fracaso definitivo de esta forma de castigar, en primer lugar señalaba que: 1. La prisión impide al poder judicial controlar y verificar la aplicación de las penas. La ley no penetra en las cárceles, decía Decazes en 1818; cuestión que corrobora que desde hace siglos se viene cuestionando ésta forma de “impartir justicia”; segundo planteaba: 2. La prisión, al mezclar a los condenados unos con otros, que eran diferentes y estaban aislados, contribuye a crear una comunidad homogénea de criminales que se solidarizan en el encierro y continúan siendo solidarios en el exterior. La prisión fabrica un verdadero ejército de enemigos interiores; fracasando de esta manera en su afán de regenerar a un sector de la sociedad que infringe la ley; tercero afirmaba, 3. La prisión, al proporcionar a los condenados un abrigo, alimentación, vestidos y muchas veces trabajo, les procura unas condiciones preferibles muchas veces a las de los obreros. Así pues no sólo constituye un electo de discusión sino que es un reclamo para la delincuencia, con esto se evidencia el peso que asume el Estado en esta materia; por último sentencia que, 4. De la prisión salen personas marcadas por malos hábitos y por la infamia, que los aboca definitivamente a la criminalidad (p. 39), no haciéndolas viables como órganos reformadores, pero en definitiva, se ve claramente que no puede ser una política pública coherente, la construcción de más prisiones, la resolución de ésta problemática estaría dada entonces, por ser abordada desde otros puntos de vista, con cuestiones que apunten al rescate y recuperación de quienes en su gran mayoría son sujetos-producto de una sociedad corrompida, hipócrita y que reconoce el orden social liberal como única forma de organización social.

      Las leyes deben servir para hacer que las personas se reconozcan como sujetos de derecho, que viven un proceso de cambio filosófico, político, económico y cultural, en consecuencia no puede reproducirse el mensaje, que el destino del “delincuente” sea la cárcel o la muerte, por que lo que nos diferencia a los socialistas-comunistas de otras corrientes ideológicas de derecha, es que respetamos las libertades y la vida, y que reconocemos que existen posibilidades de mirar como humanos (y sujetos políticos) a muchos de los que irresponsablemente se señalan hoy como “delincuentes”. Muchos esperan por una mano amiga, no todos somos delincuentes.

carlos_rivas_45@hotmail.com              
 


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Carlos Rivas

Escuela Popular de Comunicación ?Eulogio Paredes?. Vocero de la Casa del Costurero.

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