El Seminario Avanzado Historia Regional y Cultural, bajo la conducción de la Doctora Neffer Milena Álvarez, en el Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña (o Doctorado de Cultura Latinoamericana y Caribeña, como bromeara el Dr. José Manuel Briceña Guerrero en una de las primeras conferencias magistrales inaugurales), ha deparado varias sesiones motivadoras, con intercambios de pareceres acerca de la construcción de las identidades culturales regionales y locales desde la perspectiva de la historiografía francesa contemporánea y actual, tributaria o disidente, avant la lettre, de la École des Annales; que se desarrolla de 1929 en adelante con la guía de historiadores como Marc Bloch, Pierre Vilar, Lucien Febvre y otros. En ello también ha contribuido la asignación de un texto sugerente del que se pudiera leer ad libitum unos extractos o artículos de los colaboradores de la obra "Para una Historia Cultural", donde Jean-Francoise Sirinelli hiciera de Coordinador.
En lo personal se optó por dos ensayos, "Una declinación de las luces", escrito por Daniel Roche y "Las élites Culturales", del susodicho Jean-Francois Serinelli; Daniel Roche es un historiador francés nacido el 26 de julio de 1935, fue Profesor del College de France desde 1998; Profesor honorífico de ese instituto. Sus trabajos en historia cultural y social abordan la Francia del antiguo régimen; entre sus obras destacan "Le Siécle des Lumiéres en Province, 1973; Academies et academies, 1978; de tal suerte que el texto reúne , precisamente a miembros de la academia francesa de la ciencias humanas y sociales, particularmente referidos a quienes cultivan la ciencia de la historia.
El otro autor, Jean- Francois Serinelli, nacido el 11 de julio de 1948 en París, es historiador, especialista en la historia política y cultural; profesor del Instituto de Estudios Políticos de París; dirigió L´ Histoire des droites en France, vertiente "politicista" de la historia cultural francesa; historia cultural, historia de masas; ha tratado especialmente el período de 1960, todo esto se toma de fuentes electrónicas comunes,(es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Roche;es.wikipedia.org/wiki/Jean-Fran%25C…
Los textos de uno y otro autor, antes que artículos científicos, según la tradición de las revistas indexadas, que constan de: resumen, exposición del cuerpo de los resultados de los datos recogidos por instrumentos, aplicados para analizar ciertas mediciones de la realidad empírica y sus respectivas conclusiones y bibliografía. Los escritos del libro colectivo "Para la Historia Cultural" (J. P. Rioux, J. F. Sirinelli, Coordinadores. Editorial Taurus. Barcelona. 1999, en www.redalyc.org/pdf/.../); vienen a ser una forma de literatura ensayística.
Los autores, como Daniel Roche (1935) discurren sobre ciertos procesos y avatares de una disciplina intelectual, que se moviliza de una temática a otra; y con un instrumental teórico-metodológico aprendido en la academia francesa, que al parecer antes que "instrumentos para medir actitudes" incursiona a partir de las percepciones personales en los planos de las realidades intangibles, como son, por ejemplo, "la interdependencia de las instancias de lo real", o las "mentalidades" como dimensiones atributivas y característica de un tiempo de que disponen los individuos; su materia de estudio es el discurso contextual como parte de unas prácticas culturales colectivas, de allí que los textos que emerjan no sean sino exploraciones e inferencias válidas para el contexto particular; que se comporta al modo de una pragmática referencial de los actos de habla, que en la medida en que se individualizan se tornan más universales, si cabe la paradoja.
Al respecto el profesor Daniel Roche en su ensayo "Una declinación de las luces", (ob cit., 1999) acota que su tarea consiste en desarrollar reflexiones en el campo de la historia social y cultural, "…a la que contribuyo, pretende en contraste en el cruce de las interrogantes y de los problemas de la historia de los medios culturales, de las ideas y de las mentalidades; esta reflexión quisiera de cualquier modo conservar las ambiciones globales y exhaustivas, tomando en cuenta sus límites. Estas elecciones exponen, con toda seguridad, el problema de los medios y de los métodos".
