Mis queridos lectores, me propongo exponer en este artículo mi visión particular de cómo podemos salir de la crisis económica y social en que estamos, sin lugar a dudas, una audacia de mi parte, una temeridad en verdad. Además, estoy seguro que mis planteamientos tendrán muchos detractores y posiblemente algunos a mi favor, pero de eso se trata en estos momentos cruciales de Venezuela, de abrir el debate sin tapujos.
De alguna manera, la salida de Giordani abre las puertas para que nos atrevamos a plantearnos este problema, y esto es así, porque este señor ha abierto la caja de Pandora y se comienza a reconocer que estamos en una crisis, y que la misma corresponde a las erradas políticas económicas adoptadas mucho antes que el Presidente Maduro asumiera, aunque esto no lo reconoce Giordani, un reconocimiento que por fin va más allá del argumento panfletario de que estamos en una guerra económica con la burguesía tratando de exculpar a la acción de gobierno.
Lo primero que debemos hacer para ver luz al final del túnel es reconocer que estamos en una crisis de dimensiones gigantescas, y no puedo estar exagerando cuando el año pasado la inflación superó el 50%, y este año podría llegar a 70%, aunque algunos dicen 100%, cuando el crecimiento económico puede ser cero o negativo, cuando el índice de pobreza medido por el ingreso real vuelve a aumentar, cuando la escasez de bienes es algo generalizado, cuando el sector productivo está totalmente deprimido, cuando hay insuficiencia de medicamentos, cuando el desempleo y la informalidad vuelven a crecer.
Este es un momento de aquellos en que un estadista se enfrenta a las cámaras y asume con hidalguía la gravedad del momento, algo como lo que hizo Winston Churchill en el parlamento, cuando le dijo al pueblo inglés solo les puedo prometer “sangre, sudor y lágrimas”, aunque después les dijo también a modo de exhortación “lucharemos en el aire, lucharemos en los mares, lucharemos en las playas, no nos rendiremos jamás”. O lo que dijo Napoléon, “yo lo asumo todo, lo bueno y lo malo”.
En nuestro caso sería algo así como “hemos cometido graves errores en la conducción económica del país, la mayor parte de la grave situación por la que atravesamos se debe a nuestros propios errores, es la hora de asumir la responsabilidad sin excusas y plantear un programa económico de guerra para salir adelante. No podemos prometer en el corto plazo otra cosa que una cuota elevada de sacrificio y angustia, de mucho sudor y muchas lágrimas, pero al final lograremos abatir la inflación, recuperar el crecimiento económico, disminuir la pobreza sobre una base sólida de productividad y producción creciente y mejorar los ingresos personales y la calidad de vida de todos los venezolanos”.
Ahora bien, un programa económico para salir de la crisis requiere apuntar a variables claves cuya modificación sea capaz de inducir a un crecimiento económico estable, no basado en la renta petrolera sino en un aparato productivo en crecimiento. Entonces la pregunta importante es ¿Cuáles son esos factores claves sobre los que hay que actuar?
Uno de ellos y creo que es el central, la inflación. La inflación que es el alza sostenida de los precios, es una variable inducida. Es decir que existen otras variables que tienen que ver con el comportamiento de la inflación. Por ejemplo, la insuficiencia de oferta frente a la demanda es un factor que determina que los precios suban, y a decir verdad, es exactamente el caso de Venezuela en estos momentos. El otro factor ligado a la inflación desde una perspectiva monetarista tiene que ver con la masa monetaria, es decir, la cantidad de dinero circulante en la economía. El exceso de dinero en la economía se convierte en una creciente demanda de bienes y servicios que ocasiona un repunte de los precios, como dijera alguien que no recuerdo, se trata de muchos billetes detrás de muy pocos productos.
La inflación provocada por un incremento exagerado de la liquidez monetaria y basta ver las estadísticas del Banco Central para saber que eso es lo que ocurre en Venezuela, provoca tarde o temprano una devaluación de la moneda, pues el valor de una moneda es la relación entre la masa monetaria en moneda local (Bs. / US$) y las divisas con que se cuenta. Esta devaluación impacta el costo de las importaciones y en un país importador por excelencia como Venezuela esto implica un aumento de la inflación.
Ahora bien, el crecimiento exagerado de la liquidez monetaria es una variable que depende del gasto público financiado con emisiones de dinero fresco, sin respaldo en un crecimiento de las divisas ni en el crecimiento de la economía. Este tipo de gasto es altamente inflacionario.
Por lo tanto, en una economía de mercado, y la venezolana sigue siéndolo, el incremento constante y exagerado de la liquidez monetaria por la vía del gasto público es un elemento detonante de la inflación. En este punto, muchos protestarán que reducir el gasto público es una medida neoliberal fondo monetarista que incrementará la pobreza y conducirá a una recesión económica, y tendrán la razón, el problema es que con un elevado gasto fiscal y una liquidez monetaria excesiva, tenemos que la pobreza creció el año pasado, y en el actual ya estamos viviendo una recesión económica.
