Perseguir a Chávez no es cosa sencilla

Las pilas de Chávez y la marmota que fui

Carola Chávez, escribiendo sus crónicas siguiendo la campaña del candidato Hugo Chávez
Credito: Teresita Maniglia
Perseguir a Chávez, confieso marmotamente, no es cosa sencilla. Yo vivo en la isla de Margarita, en un vallecito tranquilo, lejos del ruido, cerca de siembras de tomates y vacas que pastan en la orilla de la calle, en los terrenos baldíos. Escribo desde mi cocina con vista al Matasiete y un roble lindo que nos da sombra y pajaritos cantores. Escribo tranquila, vivo tranquila, como una marmota feliz.

Desde que llegué a Caracas, el 30 de agosto, con la misión de correr tras mi Presi, la marmota que fui se convirtió en un vago recuerdo. Cerca de Chávez no puede haber marmotismo, Chávez es acción y energía.

Veintitantos días en campaña, corre y corre, mira y mira, escribe y escribe. El jueves 27 fue uno de esos días que me hacen preguntarme cómo puede una persona hacer tanto sin bajar el trote. Me lo preguntaba trotando a la par del trotador, me lo preguntaba por él sin pensar que yo también trotaba.

Temprano fuimos a Ciudad Tiuna. Allí estuvo reunido con beneficiarios de 0800-MIHOGAR, con banqueros y constructores privados que firmaban acuerdos para todos los venezolanos tengamos casas dignas. Vi Ciudad Tiuna con mis propios ojitos, una verdadera ciudad nueva. Miles de apartamentos para miles de familias. La imagen era fabulosa: los edificios en construcción, ya bien avanzada, al fondo un cerrito con ranchos. Vi el sueño posible, vi que un día cercano, si nos empeñamos en ello, ese cerrito, todos los cerros serán un recuerdo, culpechavez.

Mi Presi habló de pie durante una hora. Ese día, como todos, tenía la agenda llena. Yo administraba mi fuerza porque ya sé como son los días de un hombre que, además de estar en campaña, no ha dejado de trabajar en el gobierno ni un solo día.

Corre, nos vamos a Coro. Hay caravana y discurso. Corrí con la boca llena, tratando de tragarme a la carrera lo que iba a ser mi almuerzo. Maiquetía, un vuelo corto que no da para una siestica. ¡Corre! Estamos en Coro.

Otra vez las calles llenas de gente esperando verlo. Imágenes que se repiten en cada lugar que visitamos. Imágenes que me recuerdan que todos somos uno. Y siempre la alegría, y siempre ese amor que se me amuñuna en el pecho y hace que me corran lágrimas por mis cachetes templados por una sonrisa incontenible. Histeria, diría un experto de cartón. Amor inmenso le digo yo que soy la que lo siente.

La caravana avanza despacito entre una multitud que quisiera que no terminara de pasar, que se quedara ahí para siempre, con Chávez ahí cerquita. Se va haciendo de noche y llega mi Presi a la tarima. Ahí baila, como si no sintiera el cansancio que a mi me hace pensar cada paso que doy antes de darlo. Baila y canta mi Presi y todos nos descubrimos bailando. Las pilas de mi Presi alcanzan para todos. Su energía es tanta que hasta una marmota margariteña termina energizada.

“De corazón, de corazón, Chávez de corazón…” Brinca, brinca, brinco, brinco, brincamos…

¡Corre, que vamos a una fábrica de jugo de sábila! Corro y no sé cómo corro pero corro detrás de mi Presi en su carrera.

Ahora sí que no puedo más, necesito una pared para recostarme, para subir un pie y darle descanso, y luego el otro, por turnos, como un flamenco extenuado. Me pesa la mochila, me pesan los brazos, me pesan los párpados que, de repente se abren ligeritos, de par en par cuando lo veo venir, con su paso firme, con sus zapatos lindos, los mismos zapatos de siempre y me pregunto si las pilas de mi Presi están en esos zapatos.

Llega él y llega la vida. No hay sueño que pueda con esta marmota con ínfulas de libélula, rápida, improbablemente ágil, con pilas recargadas.

¿Quieres jugo de sábila, Carola? Me pregunta mi Presi y yo claro que quería, pero lo que más quería era seguir mirándolo, oyéndolo, descubríendole cada día más razones para quererlo como lo queremos. No me canso… Él no deja que nos cansemos.

No sé como hará mi Presi cuando regresa a casa. Pero sí sé que yo llegué, vi mi cama y caí de cabeza entre las almohadas, desconectada, hasta que un rato de luz insolente me pegó en el ojo por la mañana. Un nuevo día para seguir corriendo feliz, corriendo hacia la victoria perfecta, corriendo para seguir alcanzando los sueños que nos atrevimos a soñar, culpechavez.


Twitter: @tongorocho


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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