La muerte de Gabriel García Márquez resultó en un malabarismo periodístico internacional, principalmente en el Estado español, para minimizar su amistad con Fidel y maximizar su relación con otros mandatarios mundiales.
Así, las fotos con Fidel eran acompañadas de fotos con el rey de los españoles, con Clinton, con Felipe González, con cualquiera de los presidentes colombianos... en fin. Lo cierto es que el barniz que se le quiso dar a la relación de Gabo con Fidel como una relación de admiración o de «atracción» de Gabo hacia el «poder» es propia o bien de ignorantes o bien de mentirosos.
Las pruebas están en la pequeña-gran biografía que García Márquez le escribe en el prólogo del libro Mañana será demasiado tarde del propio Fidel. En pocas páginas la admiración al compañero, al conversador, al lector, al glotón, al hombre de Estado... al «jodedor». Serían impensables esas palabras de Gabo sobre Felipe o sobre cualquier otro político que él haya tratado.
El corolario de esa admiración no deja de ser aquella frase que le espetara Fidel a Gabo cuando éste le preguntó un día de madrugada en La Habana qué era lo que más desearía en ese momento: «estar parado en una esquina» contestó Fidel.
Compendio de esa vida caribeña que unía como un cordón umbilical a Fidel y Gabo: la calle, la gente... la «jodedera». Poco antes de morir el propio Chávez se había autodefinido como un «jodedor», otro caribeño unido a Fidel no sólo por un ideario político sino por una condición humana propia de las gentes «echadoras de cuentos», «habladoras de la inmortalidad del cangrejo» y observadoras desde una esquina cualquiera en Cartagena, Caracas o La Habana.