- Líderes políticos: causalidades históricas, no casualidades.
En absoluto
se trata de “casualidades históricas”, como subtitula Usted, o
de “eventos aleatorios”, como los denominó
Marx. Las condiciones objetivas de un tiempo histórico determinado,
el comportamiento de las masas en ese tiempo y el temperamento y carácter
de quienes las lideran, ocurre dentro de una dinámica causal, no casual.
Hitler irrumpe en Alemania con su temperamento guerrero y su carácter
rencoroso, porque las masas arias exigían un conductor que interpretara
el profundo malestar que le imponían los tratados de Versalles y Saint-Germain.
El sentimiento que privaba en la población germana, las características
de personalidad del enajenado que las interpretó
y condujo, y la condición miserable de la economía alemana
del momento, no fueron tres dados que se lanzaron sobre una mesa
de juego y produjeron esas tres caras.
Una condición condujo a la segunda, y la segunda a la
tercera –y las tres al desastre y al crimen, por cierto- pero
lo importante de mi afirmación es que los tres elementos que Usted
cita y que ciertamente interactúan, no son producto del azar, sino
del azoro que a veces plantea la vida a los pueblos del mundo.
- Cerebro y cuerpo. Estado y sociedad
A su símil
biológico, algo forzado por cierto, las revoluciones socialistas proponen
lo inverso: que sea la sociedad el subsistema cibernético que
conduzca la praxis humana y el Estado la realice. Es decir, que el Pueblo
mande y el Estado obedezca. Actuar al contrario es dictatorial. En lo
que sí lo acompaño es en conferir a la burocracia el carácter de
neurotransmisores, aunque para mi gusto deberían ser neuroejecutores,
como el caso de ministros y otros funcionarios. Y es cierto: cuando
fallan, todo el sistema se desorganiza y al final perece. La
URSS es un ejemplo.
- El modelo de dominación de Hugo Chávez
Carisma,
amigo mío, y Usted lo sabe bien, es
“la especial capacidad de algunas personas
para atraer o fascinar a otras”. Hugo atrae a todos pero sólo
“fascina” a algunos. Dicho aún mejor: en mi percepción una mitad
del país lo ama y la otra mitad lo odia. Entonces no es su carisma
lo que lo sostiene, aunque lo ayuda con su sector. De
“bonapartista” sí tiene mucho y es lamentable; por allí
pudiera penetrarle la flecha de Paris, porque no es rasgo simpático
ni siquiera para su entorno. Y si existe eso que Usted llama
“identificación semi-religiosa de sus partidarios para con el líder”,
es porque la masa de la población venezolana históricamente excluida
de los privilegios de los que sí gozan sus
élites económicas, -que por lo demás la han explotado, especulado
y expoliado sin misericordia- confían en que el Comandante remediará
sus males. Parcialmente lo ha hecho, aunque en forma desordenada e incompleta
–Chávez tiene capacidad cognoscitiva,
pero no inteligencia emocional- mas la promesa subsiste y la esperanza
pervive. Esta es la identificación que los mantiene juntos. Ni carisma
ni “religiosidad”; sólo las sentidas necesidades de los más pobres,
y las reiteradas expresiones del líder afirmando que las solucionará.
- El modelo de conducción cubana
Cuba es un milagro de supervivencia. No es tontería soportar más de
medio siglo de guerra económica decretada en su contra por el imperio
más poderoso en la Historia de la Humanidad. Y sin embargo el mismo
Fidel ha declarado sin ambages, que dado el mundo actual, ese sistema
ya no sirve ni para ellos. Admite con esto que el socialismo del siglo
XX se acabó, y el del siglo XXI no existe.
¿Recuerda Usted que cuándo le preguntaron qué
cosa era esto último, el cubano respondió:
“Socialismo es Comunismo, y a éste ya lo definieron Marx y Engels”?
Con esta declaración “el Caballo” sepultó
al término esnobista. Puede Usted discutirlo, amigo Dieterich, pero
eso fue lo que declaró el revolucionario de América.
- Superar las fallas de los modelos de Fidel y Chávez
¡Imposible
estar más de acuerdo con Usted en este punto! Sólo en algo sustantivo
difiero: más que confrontación de clases yo buscaría la cooperación
entre clases. Le aclaro: creer en una sociedad actual sin clases sociales,
es una ingenuidad. Por supuesto que es hermoso el propósito, pero humanamente
inalcanzable e históricamente comprobado. En tanto que un contrato
social acordado en términos de equidad, comprensión y
humanismo –respetando diferencias insoslayables y por eso
es que somos “individuos”- lo considero más probable.
¿Fácil? ¡Dificilísimo! Pero de ello dependerá la continuidad de
la especie. Sin él no habrá Universo que analizar ni investigación
científico-política qué realizar.
Es la revolución que propongo. Al respecto formulé una invitación
a la reflexión dirigida a los dos líderes citados, cuando ambos coincidieron
recientemente en La Habana. http://www.aporrea.org/internacionales/a126098.html No sé
si la leyeron o les interesó. Yo cumplí. Usted también.
Reciba mis
saludos y créame que lo leo con interés y respeto.