Un balance, apenas a días para el final de la más intensa e inusual campaña electoral que jamás haya habido en el país, es obligatorio.
Un sector, acusado por el otro de incapaz y de malversador –sin ni siquiera una sola prueba que fundamente al menos alguna de esas infamias–, ha reunido a la gran mayoría de los venezolanos bajo el signo del amor a la patria, como nunca antes se escuchó en boca de los políticos del pasado que hoy buscan resucitar con base en el engaño y el odio, y ha emocionado hasta las lágrimas a millones que han visto a través de los ojos de su líder la honestidad de un hombre que ha entregado hasta su alma por servirle a su pueblo, concitando las más multitudinarias y alegres concentraciones políticas que se recuerden.
A la par de ese extraordinario evento, ese mismo sector ha intensificado el trabajo que desde hace más de una década ha llevado a cabo para lograr los más altos niveles de inclusión que haya experimentado la nación en toda su historia, mediante la puesta en marcha de políticas sociales de gran impacto, conocidas como misiones, y de decisiones económicas asertivas que han determinado el crecimiento que hoy ostentamos frente a la terrible crisis que padecen las naciones del mundo capitalista, y se ha dedicado a entregar bienestar como ningún gobierno en el planeta, en forma de viviendas, equipamiento, educación y salud, totalmente gratuitos, además de la gran cantidad de obras de infraestructura como nuevas líneas del metro, metrocables, trolebuses, aeropuertos, hospitales, Centros Diagnósticos Integrales, Centros de Rehabilitación, el inmenso crecimiento de la industria petrolera, y hasta la colocación de dos satélites en órbita espacial.
El otro sector, enemigo acérrimo del concepto de soberanía, ha llevado a cabo una campaña en representación y con financiamiento de la empresa privada (constatado con pruebas irrefutables e inequívocas), en la que ha sido encontrado incurso en falsificación de documentos, evasión de responsabilidad en actos reprochables, negación de su condición política, y cuyo discurso ha sido un intento frenético por robarle a su contendor sus más grandes logros, pero, al mismo tiempo, negándolos sistemáticamente, sin presentar ni una sola propuesta propia que no sea la de “mejorar las obras del actual gobierno”.
Su trabajo, la campaña de mentiras más grotesca y perversa de todos los tiempos, no ha sido por el bienestar del país, sino por desplazar del poder al único Presidente que ha trabajado con ahínco por el pueblo. En ello, lo que ha hecho el candidato de la derecha es “educar” a su militancia en la irresponsabilidad y en la inmoralidad. Se ha llevado a esos venezolanos a asumir que las evidencias que comprometen al candidato en actos inmorales, en forja de documentos, en negociación de sobornos, en pactos por debajo de cuerda con poderosos sectores privados, en negación de su verdadero programa de gobierno, no importan en lo más mínimo.
Mientras Chávez ha hablado con claridad sobre su propuesta de socialismo, de justicia e igualdad social, Capriles ha hablado con evasiones, con engaños, con irresponsabilidad.
Usted sabrá qué hacer el próximo 7 de octubre.