Existe una guerra de divisas en el mundo y las mafias financieras de Estados Unidos y Europa, están aterradas de que otras monedas adquieran valor y ganen espacios en el mercado mundial. El dólar, que no vale nada y que proviene de un país que no puede pagar su deuda porque está quebrado, debe desaparecer lo antes posible del comercio mundial. China y Rusia lo saben, actúan en consecuencia y la reacción es que la OTAN plantea un escenario de guerra mundial con terroristas privatizados, que deben tener un espeluznante catálogo de servicios para cotizarse en el mercado de la guerra y así recibir los contratos a fin de detener las nuevas divisas y sus economías emergentes. Pero las nuevas monedas deben garantizarse y el único mineral para tal fin es el oro.
Por esa razón mataron a Gadafi en Libia y le robaron su oro, por esa razón Chávez a los pocos meses de la invasión a Libia, se trajo el oro de bancos internacionales y nacionalizó la exploración, explotación y comercialización del oro. Pero como dicen los Yekuanas, hombres de canoa en el alto Caura, el oro es una maldición que destruye familias por la ambición. Venezuela para salir del modelo rentista debe producir y diversificar la economía, exportar otra cosa que no sea petróleo, para ello se necesitan recursos y fortalecer el bolívar como moneda, y todo ello pasa por controlar el oro, el diamante y el coltán, todos ellos, ubicados en grandes reservas en el estado fronterizo más grande del país, el estado Bolívar.
Sin embargo, las políticas mineras de la revolución han sido incompletas, mal diseñadas, mal aplicadas y finalmente abandonadas, ocasionando un alto costo político, y lo que es peor un basta región en manos de bandas delictivas armadas hasta los dientes y financiadas con oro. La consecuencia, perdemos soberanía, sufre terriblemente el pueblo minero y las dos únicas instituciones que han defendido con las uñas esa trinchera olvidada, han sido la Fuerza Armada y la Gobernación del estado Bolívar, a las cuales se les podrá achacar miles de errores, como a otras instancia de gobierno, pero en honor a la verdad son las únicas caras del gobierno que permanecen de pie en una zona, peligrosa, compleja y llena de conflictos.
No es lo mismo garantizar la seguridad en el municipio Chacao, que no lo hacen , que garantizar la seguridad en Gran Sabana o el Callao, hablamos de un extenso territorio selvático donde hasta hace poco la Fuerza Armada no contaba ni siquiera con aeronaves. Chávez garantizó la inversión a las unidades militares de la zona, pero los esquemas de seguridad deben ser también especiales. Si en los estados Zulia y Táchira se crearon zonas militares especiales por ser dos frentes asediados permanentemente por el paramilitarismo y el narcotráfico, el estado Bolívar también lo es, solo que estamos hablando de una frontera más díficil desde el punto de vista geográfico, pues además de tener las reservas de oro, diamante y coltán tiene una de las reservas de agua dulce más importantes del mundo, que produce el 70% de nuestra energía eléctrica.
Tengan la seguridad, como dicen los Yekuanas, que podemos vivir sin oro y sin petróleo, pero no sin agua, y las guerras por el vital líquido iniciaron hace rato. La revolución no puede permitirse ni siquiera la pesadilla de una gobernación del estado Bolívar en manos de la oposición. Sería como perder la Batalla de San Félix en los tiempos de Bolívar, y entonces todos mereceríamos ser fusilados por idiotas. La estrategia del oro no puede ser incompleta, no puede ser de papel. Si el ministerio de agricultura debió mudarse a Barinas, una Corporación del Oro debe tener su sede principal en el Callao, y si las instituciones mineras han de tener burocracia, esos burocratas deben ser los mineros de el Callao, Sifontes, Roscio, Gran Sabana, Angostura, Sucre y el Palmar.
Se lo debemos a ese pueblo, que ha creído tantas veces en la revolución. La estrategia del oro debe contar con una política especial para la mujer minera, pues el 70% de los mineros son foráneos, van y vienen esparciendo la malaria hacia otras regiones, pero la mujer minera siempre está, criando al minero del mañana, recibiendo coñazos, como en el municipio Sifontes donde según la Fiscalía se registra el mayor índice de violencia contra la mujer. La política minera debe ser integral, humana, ecológica, garantizando la salud y la educación para que el niño tenga otro sueño que no sea la mina. Otro destino que no sea la muerte lenta por el mercurio.