El escrito "Una declinación de las luces" se inicia con la caracterización de un tema-problema, (¿qué es la cultura"?) y el desarrolla de una disciplina y su objeto de estudio, (los campos de la historia social y su evolución); se pregunta Roche (ob cit):
"¿Cómo definir de manera operativa y eficaz, con clara autonomía, el ámbito cultural? Partir de las definiciones no es fácil, puesto que se pueden encontrar tantas como uno quiera. Desde 1952, Kroeber y Kluckhorn censaron 163, históricas, normativas, mayormente utilizadas por la antropología alemana o anglo-americana. La palabra cultura sigue siendo un vocablo ambiguo y tramposo cuyo empleo no resuelve nada si no se toman en cuenta formas que relacionan lo "cultural" con otra cosa, con grupos sociales, y se inscribe, entonces, en una comprensión más amplia de las dinámicas identitarias y de la jerarquía de las sociedades, en territorios y en conjuntos geográficos históricamente construidos", (Primer párrafo, renglón 1: 3).
De entrada el autor señala unas pautas susceptibles de seguir por quienes pretenden adentrarse en investigaciones históricas en el campo de la cultura, a saber evitar las aproximaciones solamente conceptuales abstractas, atemporales y fuera de contexto; sino vincular los procesos culturales a las prácticas sociales que definen identidades en ciertos territorios, donde se han asentado comunidades a lo largo del tiempo, en conjuntos regionales que delimitan identidades, discriminando formas de "relacionamiento" con la naturaleza y el prójimo, la apropiación de saberes, tecnología y perspectivas intelectuales, ya que volviendo a Roche, cultura:
"…para otros, es el medio para medir exclusiones o trazar fronteras, trayectorias, costumbres adquiridas, transmitidas, divulgadas, objetos de lucha y de imitación (…) lo cultural no puede sino destacar el análisis de los intercambios entre individuos, los grupos, las sociedades, los espacios; la segunda es que no se puede estudiar la cultura sin cuestionar el sistema social donde se desarrolla, sin mirar el conjunto en el cual diversos elementos se transforman, aunque no forzosamente al mismo rimo", (Primer párrafo, renglón 1: 7).
Por otra parte, la noción de cultura y su aplicación como recurso teórico-metodológico en los estudios culturales, va a estar relacionado con la tradición historiográfica en se inscriba el investigador; en ese sentido conviene recordar la trayectoria de una disciplina intelectual, en este caso "…los campos de la historia social", que se desliza de la historia económica y social a historia social y de las mentalidades, esto es, que los cultivadores se "movilizan" de considerar el proceso material al proceso cultural, aunque ambos aspectos estén relacionados guardan ciertas autonomías relativas.
En efecto, según Roche (ob cit) la Ciencia de la Historia, de acuerdo a sus desarrollos internos en un período relativamente corto entre uno y otro, hace diversos énfasis en su objeto de estudio y deliberación; así, de 1950 a 1960 "…se moviliza sobre los campos de la historia social y de la historia económica, a otra, la de los años de 1980-1990, que ve el sentido de la investigación orientada por el cuestionario de la historia de las culturas o de la historia de las mentalidades", (ob cit., Párrafo primero).
Se tiene entonces que los historiadores franceses de las últimas décadas desplazan el objeto de estudio, pasan de las estructuras objetivas de la economía y la política a las subjetivas como una forma de aprehender y "comprender la totalidad de la realidad", (ídem); ello a consecuencia de:
"…las enseñanzas de Labrousse y de Braudel, cuya aportación primordial sigue siendo para nosotros unir las estructuras y las coyunturas, los espacios y las temporalidades; confrontar así permanentemente las dinámicas sociales y las rupturas. Los dos eran sensibles a la cultura pero por aprehensiones diferentes. Para el primero, la cultura sigue ligada a la política y a las ideologías; para el segundo, se abre a todas las preguntas, de los material a lo intelectual, como una manera de comprender los obstáculos que se oponen a los cambios: pensemos en las prisiones de larga duración que definían las mentalidades", ídem).