Si se hubiera tenido un buen juicio económico hace muchos años atrás, y el señor Giordani no lo tuvo, no tendríamos que estar enfrentando un ajuste económico doloroso en estos momentos. La economía con el millón de millones de dólares recibidos en los últimos años, podría haberse enrumbado por una senda de estabilidad de precios y de la moneda, y un crecimiento económico constante.
Es posible que salten algunos diciendo que la política a seguir es profundizar la revolución (los revolucionarios de los eslóganes y de los lugares comunes), muy bien, les tomo la palabra, díganme ustedes como abatimos la inflación con una política socialista, qué medidas concretas habría que tomar que no se hayan tomado y que ya fracasaron. ¿Control de precios, control de las ganancias, control de los alquileres, control de cambios, expropiar todas las empresas del país?
A no ser que se quiera ir al control total de la economía y desaparición de la empresa privada, un modelo fracasado del socialismo del siglo XX, hay que aceptar que estamos en una economía de mercado y que el gobierno tiene unos instrumentos de política económica limitados.
Por supuesto, una política de reducción drástica del gasto público tendrá un costo político que hay que asumir, y abandonar la práctica criticada por Giordani en su testamento político, en el sentido de inundar de dinero inorgánico el mercado por fines políticos y electorales.
El otro aspecto de una política económica anti crisis tiene que ver con la oferta de bienes y servicios. Para nadie es un secreto que ha habido una contracción del aparato productivo. Las expropiaciones de empresas privadas no han resultado en una mayor producción y productividad, por el contrario, la producción se ha reducido. Es lamentable, la expropiación de estacionamientos para construir viviendas que finalmente no existen. El caso de las cementeras expropiadas y no hay cemento, el caso de Sidor y no hay cabillas.
Es lamentable, que a estas alturas no se haya hecho público un documento que explique por qué las empresas nacionalizadas no han cumplido las expectativas de una mayor productividad y producción, aparte de la famosa lista de las empresas de maletín que se llevaron los 20 mil millones de dólares, y que nos prometieron entregar y aún estamos esperando.
El hundimiento del aparato productivo, industrial, agrícola y agro industrial, la falta de inversión, el cierre de empresas, todo lo anterior debe ser explicado para poder estructurar una política de desarrollo de la producción.
Sin duda, aquí hay un aspecto político a tomar en consideración, a los empresarios no les agrada un gobierno socialista que expropie empresas privadas, no les agrada el control de precios y las ganancias, no le gusta una ley del trabajo que favorezca demasiado a los trabajadores según su óptica. En este sentido, es lógico pensar que no están ganados a invertir en sus empresas, y mucho menos, traer dólares de afuera para invertir aquí.
El gobierno debe ir a una política de estímulo a la producción y la inversión, y aquí quizás, el principal problema es político. El gobierno tendría que entrar a negociar con los empresarios, dándoles seguridades de que la política de expropiaciones será desterrada permanentemente. Aquí también habrá quienes opinen que esto es entregarse al capitalismo, y en este punto, yo pregunto cuál es la alternativa que no signifique algo que ya ha fracasado como las cooperativas y las empresas de producción social.
También es necesario, una política de estímulo que puede ser por la vía de exonerar de impuestos a las nuevas inversiones por un tiempo determinado, exonerar de impuestos a los venezolanos que traigan sus dólares para inversión productiva y permitirles convertir en dólares parte de sus utilidades si es que no hubiera libre cambio. Estimular las empresas cuya producción sea para la exportación
Por supuesto, habría que devaluar a Bs.50, pero es muy importante que aunque el gobierno obtenga ingresos extraordinarios por esta vía, estos se utilicen para el pago de deudas y solventar el déficit, sin inyectar más dinero al mercado. En todo caso usar los recursos excedentes en un plan de creación y mantenimiento de infraestructura y de construcción de viviendas por su capacidad de dinamizar toda la economía. Evitar que los recursos excedentes por la vía de la devaluación sean utilizados para obtener ventajas políticas y electorales.
Por otra parte, es necesario eliminar todos los fondos de inversión y centralizar las divisas en el Banco Central para aumentar las divisas.
Yo creo que a estas alturas, todos debemos estar claros que un socialismo distributivo rentista sin creación de riqueza por la vía de la productividad y producción de bienes y servicios es inviable a largo plazo. El socialismo tiene que ver con la distribución de la riqueza, pero de una riqueza en constante aumento por la vía del trabajo productivo. Hoy estoy más convencido que nunca que el camino es el socialismo nórdico donde la base productiva se rige por una economía de mercado muy eficiente y productiva que se combina con un Estado de bienestar que es capaz de distribuir esa riqueza eficientemente, con educación y salud de calidad gratuitas. A quienes levantan la voz argumentando que eso es un modelo socialdemócrata y no es verdadero socialismo, y solo un disfraz del capitalismo, hay que recordarles que nunca un obrero de la Unión Soviética, de Cuba o de Corea del Norte tuvo un nivel de vida comparable al de un obrero noruego, finlandés o sueco. ¿Acaso no se trata de eso en el socialismo, que los obreros y la población en general vivan bien en un sistema democrático con amplias libertades? Eso de que “con hambre y desempleo con la revolución me resteo” es definitivamente patético y para mí totalmente contrarrevolucionario, retardatario y una traición a los humildes de esta tierra.
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