En el Cuartel de la Montaña faltó el Quinto Elemento


Desde hace ya bastante tiempo, incluso desde antes de que los griegos lo anunciaran como tal, saben los místicos desde tiempos remotos, que los elementos que están presentes en la naturaleza además de agua, tierra, aire y fuego, también está presente el éter o prana divino.

Es bien raro que a Chávez, en vida, se le haya pasado por alto este detalle del Quinto Elemento. Un elemento tan sublime y de suprema importancia para el hombre.

La ausencia de ese Quinto Elemento en la llamada Flor de los Cuatro Elementos (Flor de cuatro pétalos) que fue diseñada por Fruto Vivas y que simboliza desde hoy la exaltación del Líder Supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez Frías, en el Cuartel de la Montaña o Cuartel del 4F, adquiere hoy especial relevancia. Por cuanto ese elemento es tan extremadamente sutil que es equiparable a esos planos de luz (o Quinto cielo) donde ahora se encuentra, precisamente, nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez.

Recientemente ese Quinto elemento, el éter, fue descubierto en laboratorios de experimentación a través de los resultados obtenidos en el Acelerador de Hadrones de Ginebra. Hoy renombrado el propio "Campo de Higgs", en el que el Bosón de Higgs es su quanto. Han encontrado –o confirmado científicamente- la existencia del Quinto Elemento (agua, tierra, aire, fuego y éter -o Campo de Higgs-); la quintaesencia que trató de comprender Empédocles y que predefinió Platón; la substancia primordial que defendía Aristóteles; la naturaleza perfecta que intentó describir Salomón o el elemento primordial que Hugo de Santalla definió en el siglo X dc en su “De secretis naturae”, como “un elemento primordial en forma de calor o espíritu ígneo, de sutil consistencia material, que está presente en todo el universo, dotándolo de movimiento, comunicando sus partes y que es capaz tanto de formar como de descomponer cualquier sustancia natural.“ Este elemento, es así de importante.

El éter o Quinto Elemento fue perseguido a lo largo de la Historia tanto por la Ciencia como por la Alquimia, unos para negarlo y otros para corroborar su existencia. Maxwell y sus ecuaciones primero, Faraday después y Tesla más tarde, intentaron definir su existencia, alcanzándose con el experimento de Michelson-Morley, a principios del s. XX, la conclusión de que el éter o quintaesencia no existía. Pero Plank desde los postulados de la recién nacida Física Cuántica, demostró la imperiosa necesidad de su existencia para explicar el orden físico de la materia. ¿Cómo podía una sustancia o elemento ser tan contradictorio?...

Parecía que la Física había llegado a un nudo gordiano que por el momento no era capaz de deshacer. Sin embargo, con la Teoría General de la Relatividad, fue el propio Einstein uno de los más firmes defensores de la existencia del éter, quien demostraba, por una parte, que el vacío no estaba vacío, sino extraordinariamente cargado por un enorme potencial de energía (10108 Julios * cc), una cantidad de energía tan magnífica que si pudiera convertirse en materia sería superior la existente en solo centímetro cúbico a toda la que puede existir en el universo.

Los experimentos llevados a cabo en El Acelerador de Hadrones o LHC . El resultado, por ahora en vías de reconfirmación, no ha podido ser más espectacular: el Campo de Higgs existe, por cuanto el bosón de Higgs ha sido detectado en todos los experimentos llevados a cabo.

La Quintaesencia hallada será la base, sin lugar a dudas, de que le prestemos atención y concedamos crédito a todas esas investigaciones ahora más o menos desacreditadas de la llamada Energía del Punto Cero, las cuales son tan denostadas por las poderosas multinacionales de los recursos energéticos, verdaderos enemigos de la especie por cuanto la inmensa mayoría de las guerras han sido producidas por los beneficios que les generan a unos pocos el control de los recursos energéticos. Esa Piedra Filosofal o ese Oro Alquímico, bien desarrollado y usado como un bien colectivo de la Humanidad, suponen para nosotros algo tan práctico y extraordinariamente humano como la desaparición de las guerras, la inutilidad de los impuestos y la posibilidad práctica de organizarnos como sociedad global o mundial de una forma completamente distinta y mucho más humana e igualitaria que lo que hasta ahora ha sido nuestro penoso devenir, quién sabe si desembocando, por fin, en esa era de paz y bienestar que a lo largo de milenios fue nombrada como la Edad de Oro. Tal es el alcance de este descubrimiento que merece, desde lo más sentido de nuestras inteligencias y desde lo más granado de nuestros corazones, la mayor ovación y el más enfervorecido encomio.

joseagaporam@gmail.com



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Jose Agapito Ramirez


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