Quiero hoy decirte, superpotencia que se te acaba el negocio que comenzaste al meterle a tus ciudadanos, cuando eran niños, aquello de que el Estado no debe meterse en sus vidas y que están solos contra el mundo.
Porque lo han creído y lo defienden con notable entusiasmo hasta que suceden cosas como la tragedia del pasado lunes 29 de agosto en Nueva Orleans. A cuatro días de ser impactados por un huracán categoría 5 y, peor que eso, que con el impacto se rompieran los viejos diques de contención que rodean la ciudad (que por lo demás, está bajo el nivel de mar, helloooo, Superpotencia), pues entonces, digamos, que la gente ha comenzado a preguntarse en este verano: ¿Y el Estado dónde está? ¿y tanta Superpotencia para qué sirve?
Porque pasaron cuatro días, hasta casi cinco y nada de nada, Superpotencia.
Por cuatro días la Superpotencia estaba de vacaciones. Y no sólo los políticos que administran el dinero de la gente no estaban, sino que tampoco estaba ni el ejército, ni un plan de evacuación, ni estrategia alguna. Y eso que tuvieron otros cuatro días previos para prepararse, porque el huracán iba lento, a 7 millas por hora, y con todo mi querida Superpotencia, esperando un ataque masivo al sur, no moviste ni uno de esos feos Hummer. Muy Irak todo, casi 9/11, Bush y la Superpotencia se tomaron cuatro días para pensarlo bien -ajustando aquellos 7 minutos paralizados del 11 de septiembre- y es ahora cuando, con un discurso puchero, has dicho que ahora sí van a hacer algo, que van a enviar tropas, que van a ayudar a la gente. Que por algo son Superpotencia y tal.
Por razones familiares, desde hace casi 10 años me toca pasar agosto y septiembre en los EE UU. La familia de mi esposa exige vernos por esos días. Esta exigencia me ha vuelto un tanto experto en esto de los huracanes y, particularmente, experto-víctima cuando el año pasado vimos pasar cinco. Con esto, quiero decir que ya casi nada me sorprende sobre los huracanes, que vivo analizando los charts del National Hurracane Center y que pregúntame lo que quieras que me lo sé.
Por eso, por aficionado y amateur, ya sabía el sábado pasado, como casi todo el mundo, que esa “Katrina” iba a ser la peor calamidad enfrentada por este país. No sólo por el huracán mismo, sino por Nueva Orleans, que me la conozco muy bien, ciudad de noches, locos y jazz, pero también donde se arroja la pobreza más grande del imperio. Sobre el 30% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, desplegando sin que a nadie le interese mucho y sin que nadie se alarme, una miseria catastrófica, muy tercer mundo, muy nuestra, pero además, una pobreza completamente inexplicable en una Superpotencia. Necesidad y pobreza de país rico que reconozco fácilmente porque me la aprendí de memoria en nuestra Caracas, hoy y antes, cuando era niño y ya viejo. Y no la olvido jamás.
Y si yo, que soy un extranjero amateur, lo sabía, ¿cómo es que a estas alturas los profesionales de la Fema (la organización que tiene que preocuparse de estas cosas) no lo sabía? ¿y Bush que debe ocuparse de estas cosas, tampoco sabía? ¿y los militares, que por Superpotencia controlan mundos, deberían ocuparse primero de su país, tampoco lo sabían? Porque eso dicen hoy, mi avergonzada y desilusionada Superpotencia, cuatro días después del 29 de agosto. Que no lo sabían. Que les tomó por sorpresa. Es que la naturaleza no se comunica con Dios, como debe ser.
Pero hay cosas que no son sorpresa ni luego de cuatro días. Como que esos embalses rotos debían arreglarse hace 12 años, a un costo actual de 14.000 millones y nadie lo hizo –el Estado no se ocupa de eso. Que la ciudad está perdiendo terreno al mar– el Estado no se ocupa de eso. Que no hay refugios allá ni en Florida ni en ninguna parte cercana al golfo de los huracanes -el Estado no se ocupa de eso. Que no hay un plan de evacuación, el Estado no se ocupa de eso. Que los recursos para salvar vidas se agotaron a las 24 horas- el Estado no se ocupa de eso. Que hay que recoger muertos, neutralizar la malaria, controlar a francotiradores, cerrar Nueva Orleans -el Estado no se ocupa de eso.
Me pregunto si no será por eso que eres Superpotencia, precisamente por no ocuparte de eso.
La Guerra en Irak ha costado ya $ 200 mil millones, pero la Superpotencia parece que no está para evitar tragedias, sino para causarlas.
Cuatro días en responder y, como es normal en este país aunque se crea lo contrario, aquí nadie va a hacerse responsable de nada. Pedirán a la gente que se comporte de manera patriota –es decir, no criticar al gobierno y entender que hay que arreglárselas como puedan- porque, después de todo, recuerden lo que aprendieron cuando niños: el Estado no tiene porque meterse en nuestras vidas. Y si no se mete en sus vidas mucho menos en sus muertes.
Dramaturgo