En un país con libertad de culto se mantiene festivo jueves y viernes santo católico, aunque la mentalidad rumbera se tome la semana entera para viajar. Lo primero impone días no laborables para otras religiones que deben cumplir las normas festivas como descanso en la llamada semana mayor casualmente en el mayor rebusque de la iglesia católica que vende la fe a un pueblo urgido de creencias. Aparece el Nazareno milagroso con infinitas colas de creyentes inundados de mercancías religiosas desde estampitas, velas, ramas, etc. Mientras tanto, algunos barrios insisten en un Judas trapeado para ser quemado pero, se impone nuevamente el peaje anárquico del “martillo” en las vías de comunicación utilizando comúnmente niños para conseguir los recursos que aporten posteriormente la “birra” fría y otras bebidas espirituosas de los adultos…
En esa sucesión de fechas y motivos impuestos por culturas importadas mezcladas al nuevo venezolanismo de consumo, pasa por alto el nacionalismo patrio que de manera obligada en algunos casos coloca la bandera nacional como símbolo de celebración patria. Solo la motivación del consumismo hace su luz verde de la venta. Aparecen los meses siguientes con el día de la madre, el padre, el niño, la oferta vacacional, el bochinche de los puentes si alguna fecha patria se empata con el fin de semana, el regreso a clases, la nueva modalidad importada de gringos como “Halloween” y la miseria de pedir con un cochinito en pleno puesto de trabajo durante la navidad en una muestra de explotación del empleador, por cierto modalidad adoptada hasta por extranjeros como los chinos. En un proceso de cambio hacia la conducta desprendida será muy difícil desarraigar una conducta sicológica que se hace tradición del capitalismo venezolano alienante “made in” la televisión y la publicidad galopante del consumismo.
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