Están fuera de toda lógica y razonamiento, las asquerosidades en las que han sumido a la comunicación en Venezuela, fracturando las verdades y todo tipo de decencia humana.
La Asamblea Nacional Constituyente deberá generar suficientes ideas, claras y precisas para sancionar con fuerza las asquerosidades que hoy día estamos observando en medios de comunicación que, en el pasado, constituyeron una referencia ética, pero que hoy movidos por el virus de la voracidad capitalista y la deslealtad al país ensucian la comunicación entre los habitantes de Venezuela.
Los constituyentes, y no solo los periodistas, comunicadores y todos los que están directamente involucrados en el proceso de la comunicación, deberán revisar muy bien la Constitución Bolivariana y escudriñar en ella hasta observar sus debilidades y potenciar sus alcances de modo que el área de la comunicación en general salga del estado de piratería en el cual se encuentra y sean altamente sancionados quienes, arropados con su desnaturalizada condición humana, vienen atentando contra los habitantes de esta nación, dejándolos al margen del respeto merecido como seres humanos que son.
Para nadie es secreto que el país es objeto de una bestial guerra comunicacional, en la que el principal sujeto viene siendo la mentira, donde lo injusto es colocado como justo y donde el mentir prevalece sobre la verdad.
No solo los periodistas éticos son testigos de primera fila, también lo son los lectores que ansiosos por recibir una información decente, se consiguen con una sombra de terror en cada página y en cada emisión audiovisual y en cada expresión de las llamadas redes sociales.
No se trata de que la libertad de expresión sea fracturada, porque los periodistas estaríamos en la primera trinchera para evitar una insensatez de tal naturaleza, pero ya se hace necesario frenar el desequilibrio en la comunicación inducido desde el exterior, insultando a las personas como si se tratara de un cargamento de esclavos, que es como algunos suelen tratar a quienes, en efecto, son quienes movilizan a las sociedades, porque hay que estar bien claros, quienes asumen como obreros, choferes, secretarias, transportistas, vendedores, agricultores, pescadores, oficinistas, periodistas, contadores, analistas, dentistas, terapistas, zapateros, costureras y toda la amplísima gama de profesiones y oficios en un país, no son precisamente los dueños de los negocios, pues estos pagan para que otros hagan el trabajo y esos otros, son sencillamente la mayoría de la población venezolana, la misma que está siendo embasurada comunicacionalmente hablando.