Definitivamente, y aunque la derecha y sus obispos opinen lo contrario, San Francisco bendijo con su cordonazo a esa inmensa masa de pueblo, venida de todos los rincones del país, para brindar nuevamente su apoyo, lleno de pasión y compromiso revolucionario al Candidato de la Patria, en el cierre de su campaña celebrado en Caracas, y que cubrió de rojo a siete avenidas del centro de la ciudad.
Como siempre, la marcha chavista fue una fiesta, pero sin duda la de ayer jueves fue la más grande de cuantas se han realizado en la capital. Y es que la promesa del socialismo infunde alegría, porque cuando apenas comienza su construcción, ya está brindando soluciones concretas a la gente, porque atiende las necesidades básicas de todos, porque el pueblo ejerce su protagonismo y no los cogollos de antaño, porque por primera vez se reparte el ingreso petrolero para resolver problemas de la mayoría y no para llenar los bolsillos de una mal llamada “meritocracia” apátrida, vendida a los gringos.
Pero además, el socialismo es amor, porque se identifica con los sentimientos del pueblo, porque antepone lo espiritual a lo material, porque busca que la gente valga por lo que es, por su trabajo, por su inteligencia, por su bondad, por su honestidad, y no por el dinero que acumula o la ropa que ostenta. De allí la conexión mágica de Chávez con su pueblo, que tanto irrita a los escuálidos ante la imposibilidad de establecer la misma comunión, aunque dispongan de todos los medios privados nacionales e internacionales, y de los cuantiosos dólares que reciben del norte.
La derecha sabe que aparte de las virtudes innatas del Presidente, su secreto estriba en la coherencia entre pensamiento, discurso y acción, en su mensaje franco y su crecimiento intelectual. Algo que ninguno de los petimetres y lechuguinos puede lograr, primero porque carecen de un liderazgo serio, y además porque, en el fondo, por más que disfracen los términos, el neoliberalismo se afianza en el sacrificio del pueblo, y los venezolanos lo saben porque lo sufrieron durante más de cuarenta años de gobiernos de AD y COPEI, progenitores respectivos de UNT y Primero Justicia. Por eso, por la inconveniencia de hablar sinceramente sobre sus planes, la campaña de Capriles se basó más en exagerar los errores y negar los avances de la gestión de Chávez, que en exponer las bondades que pueda contener su propia oferta.
Ante su impotencia, a los pobres pitiyanquis no les queda más remedio que el insulto, la burla y la amenaza permanente a través de sus cuentas de twitter o facebook, donde descargan su odio y racismo contra lo mestizo, que es casi como decir contra lo genuinamente venezolano. Pero mejor que drenen su frustración por esa vía y que no escojan un camino más violento, porque este pueblo decidió romper con el pasado y no permitirá que le arrebaten sus logros.
(*) Profesor UCV
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