Aunque el etanol gozaba anteriormente de un subsidio gubernamental, el “boom” de su producción en Estados Unidos comenzó realmente en diciembre de 1979 cuando, a raíz de la invasión soviética a Afganistán, el presidente Carter anunció un corte radical en las exportaciones de cereales a ese país.
Esta medida de embargo provocó la ira de los agricultores del Medio Oeste norteamericano y, para contentarlos, Carter anunció un nuevo programa de “gasohol” (llamaban entonces así al etanol), fuertemente subsidiado, a partir del maíz. Por si fuera poco, se impuso una fuerte tarifa a las importaciones de ese producto provenientes de Brasil para evitar la competencia.
En 1990 la “Clean Air Act Amendment” exigió aumentar la proporción de oxígeno en la gasolina a la venta en Estados Unidos, con el fin de mejorar la combustión y reducir la contaminación. La gasolina con este tratamiento comenzó a llamarse “gasolina reformulada”.
Se utilizó como aditivo en un principio el MTBE (“methyl tertiary butyl ether”) derivado del petróleo pero, en 2005, con el extraño argumento de que este producto podría rezumar de los tanques subterráneos de almacenamiento y contaminar el manto freático, la Ley de Política Energética (“Energy Policy Act”) prohibió su utilización, sacando del mercado al mayor competidor del etanol. Surge así un nuevo término, E10 (90 % gasolina, 10 % etanol).
Esta ley estableció además el “Renewable Fuel Standard” que exigió la meta de producción de 500,000 barriles diarios de etanol para su utilización como combustible de vehículos de motor en el año 2012. Como producir etanol es más costoso que producir gasolina, la ley creó un subsidio de 51 centavos por galón y mantuvo la tarifa contra el etanol brasileño.
Producir etanol en Brasil es mucho más barato que en Estados Unidos porque en aquel país la materia prima es la caña de azúcar donde la glucosa necesaria para la fermentación alcohólica se encuentra ya en el jugo de la gramínea. Además, el residuo –bagazo- puede utilizarse como combustible para generar electricidad, lo cual ayuda a reducir los costos. El proceso de producir etanol de la caña de azúcar en Brasil es ocho veces más eficiente que producirlo de maíz en Estados Unidos.
En su Informe de 2006 sobre el Estado de la Unión, el presidente George W. Bush enfatizó las virtudes del etanol y su papel principal en la estrategia energética nacional. Se sabía, sin embargo, hacía ya mucho tiempo, que el etanol no era capaz de cumplir con las expectativas económicas, ni de energía renovable, ni de independencia energética, ni de protección ambiental.
La producción de etanol en Estados Unidos a partir del maíz incluye entre los insumos el diesel para la maquinaria agrícola necesaria para cultivar los campos; fertilizantes, plaguicidas y otros productos que requieren de combustibles para su fabricación; el petróleo de las moto-bombas que impulsan el agua en los sistemas de regadío, el combustible que genera el calor en los procesos de destilación, el que exige el transporte hacia los mercados, etc. A todo esto hay que añadir los problemas logísticos de almacenamiento. Antes de su mezcla con la gasolina ya el etanol tiene una larga historia de contaminación del ambiente.
La producción de etanol de maíz require vastas extensiones de tierras de cultivo y es, como combustible, inferior a la gasolina por su carácter corrosivo, sus propiedades hidrofílicas (absorbe el agua y el agua oxida los motores) y su menor valor energético.
De cada diez galones de combustible comprados en la gasolinera, uno de ellos es etanol y éste sólo posee 2/3 de la energía calorífica contenida en un galón de gasolina; no obstante, lo pagamos como si fuera gasolina pura, y como la adición de etanol aumenta el costo total de la mezcla, terminamos pagando los subsidios gubernamentales. Obviamente, con gasolina adulterada se reduce el número de millas que el vehículo puede recorrer.
Se suponía que la imposición del etanol de maíz como biocombustible reduciría la dependencia de Estados Unidos del petróleo extranjero y conduciría a la independencia energética del país. Ha transcurrido ya casi medio siglo desde las primeras medidas de subvención y nada de esto se ha producido. La producción de etanol de maíz no reduce las importaciones de petróleo a Estados Unidos. Para la fabricación de un galón de etanol de maíz se necesitan de 0.75 a 1.29 galones (según el investigador) de petróleo o de su equivalente energético; en otras palabras, consume tanto o más petróleo que el que supuestamente ahorra.
Otra de las razones es que el etanol no reemplaza la variada cantidad de productos que se extraen del petróleo crudo en una refinería. De un barril de petróleo crudo (42 galones) se extraen unos 20 galones de gasolina pero también otros muchos productos, desde los más ligeros hasta el asfalto. De creciente importancia son los destilados medios (“middle distillates”), en particular el diesel y combustibles de aviones, indispensables para el transporte comercial.
Pero la desventaja principal de la producción de etanol es seguramente el hecho de que compite con la alimentación de personas y animales. El aumento del precio del maíz favorece a los cultivadores de este cereal pero perjudica a los criadores de ganado o de aves, y priva a la población más necesitada de un alimento básico. Al aumentar el precio del maíz, aumenta el costo de la crianza de animales, aumenta el costo de los alimentos en general, se estimula la inflación y se multiplica el hambre y la desnutrición.
¿Por qué se ha mantenido durante tanto tiempo el fraude del etanol? –Por la enorme fuerza de los intereses creados. Ningún aspirante a la presidencia de Estados Unidos podía ganar el “caucus” de Iowa, con sus poderosos “lobbies” agrícolas y su desmesurada influencia en las primarias, si se oponía al régimen privilegiado de subsidios, y ningún político podía salir electo con los votos de los estados del Medio Oeste si no se mostraba decidido partidario del etanol de maíz.
Terminando el año 2011, el Congreso no renovó el subsidio de seis billones de dólares anuales al etanol producido en el país, ni la tarifa de 54 centavos por galón a sus importaciones. Permanece, sin embargo, el mandato a las refinerías: 12.5 billones de galones de etanol se mezclarán este año y se llegará a 15 billones en 2015, lo que es más que suficiente para mantener en aumento los precios del cereal.
Curiosamente, el nuevo invasor de Afganistán, Estados Unidos, es el mismo país que impuso sanciones, por una acción semejante, a la Unión Soviética; pero 32 años después, el etanol de maíz continúa contaminando el ambiente, compitiendo con los alimentos y dañando los motores de los vehículos, mientras se paga un precio más alto por el combustible y el nirvana de la independencia energética sólo es tema preferido de políticos en tiempo de elecciones.
sccapote@yahoo.com