El Principio de No Contradicción nos señala que: "es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido". De igual forma, todas aquellas proposiciones lógicas que emanan enunciados, que en muchas ocasiones hacen que las interpretaciones se nos conviertan en un verdadero enredo de papagayo.
Lo anterior, lo traigo a colación debido a que en muchas oportunidades, en la calle, esa otra escuela de la vida, he escuchado esta frase "Éramos felices, y no lo sabíamos" haciendo alusión a la situación actual del país, que sin duda alguna, está atravesando por unas circunstancias, que desde mi manera de ver las cosas, es estructural. No debemos tapar el sol con un dedo. No hay que ser complaciente con una realidad objetiva. Sin embargo, como son argumentos populares lo que se oye, hay que contraargumentarlo como tal. Si hicieran gala del pensamiento crítico, otro gallo cantaría. En este sentido, mis decrépitas neuronas empiezan a lubricarse, yéndome un poco al pasado, por supuesto, realizando algunas comparaciones con el presente. En mi soliloquio me pregunto: ¿Es verdad qué éramos muy felices? De pronto, me autorespondo: Por lo que viví y experimenté, no. Soy del pensar que, sí habían personas que gozaban de una gran bonanza, una gran satisfacción monetaria, pero al mismo tiempo, existían otras almas que carecían de muchos privilegios, incluyendo el aspecto económico; era la gran mayoría. Como ha de suponerse, ambas características la encontramos hoy en día; quizá para muchos fue una gran felicidad, pero para otros, una gran desgracia. Felicidad que sólo estaba en sus mentes: Falacia o apariencia, aunque parezca contradictorio.
Así las cosas, si poseíamos una gran felicidad, ¿Por qué en la década de los 70 y 80, vi personas excarvando en la basura y comiendo desperdicios de alimentos de los container del aseo urbano? ¡Ah! Pero no sólamente eso, presencié que hasta dormían en esos espacios, cuando los cogía la noche. La conciencia, ese árbitro de nuestras acciones, no nos decía que, debíamos preguntarnos ¿por qué esas personas en esas condiciones infrahumanas, en estado de indigencia, cuando se suponía que todo era un paraíso? Pareciera imposible que se vieran esas cosas cuando todo era felicidad para muchos. Mas, como la mente es frágil, esos hechos quedaron en la amnesia de muchos mortales.
En consecuencia, vienen muchas interrogantes que no deben desperdiciarse, verbigracia, ¿por qué en ese gran mundo de felicidad, había tanto niño que no iba a una escuela, como producto de sus carencias monetarias o por negligencia o falta de consciencia de sus padres, que a ese párvulo había que procurarle, en su interés superior, una educación adecuada? Otra gran contradicción. En verdad, no se entiende mi apreciado lector, cuál era esa prenombrada felicidad. En cierta medida, no puedo comprometerme con lo que otros piensen, pero, como nos meten a todos en un mismo saco, creo conveniente decir que, no todo el mundo era feliz, como hoy en día no todo el mundo es infeliz; otra gran contradicción.
Como nunca falta un pero, por qué en esa gran felicidad no existía la conciencia de darle un sano trato a las personas de sexo diverso. Era noticia diaria enterarse por los diferentes periódicos y por la televisión cómo la Policía Metropolitana arremetía a rolazo limpio contra esas personas, metiéndolas, luego, en una jaula como caninos callejeros. ¿Dónde quedaba la humanidad? ¿Dónde estaban presente los Derechos Humanos? ¿Dónde estaba esa gran dicha?
En este orden de ideas, usted podía mirar en algunos programas de la pantalla chica cómo se jugaba con la comida, los cristianos que utilizaban para esas cosas, se lanzaban la comida unos a otros en la cara, con la asistencia de personas que asistían a los lúdicos eventos, que se reían estúpidamente de las hazañas de los participantes sin ningún escrúpulo ¿Felicidad virtual? No se palpaba el espíritu de moderación para ahorrar y administrar bien los alimentos ¿Cuántas veces no se veía en los comedores de las instituciones públicas y privadas que los quince y último, los empleados y obreros, dejaban la comida servida de la institución; y se iban a gastar el dinero en los restaurantes locales? Conciencia nula de no saber aprovechar los recursos de que se disponían ¿A eso puede llamársele felicidad? Habría que ser bien alienado para denominarlo así. Ante un desenfreno de la conciencia colectiva, cualquier cosa puede observarse.
Seguramente usted, mi aporreahabiente no tuvo algún familiar que cuando egresaba del bachillerato pasaba hasta tres años sin cupo. Muchos bachilleres le quitaban el carro para taxear al papá, mientras salía el ansioso y esperado cupo universitario. Eran muy poco las universidades que quedaban cerca del domicilio del pretendiente universitario, quien tenía que recurrir forzosamente a residenciarse con otros compañeros y compañeras en otras ciudades. Ligado a esto, brillaba por su ausencia el beneficio de los tickets del medio pasaje. En ese mundo de felicidad andaba la mayoría de los discentes, aun cuando la educación no estaba masificada ¿Qué dice usted de esto?
"¡Ahí viene la recluta!" -Se escuchaba a los muchachos-, quienes en condición etárea les correspondía prestar el servicio militar. De las ventanas de los autobuses, se lanzaban, huyéndole a ese método draconiano de seleccionar adolescentes para contribuir con la defensa y seguridad de la Nación. En unas fulanas jaulas, eran introducidos para ser llevados hasta las prefecturas y de ahí, hasta Conejo Blanco. En el argot popular, escuchábase que los policías, vestidos de civil, les pagaban cinco bolívares por cada joven reclutado. En esa felicidad irreal, los reclutas iban a prestar su prestación castrense, para dar cumplimiento con sus deberes. La conciencia del servicio militar voluntario estaba echada por el piso.
Asimismo, qué dicen de los escolares que entraban desnutridos a las aulas, cuando se suponía había una bonanza económica; las fuentes de las estadísticas lo confirmaban ¿era eso felicidad? Creo que el grado de inconciencia no dejaba verlos otra cosa. Eso se parece a aquella vieja caricatura de "el otro yo del Doctor Merengue".
En aquella ilusoria felicidad se veían, por doquier, invasiones de terreno como consecuencia de mucha gente que no poseía medios económicos para comprar una casa; y tenían que fabricarlas con pedazos de cartón y restos de láminas de zinc o de trozos de hojalata ¡tremenda felicidad! La contradicción de las contradicciones.
Quizá la amargura, la hipocresía o el resentimiento de un pasado irreal hacen que muchas almas hayan distorsionado sus vivencias, como el sediento que ve agua en la lejanía, mas cuando se acerca a esa imaginación percibe que es otro paradigma.
En cuanto al servicio asistencial de salud ¿qué dicen los que aclaman la felicidad pasada? cuando a un enfermo o herido lo ruleteaban de hospital en hospital, porque en esos centros asistenciales, decían los médicos y enfermeras que había carencias de insumos para poder atenderlos; y de sus bocas salía que los empleados se robaban los materiales quirúrgicos.
En resumidas cuentas, esa carencia de conciencia colectiva contribuyó a que éramos infelices y no lo sabíamos ¡qué tal!
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