Puede considerarse que los aspectos antes señalados a partir de la citas de Roche, comprende lo esencial de su disertación sobre la historia de la cultura; pues, lo demás está referido a describir cómo el modelo de la "Nueva Historia", en términos de "École des Annales" para la década de 1950, aún no había adquirido "renombre universal" en la enseñanza universitaria. Y, como parte de las tendencias nuevas, aparecen dos nociones, con sus respectivos conceptos, que luego serían parte de la teoría sociológica de un autor como Pierre Bourdieu.
Son los términos "campo de acción" y "reproducción social" y que Roche (ob cit) destaca, según se puede leer en el ensayo que se comenta al "…preguntarse sobre el lazo que se crea entre la reproducción social y la reproducción intelectual"; de donde se puede decir que existe una colaboración interdisciplinaria entre la sociología y la historia, con fines de abordar la historia de la cultura para comprender los conjuntos sociales y los dispositivos intelectuales, con una batería de preguntas sobre la trama de la vida social en marcos espaciales y temporales específicos.
Por su parte, el historiador Jean-Francois Sirinelli (1949) en su ensayo "Las élites culturales" (en Para una Historia Cultural, 1999), aborda el problema de la cultura popular o la cultura de las élites, como una bipolaridad o, en general, la historia de las prácticas culturales; donde destaca que la historia de las élites "…no tuvo descendencia", ya que la llamada "cultura de masas" se ha impuesto desde la mitad del siglo XX en adelante; de conde se tiene que en "Las élites culturales" de Sirinelli, se plantea como problema la cuestión de la (i) cultura de masa como parte de las prácticas culturales contemporáneas, donde se cruza lo político y lo cultural; por eso, paralelamente, se plantea la pregunta acerca de (ii) cuál es el papel de los intelectuales en la historia cultural del siglo XX y (iii) la noción de élite, pero como último aspecto (iv) se plantea el problema correlativo a la historia intelectual acerca de la identidad de la historia misma como disciplina, definida considerando su objeto de estudio, su teoría y su método.
En cuanto a la noción de élite, hay que preguntar si ésta como estructura vinculada a grupos sociales privilegiados orientan la cultura y se abre así la discusión de la relación de jerarquía o subordinación entre historia y política, en tanto que prácticas sociales con vistas al acceso al poder o control social; finalmente, en este aspecto, de la identidad como disciplina académica o instrumento para general transformaciones sociales, la historia como unidad de análisis permite cruzar la historia social y la política o introduce la discusión sobre si las élites culturales guardan sinonimia con las élites artísticas o son diferentes.
El quid de la cuestión aquí es distinguir entre creadores culturales, artísticos o literarios y quienes difunden y consumen los bienes culturales, los "…hombres de cultura, definidos así por la creación o la mediación", ambos están en el umbral pertenecientes a las élites pero en planos diferentes, porque la mediación "…se refiere al problema de la influencia…", dotados de cierta capacidad de ampliación, divulgación o vulgarización; los creadores, por su parte, participan de la élite por su capacidad de creación artística o literaria, amplían tendencias o producen rupturas y abren nuevas propuestas con nuevos procedimientos y saberes.
Entre ambos sectores, creadores y mediadores, existe de acuerdo con Sirinelli mutuas influencias, una especie "ósmosis", pues "…las élites culturales se iluminan con los debates cívicos, pero contribuyen a darles calor", de donde se tiene de corolario conviven en medio de una especie de ecología social mediante una especie de mutualismo o comensalismo, donde uno está en relación con el otro, alimentándose de una misma sabia de un tronco común que es la historia cultural de las civilizaciones; como se diría citando a Sirinelli: "Por un lado, la historia social permitía ver cómo nacen las obras y los sistemas de ideas, cómo se propagan en los libros y en las costumbres a través de los medios vectores, y cómo al mismo tiempo se transforman, pues dependen de la evolución de conjunto del sistema que los informa".
