Las trampas del poder

Hay quienes no perciben los momentos antes que el agua comience a hervir, el punto exacto cuando la presión del vapor ha logrado que se dé un salto cualitativo, un salto revolucionario, se pase a una nueva fase, se transforme de líquido a gaseoso. Así mismo en el devenir histórico social se dan estos cambios en que la acumulación de cuantos generan saltos cualitativos y solo son capaces de advertirlos quienes están consustanciados con la realidad que algunas veces de manera subterránea, casi imperceptible se va tejiendo, se va armando, hasta reventar en una eclosión que de no tener a su cabeza un liderazgo colectivo y visionario podría arrasar con todo, hasta con los logros obtenidos.

Mientras se suma y se suma presión, traducida en descontento por necesidades no resueltas, decepción ante la corrupción e ineficiencia sin un asomo de castigo más bien en muchos casos premiaciones a quienes han defraudado la confianza popular y como si fuera poco la burda y descarada utilización de los postulados de la nueva sociedad que se intenta construir encausando la democracia participativa y protagónica a través de mecanismos complicados como una especie de maquina traga moneda donde en definitiva inducen a la voluntad popular, coartando la libre expresión del principal motor de una revolución que no es otro que el poder constituyente, el poder del soberano, la conciencia organizada del pueblo trabajador; olvidándose así de esa máxima del poder obedeciendo.

Desde el centro del poder constituido, desde donde se trazan las líneas estratégicas y se direccionan las acciones políticas, siempre como un campo magnético esta la tentación de lo infalible; de creer que lo que me resulto hoy me resultara mañana y se olvida la reflexión contante, la revisión constante y el reimpulso constante y se olvidan las voces del pueblo que como un rio en víspera de una crecida, suena y se siente distinto y se continua como el boxeador noqueador que siempre cuenta con su poderoso puño hasta que alguien le pase del quinto raund y pierde todas las perspectivas. A esta tentación de creer que todo se tiene bajo control lo reafirma el espacio de actuación de la dirigencia, que algunas veces se hace prisionera de sus propios anillos de “poder” o de control; confianza absoluta en sus asesores, confianza absoluta en los reportes de sus subalternos y en la relación con el pueblo no pasan más allá de las asambleas y mítines itinerantes con una militancia obligada por otras razones que no son las fundamentales que el momento histórico requiere, una militancia que se circunscribe a un pequeño porcentaje, la que recibe o asiste esperanzada aun con toda la buena fe del mundo a solicitar alguna dadiva.

Chávez sabia cuando algo no andaba bien, lo descubría, lo intuía, porque cuando rompía el protocolo y saludaba a un soldadito no era solamente romper el protocolo, era ir hacia el encuentro con la realidad, o cuando decía; “que no hable tal funcionario, que hable aquella señora” era sencillamente oír la otra campana; igualmente si leemos a Fidel, y vemos el transito por mas de 50 años de la revolución cubana, podemos descubrir en las cosas que parecen sencillas, una metodología que permite estar en permanente sintonía con su pueblo y legitimar la estructura política, la organización revolucionaria como la guía indiscutible de la revolución y es que esas cosas sencillas no es otra que la forma de relacionamiento, la interacción con el pueblo; sentarse a comer con los trabajadores, hablar con una viejita de cosas cotidiana, sentarse a conversar con los niños y niñas de una escuela sobre lo que ellos hacen diariamente; practicar esas cosas sin demagogia, sin falsas poses, sin esperar fotografías, solo porque se siente, porque es parte de su naturaleza insurgente, eso deja una tremenda enseñanza, experiencia que no sistematizan ni trasmiten los sesudos asesores ni puede plasmarse en algunas laminas de Power Point.

Decía un sabio griego; “Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar” y si quienes están en el centro de donde se emanan las líneas y estrategias políticas no saben escuchar al pueblo, por mas que hablen no habrá una comunicación efectiva y quedaran atrapados en sus anillos y podrían pasarle como el patético caso de Mijaíl Gorbachov que aun cunado hoy en sus escritos trate como el Chapulín Colorado de decir que todos sus movimientos estaban fríamente calculados; el camarada Vitali Vorotnikov en su libro “Mi verdad” lo descubre como un pobre tonto que fue el último en percibir la proximidad del derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Lamentablemente desde el centro de poder algunas veces se modelan formas de relacionamiento verticales, piramidales, de jefaturas; cada quien es un cacique en su área, controla y decide lo que se debe de hacer; formas que no permiten el flujo permanente de la critica, la denuncia, la propuesta y van quedándose las verdades atascadas en un recodo del ducto burocrático; son formas de funcionamiento no cónsonas con el modelo de sociedad que juramos construir y si no logramos en nuestras organizaciones vanguardias, ser expresión de nuestra propuesta de sociedad, sencillamente no podremos trascender porque sin congruencia revolucionaria no habrá revolución.

Las organizaciones celulares y básicas de la vanguardia revolucionaria como el espacio de integración y de comunicación permanente con la fuerza motriz, con el poder constituyente, con la periferia, con el pueblo; están obligadas históricamente a dejar de ser replicas del verticalismo y el jefaturismo y ser expresión genuina de la voz popular y por consiguiente la aproximación a la línea justa.

Como bien lo dice Atahualpa Yupanqui;

“Yo canto por los caminos y cuando estoy en prisión
Oigo las voces del pueblo que canta mejor que yo”


Abrebrecha y después hablamos



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José Ovalles


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