La música ha sido considerada por años, y por muchos analistas estudiosos-filósofos, como un saber sublime y fundamental para la salud y la completa purificación ética del ser humano. Muchos filósofos de la antigüedad consideraban a la música como el mejor néctar que endulza la sensibilidad del ser humano. En alguna de las clases que he compartido con mis alumnos y en las cuales hemos llegado a analizar la maravillosa realidad que nos aporta el oído, me he atrevido a decirles que la música es el alimento del alma. La música puede restablecer la armonía espiritual y puede despertar los más bellos sentimientos y propiciar un "recogimiento" del ser-social, incluso después de que esa harmonía haya sufrido los embates de la propagación rabiosa de contenidos nocivos y haber sido turbada o perturbada. Les adelanto que no soy músico (aunque charrasqueo el cuatro, como buen Larense Guaro pelao) pero como profesor de idiomas y estudiante de Audición y Lenguaje, me he interesado por el ruido, sonido, melodías, ritmo, habla.
La recién comunicación del laureado, famoso, excelente, único, y nuestroamericano músico-director Gustavo Dudamel me desencajó y me descolocó rítmicamente, melódicamente y armoniosamente. Y él, sin lugar a ninguna duda, desentonó catastróficamente ante una audiencia política a la cual él no está acostumbrado, y entonó ante los terroristas guarimberos de la Mesa de la Unidad Democrática, quienes ciertamente andan urgidos de un conductor que les marque el ritmo, las melodías y les indique los matices.
Nuestro querido músico, acostumbrado a conducir a consumados virtuosos de violines, violas, bajos, contrabajos, clarinetes, fagots, pianos, violoncelos, trompetas, percusión, etc., decidió dirigir al virtuoso pueblo venezolano variopinto, bravo, indómito, libertario, y tomó el ritmo equivocado. El silencio, querido Dudamel, es también parte del ritmo. Creo que no solo perdió el ritmo sino que desarmonizó dentro de la estructura melodiosa del pueblo venezolano. También los silencios forman parte de la estructura de la melodía y ponen pausa a lo que usted sabe es el "discurso melódico".
Cuando todo el mundo, todos los venezolanos (85% de ellos), e inclusive el Sr Pinto, coordinador de los Tupamaros, llaman al cese a la violencia, llaman a la Paz, llaman a "bajarle dos", nuestro Dudamel apuesta a "echarle leña" al fuego con el apoyo encubierto a los grupos opositores violentos, y sube dos semitonos a este acorde que toca el pueblo patriota venezolano. Nuestro maestro Dudamel nos dirige en doble sostenido y desarmoniza con nuestro toque natural.
Ruego a Dios que el matiz que Gustavo Dudamel le ha aplicado a esta pieza musical que está ejecutando el pueblo de Bolívar y Chávez sea un matiz dinámico (por lo intenso y lo exacto de su sonido), pero agógico, por lo corto de la permanencia y efectividad en el ritmo armonioso de la melodía venezolana.
Mientras tanto agonice su fatua conducción, yo tomo mi cuatro y charrasqueo y canturreo:
"Llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y el cuatro en el corazón.
Llevo en mi sangre la espuma del mar, y tu horizonte en mis ojos.
…….Y sin un día tengo que naufragar, y el tifón rompe mis velas,
Enterrad mi cuerpo cerca del mar en VENEZUELA."
¡Viva la Paz! ¡Constituyente si, terrorismo No!