El resto de las páginas del ensayo de Sirinelli están dedicadas a comentar experiencias de la historia europea, en el tiempo contemporáneo, donde destaca la influencia de algunos intelectuales; quienes por su influencia en el espectro de las élites que generan opinión y de la sociedad en general que recibe sus reflexiones, producen cambios en las políticas públicas del Estado respecto a asuntos sensibles; y dibujan, al propio tiempo, nuevos horizontes de futuro, desde ciertos lugares de trabajo: como la docencia universitaria, la prensa escrita o la televisión, que usan a modo de pivotes o altavoces para propalar preguntas o difundir ciertas verdades incómodas pero necesarias para redefinir aspectos de la organización o reconducir trayectorias personales.
En Venezuela, como ha dicho don Pedro Grases en Temas de Bibliografía y Cultura Venezolana I y II (Monte Ávila Editores. Caracas. 1973) los estudios culturales constituyen un filón interesante de explorar desde la perspectiva de la investigación documental y la teoría de la historia social, para describir hechos y trayectorias; ya que la historia de los próceres civiles y de los intelectuales ofrece amplias posibilidades.
Por ejemplo los creadores de la nacionalidad o de quienes se han dolido de su situación en el tiempo contemporáneo por la presencia de la neo colonización y dependencia científica y tecnológica con el denominado modelo minero exportador, la cultura del petróleo y la dependencia que padece el país, la deuda externa y el atraso en las condiciones de vida; todo lo cual en la década de finales de 1980 llevó a formarse el grupo de "Los Notables", que sin lugar a dudas muchos consideran que contribuyeron a crear una masa crítica que condujo a la joven oficialidad a promover una organización que irrumpió con un golpe militar fracasado el 4 de febrero de 1992.
Pero luego condujo al enjuiciamiento de un presidente de la república por corrupción, a un proceso constituyente y a una nueva reconducción del Estado-Nación, que aún se vive como parte de la historia actual en que a pesar de las dificultades se está más consciente sobre los aspectos de la identidad regional latinoamericana y caribeña y local-venezolana; inclusive, quienes hacen mofa de consignas muy caras a la sensibilidad nacional, como esa de "…que no se equivoquen, hoy tenemos patria", al repetirla en las colas para adquirir víveres o bienes del hogar saben que están pecando, como dice mi amigo el cafetero de la Plaza Bolívar, pues miran sin ver y en sus rostros dibujan una sonrisita de desvarío, a sabiendas de que repiten algo que no es suyo.
Sino una expresión de la alienación de la cultura de masas (y mesas?), como estrategia de posicionamiento y parte de los consumos individuales como parte de una "libertad fugitiva", que diría Michel Certeau, en las trayectorias cotidianas; que pretende establecer micro diferencias vividas pero que carecen de interpretación de sus implicaciones. Sino que son actos de habla cuya lógica es la negación de sí mismos como individuos y colectividad.
Piénsese, sino ¿a quién van a transmitir los supuestos derechos colectivos difusos que dicen defender si no tienen patria, si hacen mofa de esa dimensión sagrada? A menos que quieran vivir como dice Iacocca como que repetían ciertos miembros del cuerpo gerencial de una empresa automovilística que luego quebró, por cierto. A saber, que querían vivir como los cochinos: gordos y empantanados de todas las cosas posibles e imaginables, pero sin identidad, dignidad ni sentimientos de pertenencia, más a sus propios apetitos. El comamos y bebamos que mañana moriremos, del pragmatismo vulgar y de la banalización del mal que recuerda siempre Hannah Arendt, presente en las ideologías totalitarias de uno y otro signo.
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