La oposición contrarrevolucionaria y fascista, y detrás de ella el imperialismo norteamericano, ha desatado una brutal ofensiva contra la revolución bolivariana. Los medios de comunicación burgueses, venezolanos y mundiales, presentan “el mundo al revés”: a las bandas fascistas que asesinan y atacan al pueblo, como “estudiantes represaliados”, al gobierno democráticamente elegido y las masas que lo apoyamos como un “régimen represivo y dictatorial”.
El plan contrarrevolucionario comenzó con el desabastecimiento y ha seguido con la acción criminal de las bandas fascistas, amparadas por la oligarquía nacional y sus jefes imperialistas. Su objetivo último es crear las condiciones para volver, por los medios que sea, a Miraflores. Después del fracaso que cosecharon en las últimas elecciones, lejos de respetar la democracia la pisotean utilizando el caos y violencia que ellos mismos generan para forzar una negociación. Según los portavoces de la contrarrevolución se trataría de “acabar con la división del país”, pero lo que realmente pretenden es imponer al gobierno su programa contrarrevolucionario y liquidar las conquistas que la clase obrera y el movimiento popular ha arrancado con su lucha en los últimos años. Aprovechándose de las carencias y la frustración generadas por no llevar la revolución bolivariana hasta el final, la oligarquía de dentro y de fuera quieren dar marcha atrás en el reloj de la historia y acabar con nuestro proceso revolucionario. ¿Para que? Para restablecer el poder de que oprimieron y sangraron a los trabajadores, a los campesinos, a las masas populares de Venezuela para beneficio de una minoría que siempre se ha arrastrado ante sus amos de Washington.
No ceder al chantaje contrarrevolucionario. Con el fascismo no se negocia
Expropiación de los bancos, la Polar y las empresas fundamentales bajo un verdadero control obrero para resolver los problemas de las masas
Los contrarrevolucionarios tienen tiempo intentando apoyarse en la quinta columna burocrática para abrir una brecha dentro del movimiento bolivariano y descarrilar nuestra revolución. Aceptar su chantaje, negociar con ellos es el camino al desastre. En estas horas decisivas, debemos denunciar claramente y sin reservas la acción de la contrarrevolución, pero también depurar a la quinta columna burocrática corrupta que a la hora de la verdad actúa como caballo de Troya dentro del movimiento bolivariano. Es el caso de Vielma Mora, gobernador del Táchira (cuestionado por la vanguardia revolucionaria ya cuando fue postulado candidato por el PSUV) que, adoptando un lenguaje similar a los opositores en varias cuestiones y apoyando la libertad de fascistas como Simonovis o Leopoldo López, actúan como portavoces de la derecha par dividir las filas de la revolución.
El primer paso para impedir que su actual ofensiva tenga éxito, y que puedan desencadenar otras en el futuro, es combatir a los capitalistas, banqueros, terratenientes e imperialistas, que son quienes están detrás de las bandas fascistas. Para ello hay que adoptar, de verdad y de manera urgente medidas socialistas, políticas y económicas, que acaben con su poder. Hay que expropiar ya los bancos, el Grupo Polar y las principales empresas para solucionar problemas como el desabastecimiento, la inflación y todas las demás carencias que minan la moral de las masas. Sólo arrancando a esta oligarquía los medios de producción que emplean para sabotear la economía será posible recuperar la moral de las masas y aislar y derrotar a los fascistas.
El diálogo del gobierno bolivariano sólo puede ser con la base del pueblo, con los colectivos obreros y populares. La burguesía utilizará cualquier diálogo para ganar tiempo y preparar nuevos ataques. Como en 2002, cuando mientras el gobierno dialogaba con ellos organizaron el paro petrolero. Chávez nos alertó de no repetir ese error. No se trata de dialogar con quien sólo pretende imponernos un régimen de pesadilla; se trata de apoyarse en las masas para llevar la revolución socialista hasta el final y aplastar a la contrarrevolución y las bandas fascistas.
¡Queremos socialismo de verdad, no volver al pasado! ¡Hay que pasar a la acción!
Los trabajadores del sector automotriz, SIDOR, Aceites Diana, las cementeras, Abastos Bicentenario y otros muchos se han movilizado en repetidas ocasiones presentando reivindicaciones y propuestas para luchar contra el sabotaje capitalista y hacer avanzar el proceso revolucionario. Pero esas demandas no han sido atendidas y esas luchas han permanecido dispersas. Las inspectorías de trabajo actúan sistemáticamente a favor de los empresarios. Decenas de empresas públicas y privadas tienen contratos colectivos vencidos y sus trabajadores soportan condiciones salariales y laborales muy duras. Una tarea clave del momento es unificar todas esas luchas y dar satisfacción a sus justas reivindicaciones.
Tenemos fuerza más que suficiente para aplastar a los fascistas y a quienes les dictan las órdenes entre bambalinas. Los resultados del 8-D con más de 5 millones “resteados” con el proceso revolucionario así lo atestiguan. Cada vez que se ha permitido al pueblo desarrollar sus propias iniciativas de lucha y se le ha hecho un llamado serio a la movilización éste ha respondido. Cuando el gobierno ha mostrado una mínima decisión a la hora de tomar medidas (como en noviembre contra la especulación) también ha recibido un apoyo claro. ¿Qué no ocurriría si esas medidas fuesen continuadas y extendidas al conjunto de la economía, expropiando a los capitalistas, decretando el monopolio estatal del comercio exterior bajo control obrero y popular? ¿Qué apoyo no habría si se llamase claramente (sin frenos ni cortapisas legales) a la clase obrera y las comunidades a tomar en sus propias manos la lucha contra el sabotaje capitalista, organizando en cada barrio y cada fábrica comités y asambleas contra la especulación y tomando las fábricas cerradas o utilizadas para sabotear? El camino es movilizar, organizar y, por supuesto, armar al pueblo; no ceder ni un milímetro al chantaje y violencia fascistas y resolver los problemas sociales (desabastecimiento, inflación, etc) respondiendo a las reivindicaciones de la clase obrera y las masas revolucionaras.
Los dirigentes de las centrales sindicales obreras (CSBT y UNETE) deben ponerse al frente de la lucha para derrotar la ofensiva contrarrevolucionaria planteando con el plan de acción que hemos señalado anteriormente, para unificar a la clase obrera y agrupar al conjunto de los explotados. Hay que presentar este plan de lucha contra el fascismo y el sabotaje capitalista al gobierno bolivariano, llamándole a dialogar con el pueblo y no aceptar ninguna demanda o presión de la burguesía que le pueda separar de su base social. Sólo con clase obrera y el pueblo, movilizándonos de manera masiva y organizada contra el fascismo, se podrá derrotar a la reacción y al sabotaje económico desatado por la burguesía. Y este plan tiene que estar ligado al paso decisivo que debemos emprender sin dilación: sustituir la actual estructura del Estado que --como decía Chávez-- sigue siendo burguesa, por un Estado basado en consejos de trabajadores y comunales elegidos y revocables en todo momento. Un Estado que organice la transición al socialismo bajo el control democrático de las masas y que acabe con el caos de la economía capitalista a través de la panificación socialista bajo la administración directa de la clase obrera y el pueblo.
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