El análisis de este importante documento, escrito por Simón Bolívar, el 06 de Septiembre de 1815 en Kingston, intitulado “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, destinado al Señor Henry Cullen; cobra gran eficacia en nuestros días, por la transcendentalidad de la profundidad de sus ideas, que no se quedaron congeladas en el contexto histórico-literario, cuando fue elaborada con gran precisión sociológica, internacional, maestría de estadista y cualidades militares. Según las fuentes, el escrito original estuvo perdido por espacio de 18 años.
Bolívar, aunque no era sociólogo ni internacionalista de carrera, lo fue por antonomasia. Supo visualizar como navegante con un gran catalejo las perturbaciones sociales y las relaciones con los países foráneos para lograr un equilibrio de Paz y Libertad; amén de reflejar las ambiciones de la Europa y contener la influencia del gobierno de los Estados Unidos. En este sentido, dice: “hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados las más bellas e importantes de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos” (Bolívar, Pensamiento Precursor del Antiimperialismo, pág: 87).
No obstante, el Libertador se crece como un árbol frondoso, frente a la adversidad con vigor y fe, sortea su presente infortunado para vislumbrar el futuro y personificar con lenguaje visionario la unión de “nuestra América”. Fue su pretensión, formar del nuevo mundo una sola Nación que se encontrara atada entre sí y con todo. Hay que tener presente, que todo esto no era un desvarío ni simples casualidades, sino, como él lo veía: Con un mismo origen, una misma geografía, una misma lengua, idénticas costumbres; y hasta un igual credo religioso, por ello, pregúntome: ¿En qué éramos diferentes? ¿Por qué nuestra suerte estaba echada por las mezquindades? Como puede apreciarse, el ingente caraqueño era amante de la integración.
Los 57 párrafos del manuscrito deben hacernos reflexionar, no como una lectura insulsa y contemplativa, fútil y acomodaticia, como un pasatiempo, por el contrario, extrapolando las circunstancias, debemos tomar como ejemplo, las tempestades que rodearon a Bolívar, sus causas y sus efectos; y que en condiciones de tristeza, amargura y sensación de fracaso, siempre mantuvo el hálito de oponerse a las grandes dificultades. Su conciencia de Patria no lo desanimó. Cualquier persona sin esas singulares características, hubiera lanzado la toalla al primer intento o hubiese emigrado, cobardemente, a esos confines, abstraído de la realidad, movido por beneficios personales. Casi que digo –sin panegíricos- que era un alma con propiedades providenciales. Hay que ver las
contenciones que lo abordaron, tanto en el orden interno como en el contexto internacional. Tan corta edad; y tantas hazañas. Siempre perseverante.
Esta epístola, allende, ser un análisis socio-político de su inédito autor, debe servirnos como marco referencial en nuestra contemporaneidad en cada una de nuestras actuaciones, en cada uno de nuestros contextos de trabajo, en nuestra familia, en la universidad, en la comunidad, etc, aun de ver y sentir que todo se nos derrumba, que se nos apaga el sol, que no hay soluciones; hay que estar ahí, dando la batalla, sin perder la fe. Siempre utilizando la razón, junto con la conciencia ética del deber y la moral de las virtudes. Buscando las causas sin perder el norte de las metas a corto, mediano y largo plazo. No desmayar ante una mera coyuntura. Luchar a diario por las cosas del bien común, como lo hizo David ante el filisteo ¿Verdad que es una enseñanza?
Es tiempo, considero yo, que tomemos ejemplos de esos grandes hombres que dieron su vida, se desprendieron de cosas materiales, en muchos casos, para dejarnos esos legados que no pueden meterse en un baúl so pena del comején.
Es hora que mantengamos en nuestras mentes, no como un slogan publicitario, acaso como un aprendizaje significativo la “Vigencia de la Carta de Jamaica.
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